jueves, 28 de noviembre de 2013

LA MAGIA DE UNA NOCHE INESPERADA


LA MAGIA DE UNA NOCHE INESPERADA
                 El advenimiento del invierno se adivinaba en el gélido aliento de la noche. Hacía frío y viento. Las hojas caídas de los árboles se arremolinaban en los rincones y en algunos portales. Entonces me percaté de que solamente estaba ataviada con aquel vestido lila que tanto le había gustado a aquella anciana tan adorable y habladora. Sus portaba un hermoso y grueso abrigo con el que se protegía y además llevaba unos guantes de lana que impedían que el helor de la noche congelase sus manos. También tenía anudada en su cuello una bufanda roja de punto. Aunque el frío nunca me ha hecho temblar, ansié gozar de unas prendas tan acogedoras.
-          ¿No tienes frío? –me preguntó Sus extrañada. Aunque llevásemos tiempo caminando juntas por aquellas calles tan solitarias, todavía nos hablábamos y mirábamos con vergüenza.
-          No tenía previsto salir, así que se me ha olvidado coger mi abrigo –me excusé abrazándome el pecho, fingiendo tener mucho frío.
-          ¿Quieres que volvamos?
-          No, no es menester.
Parecía que mi respuesta la inquietaba y la extrañaba, pues durante unos largos momentos no volvió a decirme nada más. Mientras caminábamos, me fijaba en todos los detalles de aquella Ciudad tan curiosa y bien cuidada.
-          Allí está la churrería –me informó señalándome un pequeño establecimiento situado en una esquina.
-          De acuerdo.
Cuando Sus compró todo lo que deseaba, regresamos a nuestro hogar con un paso ligero y levemente impaciente. Parecía como si ella temiese que el frío de la noche pudiese arrebatarme todo el calor de mi cuerpo. Su actitud me conmovió infinitamente.
                Pese a que mi COMPORTAMIENTO la extrañaba, volví a subir por las escaleras. Nos reencontramos en el rellano donde se hallaba su hogar. Estaba a punto de despedirme de ella y agradecerle que hubiese sido tan gentil conmigo cuando, inesperadamente, me preguntó:
-          ¿Quieres que te presente a mis amigos?
-          Me gustaría  mucho, pero no quiero molestar –le contesté sonriéndole simpáticamente.
-          No molestas. Estoy segura de que a todos les caerás muy bien –me dijo conduciéndome ya hacia la puerta de su casa—. Por favor, pasa. Me gustaría mucho presentártelos.
-          ¿De veras? Tal vez no sea el momento...
Me sentía indeciblemente nerviosa. No estaba segura de que la sed no hubiese turbado el color de mis ojos ni de ir vestida adecuadamente; pero no podía negar que me apetecía muchísimo conocer a todos los amigos de aquella mujer tan simpática, dulce y amable.
-          Por favor, pasa –me insistió abriendo ya la puerta.
-          Muchísimas gracias –le dije agachando los ojos, ya entrando en su hogar—. Es un honor para mí que me invites a tu morada.
-          Eres encantadora. Lo hago de todo corazón. No tienes que agradecérmelo –me aseguró guiándome ya por un estrecho y largo corredor—. Aquí está el salón.
-          La distribución de tu hogar es idéntica a la del mío –me reí curiosa—. Es muy bonito, de veras.
-          Gracias.
Entonces Sus abrió lentamente una gran puerta que comunicaba con un salón cuya apariencia se asemejaba muchísimo al de mi casa. Los muebles que decoraban aquel confortable y acogedor rincón me parecieron muy hermosos y elegantes. No obstante, lo que más me inquietó y me alegró al mismo tiempo fue apercibirme de que todas las personas que había en aquel lugar me miraban con fijación e interés. Inmediatamente mis mejillas ardieron.
-          ¿quién es, Sus? –le preguntó un hombre muy atractivo, de ojos profundos. Al percatarme de que era calvo, enseguida supe que se trataba del marido de Sus.
-          Es Sinéad. Nos hemos encontrado en el rellano. La señora Hermenegilda no la dejaba en paz –rió cariñosamente tomándome del brazo con delicadeza y conduciéndome hacia el interior del salón—. Puedes sentarte donde desees, Sinéad –me invitó señalándome un cómodo sofá—. Me ha acompañado a comprar churros –les informó complacida.
-          Pobre. La señora Hermenegilda habla demasiado –indicó otro hombre de tez y cabellos oscuros y ojos curiosos.
-          Sinéad, te presento a Wen, mi hermano; a Diamante, mi marido; Duclack, mi mejor amiga, y Vicrogo, mi mejor amigo –me dijo Sus con atención y cariño—. Además de mis hijos, los cuatro son los seres más importantes de mi vida.
-          Encantada de conoceros a todos –indiqué avergonzada, incapaz de mirarlos a los ojos.
-          Para nosotros también es un placer –me comunicó Diamante tomando mi mano derecha para besármela, lo cual me hizo sentir muchísimo más avergonzada.
-          Sí, estamos encantados de conocerte –apuntó Wen sonriéndome con curiosidad.
Entonces, inesperadamente, un recuerdo anegó mi mente, invadiendo todos mis sentimientos y alejándome de ese instante. Me acordé de una noche lluviosa y tenebrosa en la que unas personas guiadas totalmente por la curiosidad y un espíritu excesivamente aventurero se habían adentrado en la última morada en la que habíamos habitado todos. Aquella noche fue realmente inquietante, pero también hermosa, pues descubrí que no había perdido la capacidad de relacionarme con una especie de la que me había alejado hacía ya demasiados años. En aquella lejana noche de Halloween había nacido en mi alma una esperanza que sin embargo murió en cuanto la intransigencia y temor de mi padre habían decidido el destino de todos aquellos humanos que tan adorables me habían parecido.
Reparé en que mis recuerdos me habían alejado demasiado de aquel instante, por lo que me esforcé en huir de la voz de mi memoria para prestarle a aquel momento toda la atención que se merecía. Hacía ya demasiado tiempo de aquella noche. No merecía la pena que su recuerdo me entristeciese, al contrario. Debía sentirme orgullosa de que el destino hubiese vuelto a ofrecerme la oportunidad de conocer a aquellas personas tan adorables. No obstante, no podía negar que me acongojaba ser consciente de que ninguno de ellos se acordaba de lo acaecido...
-          Sinéad se ha trasladado a vivir aquí. ¿Os acordáis de los ruidos que escuchábamos cuando estábamos adornando el piso? Eran ellos –se rió Sus con cariño.
-          ¿De veras? Sentimos mucha curiosidad. Era extrañísimo escuchar tanto escándalo a esas horas tan nocturnas –se rió también Diamante—. ¿Eráis vosotros, entonces?
-          Sí, éramos nosotros.
-          ¿Y por qué hicisteis la mudanza por la noche? –se interesó Wen intentando no reírse.
-          Por el día no podíamos –le aclaré sintiéndome avergonzada y nerviosa.
-          Vaya, pobres –se lamentó Vicrogo—. Deberíais habernos pedido ayuda. Nosotros solemos pasar aquí muchísimo tiempo.
-          No nos atrevimos –le confesé sonriéndole con nostalgia—. Además, tampoco fue tan costoso –mentí.
-          ¿Y cuántos años tienes, Sinéad? –me cuestionó Diamante, quien no cesaba de mirarme fijamente. Me parecía que mi aspecto le resultaba levemente inquietante y excesivamente misterioso.
-          Pues... tengo veintidós años.
-          Tu voz hace creer que eres más joven –aseveró Vicrogo.
-          ¿De veras? Vaya, jamás lo habría dicho –me reí incómoda—. Por cierto, me gusta mucho el árbol de Navidad que tenéis. Es muy bonito.
-          Gracias, Sinéad —dijo Sus.
-          Por cierto, Sus, pon los churros ya o se enfriarán –le pidió Duclack, quien parecía tener muchísima hambre.
Sus se alzó de donde estaba sentada y se dirigió hacia la cocina, dejándome a solas con Vicrogo, Diamante, Duclack y Wen, quienes no cesaban de mirarme como si quisiesen encontrar en mi rostro las palabras que yo no me atrevía a pronunciar. Me sentía tan avergonzada que creía que jamás sería capaz de hablar.
-          ¿Dónde vivías antes, Sinéad? –me preguntó Wen.
-          Vivía en una casita en medio del bosque –le expliqué con nostalgia—. Mi novio deseaba venir a vivir a la ciudad... Le ha costado mucho convencerme.
-          Vaya, yo también vivo en una casita en medio del bosque –me informó Wen ilusionado—. Adoro la naturaleza.
-          Yo, también –le sonreí.
-          Yo también la adoro. Me gustan mucho los animales. Tengo un Zoo parque muy bonito. Puedo llevarte para que lo veas cuando lo desees –me ofreció Vicrogo con una amplia sonrisa haciendo brillar sus ojos.
-          Me gustaría mucho, de veras. Yo también adoro los animales –le correspondí con otra cariñosa sonrisa.
-          Yo soy capitana de un barco –me explicó Duclack amablemente—. Diamante es mi hombre de confianza. Hemos vivido juntos muchísimas aventuras y momentos espléndidos.
-          ¿Eres capitana de un barco? –le pregunté sorprendida—. Yo jamás sería capaz de ser algo así –me reí incómoda—. Tienes que ser muy valiente para capitanear un barco.
-          Sí, es cierto –corroboró Wen—. Yo también soy pirata; pero no soy un pirata de esos malos –se rió al percibir mi estupefacción—. Adoro investigar lugares remotos en busca de tesoros escondidos.
-          Es una inquietud muy hermosa –le sonreí.
-          ¿Y a ti qué te gusta hacer, Sinéad? –me preguntó Vicrogo—. Por cierto, debo confesarte que me parece haber visto tu rostro en otro lugar... Tus ojos me resultan levemente conocidos, pero no recuerdo...
-          ¿De veras? Es extraño. Yo nunca te he visto –mentí con pena.
-          Dinos, Sinéad, ¿qué te gusta hacer? –me preguntó Wen.
-          Adoro tañer el arpa y cantar –le contesté tímidamente.
-          Qué bonito –murmuró Diamante—. Tú también pareces proceder de otra época.
Entonces inesperadamente el silencio se adueñó de nuestra conversación. Parecía como si las palabras de Diamante nos hubiesen robado la voz. Para evitar que mis ojos les confesasen que aquella situación me incomodaba levemente, me dediqué a observar tierna y minuciosamente la apariencia de cada uno. Wen me parecía muy atractivo. El color bronceado de su piel y sus profundos ojos me hacían pensar en tierras lejanas donde el sol brilla intensa e incesantemente. Además, cada vez que sonreía, sus insondables ojos relucían con tibieza. Duclack también me parecía muy singular y curiosa. Me gustaba cómo miraba, como queriendo atrapar con sus ojos todos los detalles de su alrededor.
Tenía la sensación de que tanto Diamante como Vicrogo eran personas a quienes les gustaba escuchar y hablar. No obstante, la forma en que Vicrogo se expresaba difería muchísimo de cómo hablaba Diamante. Diamante parecía querer declarar absolutamente todos los pensamientos y sentimientos que encerraba en su mente. Hablaba rápidamente, casi atropellándose con sus propias palabras, mientras que Vicrogo lo hacía lentamente y con claridad, como si desease que absolutamente todas sus frases fuesen plenamente entendidas.
De repente, cuando creía que nadie se atrevería a quebrar aquel denso silencio, Sus apareció portando una bandeja plateada con varias tacitas que contenían un líquido denso y oscuro. La dejó encima de una mesa que quedaba enfrente del sofá donde estábamos sentados y nos miró con complacencia.
-          He hecho chocolate, por eso he tardado más –nos informó divertida.
Había seis tazas, por lo que deduje que una de ellas era para mí. Aquella certeza me hizo sentir infinitamente incómoda. No me atrevía a rechazarla, pues con algunas de mis palabras y mi apariencia ya les había demostrado que yo era muy extraña; sin embargo sabía que no podía ingerirla.
-          Te lo agradezco muchísimo, Sus; pero lo siento. No me gusta el chocolate –le confesé con timidez.
-          ¡No te gusta el chocolate! –exclamó Vicrogo escandalizado—. ¿Cómo es posible que no te guste el chocolate?
-          No lo sé —me reí incómoda, aunque impregné de vergüenza e inocencia mi sonrisa para que no se apercibiesen de mis verdaderos sentimientos—. Soy bastante delicada con la comida.
-          No te preocupes. Me lo tomaré yo –resolvió él alcanzando una de aquellas tazas mientras extraía un churro de la bolsa que Sus había comprado—. Aquí no se desaprovecha la comida.
-          Es cierto –rió Duclack.
Entonces, a partir de aquel instante, comenzamos a conversar serena y animadamente acerca de todo lo que nos gustaba hacer, de nuestras aficiones, gustos y sentimientos. Sin preverlo, me percaté de que me sentía muy cómoda a su lado, como si en realidad ellos conociesen mi verdadera identidad. Sin darme cuenta, me había alejado de mi presente, incluso me había olvidado de Eros, quien permanecería aguardando nervioso mi llegada. El tiempo transcurría sin que ninguno de nosotros reparase en su paso.
De repente, cuando creíamos que aquella noche se eternizaría, alguien llamó a la puerta de aquel hogar tan calmado y acogedor. Me asusté cuando pensé que podía tratarse de Eros, quien, inquieto y desconcertado, se habría atrevido a venir a buscarme; pero, cuando Sus abrió la puerta, supe que mis figuraciones habían sido muchísimo más dulces que la realidad.
-          Buenas noches, señora Hermenegilda –la saludó Sus.
-          Sabía que estabais reunidos. No me preguntes cómo me he enterado. Ya sabes que yo lo sé todo –le aclaró introduciéndose sin permiso en su casa. Me estremecí de inquietud cuando oí que su voz se acercaba por el pasillo—. Os he traído rosquillas que he hecho. Llevan anís. Me dijeron que el anís va muy bien para la circulación –confesó ya adentrándose en el salón.
-          Buenas noches, señora Hermenegilda –la saludamos todos con un ápice de desgana tiñendo nuestra voz.
-          Mirad, os he traído rosquillas. Las he hecho yo. Mañana traeré cocido. No sé si toca... No, creo que toca garbanzos con cordero. Igualmente os traeré una gran olla para que tus hijos Dantesco y Susela coman también.
-          Se llaman Dante y Suselle, señora Hermenegilda –la corrigió Sus con paciencia—. Además todavía son muy pequeños; aunque se lo agradezco mucho.
-          ¡Anda, enciende la estufa de leña, que hace frío! –le ordenó sentándose sin permiso en una silla—. Una ya no está para estos trotes.
-          ¿Quieres rosquillas, Sinéad? –me preguntó Wen tendiéndome la bandeja que la señora Hermenegilda había traído.
-          No, gracias. No me gustan –rehusé cortésmente.
-          Pero ¿a ti qué te gusta comer, chiquilla? –me preguntó Vicrogo extrañado.
-          Pues...
-          Le gustarán los cocidos que hago yo.
-          No, señora. No como carne —confesé nerviosa.
-          ¿Eres vegetariana? ¡Yo también! –exclamó Sus con felicidad—. Conozco muchísimas recetas exquisitas. Puedo invitarte a comer cuando quieras.
-          Muchas gracias, pero... será mejor que me marche –declaré alzándome repentinamente del sofá—. Se me ha hecho muy tarde. Eros estará preocupado por mí.
-          ¿Eros? Qué nombre tan mitológico –se rió Vicrogo sorprendido.
-          No es su verdadero nombre, pero no quiere que se lo revele a nadie –le confesé confundida—. Es tan especial...
-          Se nota que estás enamorada. Te brillan los ojos cuando hablas de él –apuntó Wen con cariño.
-          Sí, es cierto.
-          ¡Qué suerte tienes, chiquilla! A una ya ni la miran –se lamentó la señora Hermenegilda.
-          Estoy segura de que muchos se detendrán para mirarla –la contradije con educación y cariño.
-          Qué pena que tengas que marcharte. Tu compañía nos resulta muy grata –suspiró Vicrogo.
-          Nos veremos muy pronto. Además, me gustaría invitaros a mi casa una tarde –les revelé alegre.
-          ¿A mí también? –me preguntó la señora Hermenegilda.
-          Si puede... –divagué desorientada.
-          Gracias. Mañana sí puedo –declaró feliz—. Llevaré torrijas y pudin.
-          Pudin... puaj –musitó Duclack intentando no reírse.
-          Ya, incluso el nombre da asco –susurró Diamante.
-          Mañana os espero a las siete de la tarde en mi casa. Vivo en el noveno primera –les sonreí. Temía que la señora Hermenegilda hubiese oído las palabras que Diamante y Duclack habían intercambiado—. Hasta mañana.
-          Si quieres, te acompaño a la puerta –se ofreció Wen.
-          De acuerdo –le sonreí.
-          Ha sido un placer conocerte, Sinéad –me confesó mirándome profundamente a los ojos antes de que yo saliese de aquel hogar tan ameno—. Qué rabia que la señora Hermenegilda haya venido interrumpiendo nuestra interesante conversación. Me apetecía contar algunas de mis aventuras.
-          Mañana podrás hacerlo. Además, ya es tarde...
-          Mañana también estará esa pesada –suspiró agotado.
-          Volveré a invitaros alguna tarde que ella no pueda venir –le prometí—. Hasta mañana.
-          Eso espero. Hasta mañana.
Al salir de aquella casa tan hermosamente adornada, me sentí como si me hubiese dejado allí un pedacito de mí misma. Aquella sensación me gustaba, pero también me atemorizaba, pues tenía miedo a que mi presente se turbase. Todas aquellas personas me habían parecido inmensamente agradables y buenas. No quería que nada nos separase. Estaba completamente segura de que podríamos compartir una amistad muy pura y bonita.
Eros se alegró muchísimo de que los hubiese invitado a todos a merendar a nuestro hogar, pero también se mostró inquieto, pues le preocupaba que no fuésemos buenos anfitriones. Nunca habíamos preparado comida para humanos y no sabíamos si conseguiríamos ofrecerles alimentos que les placiesen. También nos desasosegaba que no pudiésemos comer delante de ellos y que aquello los incomodase. No obstante, ambos nos sentíamos interminablemente alegres y entusiasmados. Estábamos seguros de que aquella tarde sería el empiece de un hermoso presente que todos deberíamos cuidar con cariño y entrega.

 

domingo, 24 de noviembre de 2013

UNA ENTREVISTA INESPERADA


UNA ENTREVISTA INESPERADA
                Eros y yo nos hallábamos sumergidos en un bello y romántico instante, disfrutando de The same deep water as you de The cure, sumidos los dos en un silencio que nos acariciaba el alma. La música fluía mientras nosotros, tomados de la mano, vagábamos por nuestros propios pensamientos y recuerdos, unidos sin embargo mediante la música. Ambos sabíamos que rememorábamos los mismos instantes...
De pronto, un sonido estruendoso (que NUNCA había sonado antes) quebró la paz de nuestro instante. Me sobresalté profundamente sin comprender lo que sucedía, pero Eros me dedicó una mirada serena que me hizo reír y sentir levemente avergonzada por haberme asustado tanto.
-          Es el timbre, Shiny –me aclaró con cariño.
-          Sí, lo sé.
Él siempre me ha llamado Shiny. Afirma que la forma en que mi nombre suena se asemeja a la palabra “Brillo” en inglés y por eso me llama pronunciando esa palabra tal como se escribe. Es el único que me apela de ese modo tan tierno.
-          ¿Quién será? –le pregunté extrañada.
-          No lo sé. Es la primera vez que llaman a nuestro timbre –indicó alzándose del sofá—. ¿Quieres que abra? –me propuso pícaramente—. ¿O quieres abrir tú?
-           Abre tú. A mí me da vergüenza –me reí incómoda.
-          Vaya –se rió dulcemente.
Eros salió del salón y se dirigió hacia la puerta de nuestra morada, separada de mí por un estrecho y reluciente corredor que habíamos adornado con estatuas preciosas. Enseguida escuché la voz de una mujer desconocida. Me serené cuando me apercibí de que no se trataba de la señora Hermenegilda. Desde que me había prometido que me traería una olla con cocido hecho por ella, había temido que el timbre sonase.
-          ¿Está Sinéad Lindqvist? –preguntó amablemente. Detecté un matiz de curiosidad en su voz.
-          ¿Quién es usted?
-          Me interesa muchísimo hablar con ella. Dime, ¿está en casa? Tú debes ser su novio. No pretendo molestar, sólo...
-          No sé si está dispuesta a recibir visitas. Aguarde un momento, por favor –le pidió educadamente.
-          Por supuesto.
Eros apareció en el salón con un gesto de inquietud congelado en su rostro. Me miraba intrigado y desorientado.
-          Es una mujer rubia muy elegante con un bolso muy grande y de mirada penetrante que quiere hablar contigo. Parece una periodista –me susurró incómodo—. ¿Quieres que pase?
-          ¿Una periodista? –le pregunté totalmente exaltada y extrañada.
-          Sí, Shiny. Es una periodista. ¡Sí, la vi el otro día por la televisión!
-          Huy... ¿Cómo se ha enterado de que vivo aquí?
-          Escucha lo que dice –me ordenó quedamente.
«Nos hallamos en estos momentos enfrente del actual hogar de Sinéad Lindqvist, la escritora de La dama de la noche. Vemos que su casa está en un edificio normalito. Estamos seguros de que tiene dinero, pero no quiere parecer ostentosa. Deseamos conversar con ella sobre su extraña y misteriosa vida, pero no sabemos si nos recibirá...»
-          Ha leído mis memorias –musité estremecida.
-          ¿Le digo que pase?
-          Sí, de acuerdo; ¡pero aguarda un instante! ¿Tengo buen aspecto? ¡Nunca me han hecho una entrevista!
-          Tú siempre tienes buen aspecto, tanto que a veces no puedo ni controlarme al mirarte –me contestó pícaramente.
-          ¡No digas eso, pues entonces la pobre mujer no pasará nunca! –me reí tiernamente.
Cuando Eros hizo pasar a la mujer, los nervios que sentía se intensificaron hasta volverse insoportables. Sí, se trataba de una mujer rubia de mirada penetrante que observaba todo lo que la rodeaba como si quisiese describir con absoluta precisión cada detalle. Le ofrecimos que se sentase a nuestro lado en el sofá y aceptó encantada.
-          Sinéad Lindqvist, mi nombre es Mercedes Clická, soy presentadora y periodista. Desde que descubrí que la autora de La dama de la noche es realmente una vampiresa, sentí una curiosidad inmensa por ti y unas ganas tremendas de hacerte una entrevista. ¿Me permites que te la haga?
-          Sí, por supuesto –le sonreí—. Es la primera vez que me hacen una entrevista. No obstante, temo desvelarme...
-          Shiny, creo que éste es el mejor momento para hacerlo. Tras publicar tus memorias, ya nadie podrá desconfiar de que verdaderamente existes –intervino Eros.
-          Sí, tu novio tiene razón. Debo confesarte que solamente me he leído la primera parte... —divagó.
-          Está bien... Aunque me da un poco de miedo...
-          Gracias, los clicks deben conocerte. Supongo que hasta entonces preferiste permanecer apartada de la sociedad... Ahora ya no podrá ser así –rió.
-          Creo que no –me reí con ella.
-          Estoy trabajando en la elaboración de una revista. Ya he formado un gran equipo con clicks muy imaginativos. Esta entrevista la hemos compuesto entre todos los miembros de la redacción. Algunos sí han leído todos los tomos de tus memorias. ¡Es una historia muy larga! –exclamó sorprendida.
-          Sí, es cierto –corroboré con vergüenza.
-          Enseguida te enviaré una versión electrónica cuando la hayamos terminado. Se llamará curiosidades fantásclickas. ¿Estás preparada?
-          Sí.
La entrevista que me hizo me resultó la más interesante y curiosa de la Historia, pero también la más larga... La transcribiré tal como ella la publicó en su curiosa revista...
Tu vida como mortal es breve pero muy dolorosa, de penurias y escasez, tanto que hace que anheles con todas tus fuerzas la muerte. Sin embargo, tu vida como vampiresa está llena de vitalidad. ¿Realmente, Sinéad, deseabas la muerte?
                Sí, sí la deseaba. En el momento en que quise morir entre los brazos de mi madre, la vida me parecía sólo muerte, penurias, tristeza, desaliento... No obstante, descubrirás más adelante que cuando mi madre me rodeó con sus brazos y me instó a dormir calmadamente fue uno de los instantes más tiernos y felices de mis últimos años. Acababa de vivir un episodio espantoso que me destrozó definitivamente y creía que nunca más me recuperaría... En la tercera parte de mis memorias explico mi vida humana detallada y profundamente... pero sin embargo siento que nunca podrán existir las palabras exactas que definan cómo me sentía yo en aquellos momentos tan duros...
¿Tienes alguna creencia religiosa?
Sí, aunque yo no lo consideraría una creencia religiosa, sino un modo de vivir, una forma de pensar y sentir. Siempre creeré que tras la naturaleza se halla una consciencia que en verdad lo ha creado todo. No, no se trata de Dios, pues esta consciencia no castiga a su creación si permite que la maldad la domine y tampoco ha preparado un lugar para albergar a quienes se hayan comportado implacablemente, sino de una consciencia inocente cuyo único deseo es expandirse por el mundo, creando lugares hermosos que nosotros podamos admirar. La naturaleza es la madre de todos nosotros, pues de ella nos componemos.
 
¿Existen otros seres mágicos aparte de los vampiros y que el hombre aún no conozca?
                Por supuesto que sí; pero todavía no se han atrevido a mezclarse con la humanidad. Ni siquiera son conscientes de que yo sé que existen. Algún día escribiré sobre ellos. Son más mágicos de lo que podéis figuraros.

La naturaleza es muy importante para ti. Siempre está presente, te sientes parte de ella y nos das una buena lección al ser humano que no sabemos valorarla lo suficiente. Explícanos cómo influye en tu estado de ánimo esta.
                Me alegro de que me hayas hecho esa pregunta. La naturaleza es para mí mucho más que el entorno donde suceden mis momentos y que el escenario de mis noches, mis prohibidos amaneceres y mis anhelados ocasos. La naturaleza forma una inmensa parte de mi existencia. Sin la naturaleza no puedo existir. Sentirme envuelta en sus aromas, escuchar su voz y notar cerca de mí la caricia de las hojas anega en vida mi alma y mi cuerpo, me hace saber que merece la pena vivir en este mundo. Debo confesar que lo que más me hace llorar actualmente es ver cómo los humanos destrozan los bosques para seguir construyendo edificios que posiblemente nada albergarán, cómo algunas personas cazan y matan animales para extraer de su muerte unos beneficios innecesarios, cómo otras incendian los bosques sin pensar que ellos nos dan la vida... Siempre intento luchar contra la maldad que quiere destruirla, pero a veces hay tanta que me siento incapaz de abarcarla con mi entrega.
                Desde que era humana, la naturaleza supuso para mí la fuerza de la vida, la única que tenía la potestad de decidir mi destino. Viví en bosques siempre nevados, la nieve me atería, me hacía sentir inmensamente desprotegida; pero aquello no me impedía depositar en ella todas mis esperanzas de que mi vida cambiase. La naturaleza siempre ha influido muchísimo en mi estado de ánimo. A veces, me siento infinitamente triste y la belleza del mar, de las grandes montañas, de los bosques frondosos o de algún río poderoso y caudaloso me ha acariciado el alma, desvaneciendo mi desconsuelo. En otras, sólo con perderme en la visión de un bosque envuelto en el otoño más melancólico y lluvioso me siento inmensamente nostálgica... La lluvia no humedece únicamente los bosques, sino sobre todo mi alma. Las noches lluviosas son las más melancólicas para mí.
¿Qué significa para ti la luna?
La luna es mi astro; es el sol de mis noches, la luz de mis nocturnas horas. Pese a que la luna sea tangible, incluso alcanzable, yo no la considero algo material, sino solamente espiritual; una vaporosa y volátil luminiscencia que lucha contra la oscuridad para devenir sus sombras en resplandores invencibles. Desde que era humana, la luna siempre me ha fascinado, pues me conmovía que en la oscuridad de la noche pudiese fulgurar un astro tan lejano. Además me resultaba muy curioso que la luna fuese muchísimo más grande que las estrellas que la rodeaban, que me cubrían y le otorgaban su esplendor a la nieve. La luna siempre me ha hecho sentir segura y acogida. Cuando debo viajar, siempre anhelo que la luna ilumine mi senda. Si no la hallo en el cielo, entonces me percibo desprotegida. Para mí las noches de plenilunio relucen muchísimo más que cualquier día soleado, sobre todo porque la luna tiñe de plata todo lo que su luz roza y vuelve mucho más inescrutables las sombras. En cambio, bajo la luz del sol todo refulge estridentemente, incluso los rincones donde la oscuridad intenta coexistir con el día.
 
¿Qué opinas de la existencia de seres extraterrestres?
                Por un lado, pienso que es imposible que exista vida más allá de nuestro planeta; pero, por el otro lado, me resulta totalmente inconcebible que nosotros seamos los únicos seres que existimos en el inmenso universo; un lugar que no es infinito, pero sí inabarcable. En todo ese espacio difícil de contar, deben de existir algunos seres, ya no extraterrestres, sino extradimensionales; que hayan nacido en otra dimensión y que nosotros jamás podamos percibir si no nos adentramos en su dimensión; una dimensión en la que en verdad nunca podremos estar, pues nosotros nacimos para vivir en esta dimensión.
¿Cuáles son los logros más importantes en tu vida? 
                Quizá el más importante sea seguir viva después de haber sufrido tanto... pero el que más me conmueve y me hace sentir orgullosa es haber mantenido a mi lado los seres que más quise y quiero, aunque sea sólo en mis recuerdos. También es importante para mí haber aprendido a existir en esta vida, haber compuesto infinidad de canciones hermosas, saber tañer muchísimos instrumentos, ser capaz de emocionarme y experimentar sentimientos tanto bellos como dolorosos... Sí, creo que el mayor logro para mí es haber impedido que mi condición vampírica me arrebate el alma.

De toda tu existencia, elige brevemente tres momentos muy especiales para ti.
Esta pregunta me gusta muchísimo. A pesar de que, si la contesto con toda franqueza, desvelaré algunos momentos de mis memorias, la responderé con nostalgia y cariño. El primer momento que escogeré se halla en una noche muy lejana, perteneciente a mi vida humana. Tenía siete años y me sentía extremadamente agotada de caminar sin rumbo por la nieve, de que el frío me hiciese temblar y de creer que nunca podría templarme junto a una lumbre. De pronto, mis padres se atrevieron a llamar a la puerta de un hogar del que se desprendía muchísima calma y paz. Pensaba que quien vivía allí nos echaría de su lado, pero ocurrió todo lo contrario. Aquella fría y distante noche conocí a una de las mujeres más buenas con las que el destino pudo haberme cruzado. Se llamaba Elitza. Su mirada azulada me hizo sentir arropada al instante. Acogiéndonos en su casa y ofreciéndonos una sopa calentita, Elitza me hizo descubrir que la bondad y la compasión sí existían.
El segundo momento elegido lo viví la noche que me convertí en vampiresa. Después de sentirme siempre débil, extenuada, frágil e infinitamente vencible, por primera vez en mi vida, me percibía fuerte, eterna, mágica. Cuando descubrí que mis sentidos me ofrecían la posibilidad de detectar plenamente mi entorno, me pareció que todo el sufrimiento experimentado en mi vida humana había servido para vivir ese momento. Notar por vez primera cómo mi cuerpo se deslizaba inmensamente veloz por la nieve me convenció de que el tiempo, la muerte y la crueldad habían quedado para siempre lejos de mí.
Y, por último, escogeré un instante mucho más cercano a nuestro tiempo; el momento en que terminé de escribir mis memorias. Este instante, sin embargo, se compone de todos los momentos que han creado mi vida. Cuando ya no me quedaron más palabras que escribir, cerré los ojos y, tierna y raudamente, rememoré una vez más todo lo que me había ocurrido a lo largo de toda mi vida, todo lo que las palabras habían eternizado, y entonces me sentí infinitamente dichosa de haber existido en esta vida tan mágica y extraña, sobre todo porque la he vivido con seres maravillosos que nunca creí conocer, en lugares interminablemente bellos cuyo recuerdo siempre me acariciará el alma al evocarlo; pero lo que más me conmovió fue saber que mi presente se compone de todos esos momentos en los que fui feliz, los cuales siempre me alentarán a sonreír y a luchar incansablemente por la estabilidad de mi vida y de todos los que me rodean. Jamás podré arrepentirme de haber existido, sobre todo gracias a quienes componen mi pasado, mi presente y mi futuro.

Sinéad, pareces temer mucho decepcionar a los que te aman, tanto es así que puedes llegar a mentir u ocultar información para no herirlos. ¿Por qué te cuesta tanto pedir ayuda a tus seres queridos cuando alguna dificultad surge?
                Mi vida humana construyó mi carácter. Cuando yo fui humana, jamás me permití el privilegio de mostrarme débil ante mis padres, pues ellos siempre se esforzaban en aparentar serenidad y fuerza aun cuando incluso nos faltaba el aliento. Yo deseaba ser fuerte e invencible como ellos. Casi nunca lloraba delante de ellos, pues no quería hacerles sentir culpables. Sabía que, si me percibían extenuada e infinitamente desalentada, se culparían de no poder ofrecerme una vida mejor, y yo no quería que aquello sucediese. Durante las primeras noches de mi vida vampírica arrastré aquella concepción de la vida. Pedir ayuda suponía para mí confesar que las dificultades me habían abatido. No quería que Leonard se enterase de que había errado y temía que mis equivocaciones lo alejasen de mí. En mi vida humana perdí tantas cosas que me costaba creer que algo podía ser eterno a mi lado.

El mayor placer para ti es...
No, no puedo contestar con plena sinceridad a esta pregunta, pues su respuesta me hace sentir vergonzosa; pero, para no crear una mala impresión de mí, diré que lo que más me gusta es que él me abrace y sentir que el mundo que nos rodea se desvanece mientras nuestros sentimientos nos invaden completamente el alma y controlan nuestro cuerpo. Hundirme en sus ojos y experimentar en mi espíritu la fuerza del amor que nos une es lo más hermoso de la vida; mas también lo es aspirar el olor de la lluvia, notar la caricia de la nieve, escuchar cómo la voz del viento mece las hojas de los árboles, acariciar con los sentidos el curso de un río, sumergirme en una canción que envuelva mi corazón en nostalgia, mirar fijamente las estrellas y saberte tan pequeña como un granito de arena abandonado en las profundidades más lejanas del océano...

¿Qué te gusta más hacer en tu tiempo libre?
                ¡Huy, muchas cosas! Y algunas no me corresponde desvelarlas... ☺. No obstante, antes de contestar, me parece que, aunque me dé vergüenza, tengo que aclarar que mi tiempo es enteramente libre. No tengo ni una sola obligación. Es más, no sé qué se siente cuando estás obligado a hacer algo, pues yo lo he hecho todo siempre con amor... pero creo que lo que más me gusta hacer (que pueda confesarse) es perderme en las notas de mi arpa... tañer el arpa hasta que mis dedos protesten ☺.
 
Lo que más odias es...
Con respecto a mi propia vida, lo que más odio, sin duda alguna, es la sed. La sed es la sensación más desagradable, espantosa y destructiva que existe. No soporto notar cómo mi cuerpo se convierte en fuego y cómo ese incendio me impide pensar y sentir con claridad. Con respecto al mundo en el que existimos, lo que más odio es la pobreza. Sé que son palabras que muchos han pronunciado, pero quizá la mitad de personas que lo hayan hecho no tienen ni siquiera la noción más sutil de lo que es la pobreza. La pobreza es un camino quebrado, un destino desvaneciente, un cielo sin estrellas, un eterno invierno donde nada interrumpe el frío. Quienes hemos vivido en la pobreza más absoluta tenemos plena consciencia de lo que significa no tener absolutamente nada, nada, ni siquiera un pedacito de cielo que te proteja. Por ello, me enfurece profundamente ver que la pobreza sigue matando a mucha gente pese a existir las medidas para erradicarla.

¿Cuál es el lugar del mundo en el que menos te ha gustado vivir?
Nunca olvidaré los fríos, distantes y apáticos bosques de Naivulea, descritos en la segunda parte de mis memorias. Aquella naturaleza no tenía hermosura para mí. Los árboles aparecían llenos de hojas que sin embargo eran quebradizas y débiles, discurría por ese bosque olvidado un río anegado en residuos de muerte y las estrellas apenas relucían en el cielo que cubría aquel desierto de vida. Adoro el otoño y que la melancolía se refleje en la naturaleza; pero no podía admirarla en aquel bosque. Además, en aquel lugar viví los primeros momentos de mi vida vampírica en los que realmente me sentí totalmente sola y abandonada.

¿Qué invento de la humanidad es el que más te gusta y cual el que menos?
Los inventos que más me gustan son los instrumentos musicales cuya voz acaricie el alma al sonar. Los que menos me gustan son los que destrozan la naturaleza, contaminándola o destruyendo sus árboles... pero sin duda el invento que más detesto es la energía nuclear (en todas sus manifestaciones): bombas, centrales... No debería existir la posibilidad de destruir nuestro entorno y además creo que la naturaleza ya nos proporciona un sinfín de modos de crear energía. Lo lamentable es que no saben utilizarlos.

¿Hay algún personaje histórico, literario, etc., que haya sido vampiro?
                Por supuesto que sí. Muchísimos músicos, escritores, pintores y artistas que creemos muertos todavía no lo están; pero, evidentemente, tengo rotundamente prohibido desvelar de quiénes se trata. Además, muchos fueron convertidos por vampiros que forman parte de mis recuerdos... pero nunca me atreví a revelar esos hechos.

De todos los humanos a lo largo de la historia, ¿por cuál sientes más admiración? ¿Y por cual más animadversión?
Sin duda, la persona que más admiré, admiro y admiraré siempre es mi madre. Ningún humano jamás podrá ser más bueno, luchador y comprensivo que Klaudia. Ni la pobreza, ni el hambre, ni el frío ni todas las pérdidas que hicieron temblar nuestra vida pudieron derrotarla. Siempre pugnó por nuestra existencia en contra de dificultades que ni siquiera la naturaleza podía soportar. Siempre la querré con todo mi corazón.
Me cuesta escoger un solo humano por el que sienta animadversión, pues, lamentablemente, en muchísimas ocasiones a lo largo de toda mi vida he experimentado un odio muy potente y generalizado por la especie humana y llegaba a creer que no existían diferencias entre una persona y otra, puesto que la forma en que la humanidad se ha comportado siempre con nosotros y consigo misma no ha variado a lo largo de la Historia. No puedo elegir a un solo humano. Detesto a todos los humanos que permiten que la rabia, la intolerancia y la incomprensión los dominen. En realidad son los seres más destructivos. Cuántos humanos pueden ser odiados en una guerra, en una masacre...

Leonard te transforma en vampiresa y se convierte para ti en un nuevo padre. Esta relación puede parecer extraña. Demuestras una confianza ciega en él, casi desde el primer momento y los lazos que os unen son muy especiales. ¿Qué hace que lo llegues a considerar una palabra tan importante como “padre”? ¿Y qué diferencias supone respecto a lo que sentías por tu padre mortal?
                Leonard es mucho más que mi padre; es mi creador, mi maestro, mi guía, alguien que forma una gran parte de mi ser. Leonard me transformó en vampiresa con cariño, detenimiento y paciencia, me entregó con su sangre todo el amor que él sentía por mí, toda la protección con la que quería envolverme y su deseo de que yo lo quisiese tanto como él me quería a mí. Todos sus sentimientos y anhelos se convirtieron en un inquebrantable lazo que nos funde en una única existencia. Es un lazo que únicamente siente su creación con su creador si él la ha convertido con amor y dulzura... Es un lazo precioso que me hace sentir viva, que me hizo sentir viva desde el primer instante en el que mis ojos captaron el mundo que me rodeaba cuando me convertí en vampiresa. La primera vez que lo miré a los ojos supe que él era mucho más que mi creador. Su mirada estaba anegada en tanta sabiduría, paciencia y cariño que me percibí acogida al instante. Precisamente el amor que siempre le profesé a mi padre humano me hizo comprender que Leonard era mi nuevo y eterno padre; el único padre que la naturaleza me ofrecía. Sin embargo, no lo considero únicamente mi padre por el lazo que nos une, sino porque sé que para él yo soy la única hija que desea tener. Sí, sí existen diferencias entre el amor que sentía por mi padre humano y el que le profeso a Leonard. A Ernest lo quise siendo humana, en momentos delirantes, durante una vida totalmente vacía. Ernest luchó por entregarme un presente que me arropase, pero el hambre destruía continuamente sus esfuerzos. A veces la pobreza me hacía sentir tan triste que ni siquiera podía refugiarme en saber que no estaba sola. Por Ernest sentí un cariño y un respeto inmenso que nunca desaparecerán; pero a Leonard comencé a quererlo siendo vampiresa. Mis sentimientos están muchísimo más intensificados que los que experimenté siendo humana, por lo que puede decirse que en mi vida vampírica quiero muchísimo más que nunca... Además, lo que más me conmueve es que Leonard es fuerte tanto física como anímicamente y que siempre me quedará el cobijo de sus brazos... aunque la distancia, el tiempo y otros matices de la vida quieran separarnos.

Es mágico cómo aprendes a leer con los manuscritos y tu amor por las letras. Si tuvieras que elegir un libro de todos los que has leído, ¿cuál elegirías y por qué?
                Es totalmente imposible para mí escoger un solo libro de todos los que he leído a lo largo de mi vida, pero me parece que me quedaría con Las metamorfosis de Ovidio. Además de ser precioso por cómo está todo escrito, contiene muchísimas historias que mi padre humano me explicó cuando el hambre hacía temblar mi vida... Conseguía desprenderme de la debilidad y la pena y adentrarme en mundos inmensamente mágicos y sorprendentes. Es el libro más legendario de la Historia.
¿Crees que los vampiros os deberíais presentar a la humanidad e intentar convivir juntos?
Durante muchísimos años, anhelé que la sociedad nos aceptase y que pudiésemos convivir pacíficamente con los humanos; pero mis experiencias y el tiempo me han enseñado que la humanidad no está preparada para aceptarnos. Creo que los humanos no nacieron para saber que existimos, pues somos demasiado extraños para ellos, sobre todo por las facultades de las que gozamos. Para que pudiésemos habitar en este mundo siendo totalmente libres, la humanidad tendría que cambiar su modo de pensar y creo que eso nunca ocurrirá.

¿No tienes que cepillarte o limpiarte la boca tras alimentarte para evitar el mal aliento?
                Afortunadamente, cuando la sangre se adentra en mi ser, su olor no emana ni de mi respiración ni de mis gestos. No obstante, a veces sí me he sentido obligada a enjuagarme la boca con agua tras alimentarme, pues lamentablemente la sangre arrastra otras sustancias...

¿Cuánto mides y pesas?
                Mi altura es siempre la misma, al contrario de lo que sucede con mi peso, que varía según cómo me haya alimentado o la sangre que quede en mi cuerpo. Mido un metro y setenta y cinco centímetros y suelo pesar alrededor de los cincuenta kilogramos.

¿Celebras la Navidad? ¿Cómo?
                Pues, no, no la celebro y no creo que lo haga nunca, puesto que, para celebrar algo, debe creerse plenamente en el porqué de dicha festividad y yo en absoluto creo en la religión cristiana. Además, considero la navidad unas fiestas totalmente diseñadas por la humanidad para consumir. No niego que puedan ser preciosas, sobre todo por cómo se adornan las calles, los edificios, las casas... pero lamentablemente también me parecen unas fechas anegadas en hipocresía. Muy pocos celebran la navidad porque les salga del corazón. Hubo un tiempo, allá en los años ochenta del siglo XX, que sí la celebré haciéndome regalos con alguien muy especial para mí, adornando a nuestro modo nuestro hogar... pero dejé de hacerlo cuando me apercibí de cuánta falsedad e interés se escondían tras cada uno de esos días.

¿En qué idioma piensas?
                Sé hablar tantos idiomas que no puedo pensar en un solo idioma. Según el día, pienso en el dialecto sueco que me vio nacer y crecer, en latín, en griego... pero llevo tiempo pensando únicamente en el actual español de España.

Hablemos de amor, Sinéad, ¿cuántas veces te has enamorado? ¿Quién fue tu primer amor? ¿Quién te gustaría que fuera el último? ¿Y qué es el amor para ti?
            Huy... el amor... El amor es lo más hermoso de la vida, pero también, sin duda, lo más doloroso. Cuando el amor anega tu presente, te sientes el ser más dichoso de la Historia; pero, cuando deseas entregarle tu amor a alguien que no puede estar junto a ti, ese sentimiento tan puro y resplandeciente se vuelve puñales que se hunden en lo más profundo de tu alma y te la rasgan sin la menor estela de consideración, sobre todo si tu corazón ama a alguien que ya no se halla en la vida... Anhelas darle todos los abrazos y los besos que albergas en tu alma, entregarle tu vida con cada mirada, palabra y caricia, y saber que no es posible, que nunca más podrás hundirte en esos ojos que tan tiernamente te miraron te hace pensar que en verdad ya no existe destino para ti.
            Mas el amor es sobre todo dicha. Es hermoso sentir que haces feliz a quien amas entregándole tu vida con cada beso, caricia, abrazo... Sentir que le haces tan feliz es lo más bello de la vida y también percibirte tan amada te convence de que es necesario existir en esta vida, te hace olvidarte de los momentos más delirantes de tu existencia... y crees que la vida solamente se compone de momentos relucientes, cálidos y preciosos.
            Pues creo que me he enamorado cinco veces a lo largo de mi existencia. Parecerán pocas, y lo son; pero esas son las veces que me enamoré de seres que podían comprender mis miradas. Casualmente todos me correspondieron. No obstante, pienso que en mi vida no me he enamorado únicamente de seres que me entregaron su vida, sino de canciones, de melodías, de la voz de la naturaleza, de una imagen hermosa que me robó el aliento, de un instante, un cuadro o escultura, un deseo... De ese modo jamás podré contar cuántas veces me enamoré ☺. Soy capaz de reconocer que cuando una canción me enamora me siento tan arropada como cuando él me abraza...
            Mi primer amor fue Agnorl; un hombre muy bueno, bello y soñador. Cuando me enamoré de él, ni siquiera conocía ese sentimiento tan hermoso. Cuando empecé a sentirlo, no comprendía lo que me sucedía... y él me lo hizo entender; pero nuestra historia lamentablemente fue tan breve... mas su brevedad la vuelve mágica.
Y me gustaría que mi último verdadero amor fuese Eros. Su alma y la mía se han fundido de tal forma que sería imposible existir separados o pensando que el otro se ha desvanecido. Lo amo con una fuerza que ni siquiera la naturaleza puede controlar, con tanta pasión y entrega que incluso yo misma me estremezco cuando experimento en todo mi cuerpo el ímpetu de este hermoso amor...

Lo de alimentarte quitando vida va un poco en contra de tus principios de respetar la naturaleza. ¿Es esto lo que más te cuesta de la vida de vampiresa o cuál es la regla impuesta por tu nueva naturaleza que te resulta más difícil llevar a cabo?
                Efectivamente, matar para alimentarme es lo que más me cuesta. Existen otras formas de alimentarnos, verbigracia, beber un poco de sangre sin perdernos en el éxtasis que la sangre nos hace sentir, pero ese modo de subsistir es frío e insatisfactorio. No obstante, considero muchísimo más denigrante alimentarse de animales que de personas, puesto que los animales son plenamente inocentes por desconocer el bien y el mal. En cambio, las personas, teniendo la capacidad de deslizarse por los caminos más puros de la vida, optan por malgastar su existencia dañando a los demás. Mas también me cuesta aceptar que debamos permanecer ocultos de la sociedad... Quizá eso cambie a partir de ahora. También me hirió muchísimo saber que la luz del sol no puede formar mis días... Es lo que más cuesta...

¿Eso significa que sigues matando para alimentarte?
                Lamentablemente sí, sí mato cuando me alimento. Hay temporadas en las que me siento capaz de renunciar al éxtasis de la sangre para procurarme una alimentación que no me haga sentir culpable; pero dichas temporadas son muy efímeras y enseguida vuelvo a convertir la vida en muerte cuando consigo la sangre. No obstante, la mayoría de veces les arrebato la sangre a humanos cuya vida no significa nada para el mundo ni para nadie o cuyos pensamientos están impregnados de malas intenciones o propósitos escalofriantes. También son víctimas de mi alimentación personas absolutamente ricas que quieren lograr enriquecerse perjudicando a personas inocentes. Debo confesar que me gustaría muchísimo deshacer la vida de muchísimos humanos que están destruyendo los lugares donde viven engañando a los ciudadanos, pero no puedo hacerlo porque entonces investigarían profundamente la forma en que murieron y no puedo arriesgarme a que me descubran de ese modo...

Y por último, Sinéad, tras publicar tu biografía, ¿piensas seguir escribiendo?
                Por supuesto que sí. ¡Aún albergo en mi imaginación un sinfín de historias preciosas que me gustaría que leyeseis! Y, si me lo permiten, algunas de ellas estarán protagonizadas por esos seres mágicos que sé que existen o por vampiros que fueron humanos realmente conocidos y cuya muerte quedó muy confundida y difusa para la humanidad.
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Tras la entrevista, invitamos a Mercedes Clická a tomar un refresco (refrescos que guardamos en la nevera para situaciones como aquélla). Se marchó satisfecha, asegurándonos que volvería cuando menos nos lo esperásemos.