viernes, 21 de febrero de 2014

EL TEMBLOR DE LA NOCHE


EL TEMBLOR DE LA NOCHE

 

        Estaba siendo una noche fría, casi distante, de esas noches en las que parece que el alma se siente sola en medio de las estrellas y el cuerpo se vacía de todos esos sentimientos punzantes para que nada rasgue nuestra alma. Había intentado reflejar mis sentimientos con canciones profundas que hacían temblar mi corazón, pero parecía como si mis dedos no quisiesen unirse a mis pensamientos y emociones por miedo a que de ellos brotasen notas demasiado tiernas y hermosas. Me había dado por vencida y entonces me había sumergido en la escritura para tratar de tornar palabras todo lo que sentía, pero la pluma tampoco pudo ser mi consuelo.
        Eros había salido a dar un paseo para, según él, despejarse y sentir la caricia de la noche civilizada. Él adora perderse por esas calles iluminadas con luces que en verdad no provienen del fulgor de la naturaleza, sino de algo sin carácter ni sentimientos. Casi siempre voy con él, pues no hay nada que me guste más que estar a su lado, viendo cómo los ojos le brillan de emoción y ternura cuando nos percibe juntos en un lugar que él admira; pero esta noche me creía incapaz de salir con él, pues notaba que mi alma tiritaba por dentro de mí, de nuevo aterida por esos pensamientos que quieren hacerme comprender que nunca debería haber entrado en esta vida.
        Sin embargo, ahora todo parece tan distinto... El alba ha cubierto la ciudad y la ha teñido de un rosado que deslumbra y acaricia los ojos a la vez, pero yo no puedo hundirme en ese sueño que me alejará de la realidad. En mi alma se agolpan sentimientos y pensamientos que me hacen sentir a la par feliz y nerviosa. Esta noche, cuando Eros regresó de ese paseo que a él tanto lo ayuda a disfrutar de la vida, se acercó a mí y, sentándose a mi lado, con una voz que intentaba no reflejar ni un solo sentimiento, me pidió:
  • Shiny, quisiera que fuésemos a dar un paseo por la naturaleza. Sí, acabo de venir de pasear, pero necesito salir contigo y estar en un lugar que tú adores. Llévame a algún rincón que te haga sentir viva...
Sorprendida, pues Eros no es muy asiduo a querer adentrarse en la profundidad de los bosques, lo conduje hacia aquel lugar donde hemos vivido tantas experiencias, tantos momentos tiernos y melancólicos en los que ambos soñábamos con un mundo mejor. Cuando esos ancestrales troncos nos rodearon y sus frondosas copas nos cubrieron, Eros se detuvo y me tomó tiernamente de las manos, presionándomelas con cariño y dulzura. Los ojos le refulgían, brillando en su mirada un hondo sentimiento que me costaba interpretar. Parecía como si de pronto el mundo se hubiese vuelto demasiado grande para él, como si su corazón no pudiese abarcar la fuerza e intensidad de sus emociones. Quise preguntarle qué le ocurría, pero entendí que el silencio debía interrumpirse cuando Eros lo necesitase.
El viento soplaba tiernamente, como si le diese miedo mecer las ramas de los árboles, y por el bosque se repartía la preciosa y tranquila trova de la noche. Algunos pájaros nocturnos cantaban de vez en cuando, sobresaltándonos dulcemente. Hacía bastante tiempo que no oía esos cantos tan misteriosos.
De pronto, cuando creía que el viento y esos animalitos tan distantes serían los únicos que se expresarían en aquel oscuro silencio, Eros, hundiéndose más profundamente en mis ojos, empezó a hablarme con una tranquilidad completamente fingida. Noté que la voz le temblaba sutilmente. Me costaba comprender por qué estaba nervioso, y la respuesta me la dieron las palabras que me dedicaba:
  • Shiny, llevamos juntos mucho tiempo. Sabe que te quiero con toda mi alma, que soy incapaz de dar un paso sin ti, que eres el amor de mi vida y que, si desapareces o te marchas de mi lado, todo se apagará para mí. Eres la luz de mis días y la luminosa oscuridad de mis noches. No estoy hecho para vivir sin ti, Shiny. Soy una parte de tu cuerpo, tú eres una parte completamente indispensable de mi ser. Jamás, convéncete, jamás seré capaz de vivir sin ti. Posiblemente haya experiencias que me pierda si estoy contigo, pero no me importa, pues la vida, el significado de esa palabra tan amplia, eres tú. Te he traído aquí porque quisiera pedirte algo sin que nada interrumpa estas palabras; pero antes me gustaría preguntarte si tu corazón todavía me ama como siempre lo hizo. A veces pienso que esta difícil vida quebrará nuestro destino. No, no ha sucedido nada lamentable; pero debo confesarte que tengo miedo, Shiny. Sí, tengo miedo; pero no a que te alejes de mí, sino a que ocurra algo que haga temblar el suelo de nuestro presente. Shiny, la vida en la que nos hemos adentrado es complicada, soy plenamente consciente de ello, por eso a veces temo que no sepa protegerte lo suficiente...
Sus palabras me llenaron los ojos de lágrimas; pero no únicamente por lo bellas que sonaban, sino porque Eros las pronunciaba con un tono anegado en dulzura, miedo e incluso tristeza, como si aquélla fuese la última noche de nuestra vida. Yo le presioné las manos con fuerza y amor para que ese temor que se desprendía de sus palabras no se intensificase. Eros cerró con fuerza los ojos. Me pareció que retenía en su mirada unas rojizas lágrimas que brillarían en la oscuridad de la noche.
  • Eros, te quiero con todo mi corazón —le contesté con una voz queda y levemente temblorosa. Me costaba controlar las emociones que palpitaban por dentro de mí; las que se unían en una potente melancolía que batía en mi corazón a falta de esos latidos que perdí para siempre—. Yo también soy completamente incapaz de vivir sin ti. Es cierto que nuestra vida es eterna y que, durante todo ese tiempo que viviremos, pueden sucedernos hechos inesperados; pero mi corazón te pertenece plenamente, amor mío. No sé por qué atisbo ese miedo tan gélido en tus ojos. Esta vida es complicada, pero te aseguro que estaremos juntos siempre, luchando contra todas las adversidades que quieran vencernos. Yo también tengo miedo a no saber protegerte lo suficiente —le confesé estremecida. No había previsto la intensidad de mis palabras.
  • Shiny, amor mío, necesito pedírtelo. Quizá para ti no tenga sentido, pero necesito hacerlo. Siento como si el tiempo huyese de mis manos y, antes de que se marche a una tierra inalcanzable, deseo hacerlo...
  • ¿De qué se trata? —le pregunté sobrecogida. Su desesperación me hacía temblar y me empequeñecía.
Entonces Eros abrió nuevamente los ojos y los hundió profundamente en los míos, tan profundamente que de pronto nuestro alrededor dejó de existir y nuestro mundo sólo fueron nuestras aunadas miradas. Creí que había amanecido, que la oscuridad de la noche se había convertido en una intensa, brillante y azulada luz que creaba un cielo donde ni el calor ni el fulgor del sol herían. Sus ojos fueron mi realidad y las palabras que comenzó a dedicarme, el sonido de mi vida. Me pareció que el suelo desaparecía y que nadaba a la deriva por un mar sin olas ni quietud.
  • Shiny, quiero pasar el resto de mis días y noches contigo, quiero que seas mi eternidad, que nadie pueda cuidarte ni amarte como yo, que tu corazón y el mío sean una única alma... Quiero estar contigo más allá de la muerte y del olvido, quiero que seas mi cielo y mi tierra para siempre, absoluta e irrevocablemente para siempre. Shiny, te amo con una fuerza que jamás creí existente, que no preví, que ni siquiera conocía. Parece como si cada nueva noche que vivo contigo intensificase irreversiblemente este amor que siento por ti. Shiny, Shiny... —suspiraba presionándome las manos.
  • No estés nervioso, amor mío...
  • Shiny, ¿quieres casarte conmigo? —me preguntó al fin tras un largo silencio en el que sólo había escuchado sus palabras, las que resonaban continuamente en mi mente—. ¿Quieres ser tan mía que ni siquiera encuentres el principio ni el fin de tu ser?
  • Eros...
Sus palabras me habían robado la voz, los pensamientos, la capacidad de recordar y de reaccionar. Se introdujeron en mi alma, agitando y revolviendo todo mi interior, haciendo de mis sentimientos una maraña ininteligible de sensaciones, emociones y recuerdos olvidados. Me quedé absolutamente paralizada, sin saber cómo mirarlo ni qué debía decirle. Lo único que pude hacer fue presionarle las manos, pero lo hice porque de pronto noté que el suelo desaparecía de verdad.
Por mi mente se deslizaron pensamientos que me hicieron temblar, recuerdos de situaciones que me habían empequeñecido. Sin saber por qué, vi los ojos de Wen mirándome desde la tierra del engaño y la decepción; pero también atisbé los de Estrella refulgiendo de felicidad, de gratitud y alivio, como si con su mirada me impulsase a que aceptase cuanto antes la proposición de Eros. También vislumbré, en las lejanías de la memoria, todas esas noches y todos esos días que Eros y yo habíamos vivido, cuyo recuerdo fue como un puñal que se me clavó en el alma; un puñal envenenado con mi propia traición. No, no había errado en ningún momento, ni siquiera me había permitido sumergirme en esos sentimientos ilícitos; pero sin embargo me sentía culpable, arrepentida y temerosa.
  • Dime, Shiny, ¿quieres casarte conmigo? —volvió a preguntarme, esta vez un poco más sensible y nervioso que antes.
  • Eros...
Para huir de esa telaraña de confusiones ilícitas e hirientes, emergí de mis pensamientos y recuerdos para hundirme en esa azulada mirada que tanto me embelesaba. Y entonces él volvió a ser mi mundo. En esos ojos, en los que refulgía el cielo de un estío que nunca sentiré, se hallaba mi mundo, toda mi realidad, el empiece de mis sueños y la eternidad de mis ilusiones. En sus ojos volví a encontrar la paz que mis pensamientos me arrebataban. Fueron una luz que brilló esplendorosamente en medio de la oscuridad de esas punzantes emociones que tanto me sobrecogían. En sus ojos volví a experimentar todas esas sensaciones y emociones que nos pertenecían, que siempre fueron nuestras; reviví esas noches, todos esos momentos que juntos habíamos escrito en las invisibles líneas de nuestro destino. Y de repente sus ojos fueron la respuesta que mis labios no se atrevían a contestar, fueron la visión de todos nuestros instantes futuros, de la claridad de nuestros amaneceres, de la nocturnidad de nuestros ocasos... y fueron las manos que me asieron para que no cayese al abismo de la desorientación. Eran sus ojos; esos ojos garzos que me enamoraron hacía ya tantos y tantos años; unos ojos que fueron mi sustento, pero a veces también la mano que me impulsó a la perdición; unos ojos compuestos de cielo y tierra, de universo y nada, de un mar sin olas en el que no me importaría morir ahogada...
  • Sí, Eros —le contesté anhelante, incapaz de prever el tono de mis palabras; las que sonaron prácticamente quedas, desesperadas y lejanas, como si el mundo que nos rodeaba no pudiese albergar sonidos—. Sí, por supuesto que quiero casarme contigo y ser eternamente tuya... Perdóname —le musité a punto de desvanecerme.
  • Perdonarte, ¿por qué? —me preguntó muy tiernamente soltando mis manos y dirigiendo las suyas hacia mi cabeza para tomarla con delicadeza y amor—. Perdóname tú a mí por amarte de este modo. No creo que sea sano —se rió encantadoramente.
  • No, el amor no es un sentimiento sano... pero no me importa enfermar eternamente a tu lado... No me importa perder la razón en tus ojos, entre tus brazos, en nuestro mundo —le confesé abrazándome a él con una desesperación lenta y espesa—. Te quiero.
Por dentro de mí palpitaba una emoción que yo no deseaba escuchar, pues sabía perfectamente que, si lo hacía, si le prestaba la atención que ella tanto precisaba, todo se desmoronaría a mi alrededor. No quería preguntarme ni responderme nada, sólo sentir ese instante con toda mi alma, saber que era el inicio de un camino algo más estable que el que habíamos recorrido prácticamente a oscuras. Sin embargo, era plenamente consciente de que aquella noche era una puerta que accedía a una realidad que podía convertirse en algo hiriente para mí y para alguien más cuyo nombre no me atrevía a recordar. No, era incapaz de aceptar la realidad que mi razón trataba de musitarme. Únicamente podía negarla, despedazarla con las garras de mis intensos sentimientos y lanzar sus pedacitos a un abismo de profundidad inmensurable. No obstante, mi corazón se atrevía a susurrarme posibilidades que atenuaban la punzante sensación que se desprendía de aquellas dudas: probablemente, si Eros y yo nos casábamos, esas situaciones que yo no sabía vivir se desvanecerían, tal vez todo fuese más sencillo y nuestro matrimonio desharía esos caminos que mi inquieto corazón anhelaba recorrer, quizá la vida dejase de ser tan confusa y peligrosa si él y yo fundíamos tan absolutamente su vida y la mía...
  • Quieres casarte conmigo —afirmó incapaz de creerse esa realidad—. Pensaba que me lo negarías, que el matrimonio era innecesario para ti y algo totalmente hiriente...
  • Contigo nada puede ser hiriente, Eros.
  • Es cierto... De ti amaría incluso las heridas que pudieres hacerme...
  • Jamás lo haré —le prometí alzando la cabeza y mirándolo profundamente a los ojos—. Eres mi mundo...
  • Un mundo con el que nada ni nadie podrá arrasar jamás, vida mía.
Y entonces la naturaleza fue testigo de uno de los besos más desesperados, punzantes, amorosos y profundos que le entregaba a Eros desde hacía muchísimo tiempo. El viento sopló un poco más impetuosamente, como si quisiese gritar de felicidad o melancolía... Lo cierto es que en esos momentos me costaba interpretar las emociones de la naturaleza.
  • Nos casaremos en primavera, cuando este bosque se llene de colores vivos y de esas flores que tú tanto adoras —me comunicó al cabo de unos tiernos momentos separándose dulcemente de mis labios—. Serás la luz que más brille en ese ocaso... y será tan mágico que ni siquiera las estrellas que ya han desaparecido podrán olvidar ese instante.
  • Lo será, amor mío —le respondí emocionada.
  • Shiny, mi Shiny... —suspiró presionándome delicadamente la cabeza, impulsándome más hacia su cuerpo.
Parecía como si el tiempo hubiese dejado de existir, como si la noche fuese el único instante que la Historia vivía. Nos abrazamos, nos besamos y permanecimos infinitamente juntos como si nada más existiese afuera de nuestra entrañable y nostálgica realidad...
Y ahora, cuando ya han pasado unas cuantas horas de esos momentos tan de ensueño, me pregunto si lo que siento latir por dentro de mí es solamente miedo. Tal vez sea una emoción cuyo nombre no se ha inventado aún. Quiero estar con Eros hasta que mi ser se agote de tener materia, más allá de esta vida y de la muerte. Quiero estar con él incluso cuando todo lo que nos rodea haya perdido la hermosura que pudo brillar un día... y quiero estar con él, pero no es un deseo, sino una necesidad de mi cuerpo y de mi alma; pero temo que la vida quiera apuñalar estas tiernas emociones para destruirlas y convertir sus rescoldos en sentimientos que destrozarán todo mi interior, mi mundo, su mundo, su alma. Sé que estoy haciendo lo correcto, sé que para mí no hay, ni debe haberlo jamás, otro destino que no sean sus brazos, su cuerpo y su alma; pero me aterra la posibilidad de que estas profundas e innegables certezas hieran corazones que no nacieron para ser lastimados... Sólo me encomiendo al tiempo y al espíritu que controla la naturaleza para que me ayuden a vislumbrar los senderos más seguros de mi vida; esos que me conducirán a un destino que no lacerará a nadie.

 

6 comentarios:

Wensus dijo...

¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!! Se nos casan, vivaaaaaaaaaaaa, ¡¡nos vamos de bodaaa!! Mi mente ya está imaginando el momento, ideando una boda en el bosque, siendo de noche, con luces tenues, los invitados....que emocionanteeee. Ha hecho bien diciendo a Eros que sí, lo ama con locura. Aunque por otro lado esos sentimientos que tiene por Wen están ahí y no sabemos en dónde quedarán, Eros le quiere y ella a él. Que bien describes los sentimientos, haces que comprendamos a la perfección lo que siente en cada momento. Lo he pasado mal, te lo confieso...cuando ella no le contestaba me estaba poniendo malo, temiendo que lo rechazase, menos mal que nooo. Ayyyyy, que pasadaaa, noticióooooon!!

Marina Glimtmoon dijo...

¡Sí, yo también estoy imaginándome el momento de la boda! Debe de ser muy bonito. He pensado que podríamos hacerlo entre los dos, escribiendo el texto y con fotos preciosas. Gracias por tus palabras, por animarme una vez más. Sí, ambos están locos uno por el otro, sería un error que no se casasen. ¡Me alegro de que te haya gustado!

Duclack dijo...

¡Se casan! ¡Menudo notición! Tus palabras describiendo los sentimientos de uno y otro y cómo describes sus miradas, sus besos, sus abrazos... hacen que se erice la piel y se estremezcan hasta a las piedras.
Me ha gustado y emocionado mucho esta entrada. Es preciosa la forma en que se lo pide. Esto es un amor de verdad. Yo creo que ahora mismo Sinéad ha dejado un poco de lado sus dudas. Se siente un poco culpable por lo que ha sentido por Wen. Pero me temo que este no tiene nada que hacer frente a la fuerza de los profundos sentimientos de Eros.
La boda me la imagino preciosa. ¿La veremos? ¡A ver cómo sigue todo esto! ¡Qué ilusión!

Marina Glimtmoon dijo...

Gracias, Duclack, una vez más, por tus palabras. Me alegro de que esta entrada te haya conmovido. Sí es cierto que los sentimientos de Eros y de Sinéad son muy fuertes, pero nunca se sabe lo que puede pasar. No está previsto todavía cómo Wen se tomará la noticia de su boda. Me hace ilusión que haya sido tan bien acogida la noticia de que se casen. ¡Todo está por ver!

Uber Regé dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Marina Glimtmoon dijo...

Lo más seguro es que sí veamos la entrada en el blog. Estoy pensando en hacerla conjuntamente con Wensus para que quede totalmente preciosa. Tus ideas me ayudan a forjarme la apariencia de ese acontecimiento tan importante. Será precioso. Sí, Sinéad no ha tenido buena suerte con las bodas, por eso Eros recelaba cuando le pidió matrimonio; pero estando tan enamorada de él no tiene por qué temer. Por supuesto, Wen es el único que puede decidir si quiere ir a la boda. De momento todos están invitados. Gracias, una vez más, por tus palabras, por sentir que cada entrada es una puerta a un mundo mágico que merece la pena vivir. Realmente, acojo profundamente tus palabras... Gracias.