Mi nombre es Sinéad Lindqvist.
Mi vida tuvo comienzo hace poco más de mil seiscientos años. Tras convertir en
palabras todos mis recuerdos, me gustaría transmitir mis pensamientos,
sentimientos y algunas vivencias en este rincón. Hace poco acabé de reflejar mis
años y experiencias en un libro llamado La
dama de la noche. Durante catorce partes, he materializado todo lo que mi
memoria alberga. Quienes hayan leído La
dama de la noche pueden conocerme; saber qué siento, pienso, cómo soy.
Mi
condición vampírica me ha permitido vivir más de mil seiscientos años en un
mundo cuya apariencia muda raudamente con el paso del tiempo. El tiempo y la
Historia han tornado irreconocibles los lugares donde yo habité, me han separado
de seres que yo creía parte esencial de mi existencia, en los que yo atisbaba
el comienzo de mis instantes. Mas en este rincón no pretendo relatar las
experiencias que ya escribí en La dama de
la noche, sino confesar sentimientos escondidos, desvelar palabras que tracé
hace un tiempo inconcreto, palabras que permanecen flotando en las brumas del
olvido y que me gustaría recuperar. También deseo acercarme a quienes me
conozcan para comunicarme con ellos mediante estas intangibles letras. Este “Blog”
será un recoveco donde mis reflexiones y escritos podrán ser libres. Será como
una especie de diario donde intente revelar cómo me siento o sucesos que me
hayan ocurrido recientemente, pues en La
dama de la noche ya no caben más palabras...
No
sé si publicaré con asiduidad, pero intentaré hacerlo siempre que mi alma me lo
pida.
Podría
empezar describiendo sutilmente el lugar donde habito. Se trata de un pequeño
poblado rodeado de árboles ancestrales de tronco invencible y de copa frondosa,
cercado por altas y gruesas montañas cuya cumbre se esconde entre las nubes.
Adoro la naturaleza; su olor, su voz, sus matices, sus texturas... Soy irrevocablemente
incapaz de habitar en un sitio donde no suspiren los bosques, los ríos o el
mar. La naturaleza se alberga en mi alma cuando me hundo en sus colores, cuando
el viento roza mi piel.
Mi
casita es grande y acogedora. Vivo con la otra mitad de mi cuerpo, de mi corazón,
de mi alma; un hombre infinitamente bueno, luchador y romántico que crea sueños
junto a mí, que me acaricia tan sólo con mirarme, que me protege entre sus
brazos, aunque en este lugar apenas necesito ser amparada; mas él me resguarda
de la voz de mis pasadas vivencias, las que aún gritan ensordecedoramente por
dentro de mí intentando deshacer suavemente la cálida felicidad que impregna
mis días.
Si
no fuese por él, yo no habría sido capaz de comenzar a escribir en este rincón impalpable
e inconcreto. Debo confesar que soy enemiga de los inventos de los humanos. No
logro entenderme prácticamente con ningún aparato, aunque lo intento. Los
ordenadores son para mí como un mundo inaccesible y totalmente incomprensible hecho
de tierras inescrutables. Escribir con un ordenador me parece muy frío y
distante, pues yo no puedo tañer los folios que relleno con mis palabras; si me
equivoco, no puedo reflejarlo con esos garabatos que desvelan inseguridad; no
puedo hundir mi pluma en mi antiguo tintero, y lo más importante para mí es que
las letras que describen mis sentimientos o pensamientos no reflejan mi
carácter ni los sentimientos que tiñen mis palabras. Son letras gélidas,
apáticas y sin carácter que se esconden tras una pantalla más fría aún. No
obstante, escribir con ordenador también puede tener sus curiosas ventajas:
todas las palabras resultan inteligibles. En muchas ocasiones, cuando escribía
permitiendo que mis sentimientos construyesen todas las frases, inevitablemente
mi alma se desprendía de la concentración y viajaba a través del tiempo hasta
ese recuerdo que me hallaba materializando, por lo que, desafortunadamente,
algunas palabras aparecían confusas, borrosas. También ocurría que mi mano se agotaba
de volver palabras algo tan inmaterial como las emociones o los recuerdos.
Entonces mi letra destilaba extenuación, languidez. En cambio, ahora, si me canso
de escribir, estas palabras seguirán aparentando la misma fortaleza y
seguridad.
Este
presente está volviendo inconcreto y abstracto todo lo que nos rodea, está
devorando la tangibilidad de las cosas, está arrebatándonos de las manos todo
aquello que podemos palpar para saber que lo tenemos ahí, que en verdad existe.
Ahora los libros no son más que una pantalla tras la cual se esconden palabras
frías, de caligrafía demasiado inteligible. Las emociones solamente se reflejan
en las palabras empleadas y en el modo de combinarlas, no en su forma o sombra.
Lo que más me duele es que lentamente se olvidan esos libros antiguos que
desprenden olor a tiempos pasados, a lugares húmedos y remotos, y solamente
interesan esas palabras escritas todas con la misma letra, leer sin pasar las
páginas. Las nuevas tecnologías están exterminando el encanto del arte: la música,
la literatura, el cine.
Todos
los que me rodean me aconsejan que debo aprender a utilizar estas máquinas,
pues, según dicen, son el futuro; pero yo he vivido mil seiscientos años sin
necesitar utilizar un ordenador, sin escuchar música en ese aparatito pequeño
que se conecta a tus orejas. Cuando necesitaba escuchar una canción, yo misma
alcanzaba mi arpa o cualquier instrumento para poder soñar con mis trovas o
buscaba a alguien que estuviese dispuesto a hacerme volar con melodías que
acariciaban el alma al sonar. Ahora, la música se halla en todas partes (lo
cual no me desagrada en absoluto). Lo que me entristece es que ahora apenas se
les presta atención a las necesidades de cada artista. Los discos de música se
consiguen de la forma más fría que jamás pude imaginarme. ¿Dónde quedó la
ilusión de comprarte un disco de vinilo, por ejemplo, abrirlo, tañer su extraño
tacto, aspirar el aroma a nuevo que desprende?
Esta
sociedad crea de forma imparable, inalcanzable, masiva. Ya no se aprecia la
belleza de un solo producto, sino la del conjunto de una infinidad de productos.
No, no me gustan en absoluto la apariencia y funcionamiento de este mundo y realmente,
si me adapto, es porque los demás me lo piden. El transcurso del tiempo y los
avances me alejan cada vez más del instante de mi nacimiento, pero sin embargo
me acercan al aspecto y hermosura de mis noches.
5 comentarios:
¡Vuelve Sinéad! Todavía estoy leyendo La Dama de la noche, pero con este blog se que sus aventuras no llegan a su fin con el último libro publicado. Como siempre, profundo e intenso. Siempre ha sido una vampiresa muy sentimental, que se deja llevar por las emociones y eso se ve plasmado en esta primera entrada. Sigue siendo muy crítica con la sociedad actual y sus avances tecnológicos, y lo cierto que en parte tiene razón, las cosas ahora son más impersonales. Mejoran en unos aspectos pero se pierde esa magia que lo hacía todo más especial. Menos mal que se adapta a las nuevas tecnologías, gracias a eso podemos disfrutar de este blog. Otra cosa que me gusta es que se la ve feliz, añora tiempos pasados y recuerda a seres queridos que ya no están, pero vive con ello y es feliz con ese maravilloso e impresionante vampiro que tiene a su lado (¡y que suerte tieeneeeeee!. Espero leer muchas entradas más como esta.
Muchas gracias por tus palabras y apoyo, Wensus :). Me alegra que te complazca mi regreso :)
Sentir que tú no estás me hace sentirme huérfano; no, nuestro mundo te necesita, por extraño que pueda parecer, ya que la mayoría ignora tu existencia; pero el mundo es menos duro cuando tú estás en él. Fuiste humana unos breves años, pero eso te une, de algún modo, a todos nosotros. Gracias por escribir desde tu lejana y blanca isla, el ordenador, que tan poco te gusta, nos permite estar en contacto... y así nuestra vida es un poco más mágica y feliz.
Tus palabras me han llegado al corazón y me han llenado los ojos de lágrimas. Gracias por decirme algo tan bonito. Sí, el mundo tiene sentido si vosotros estáis conmigo de un modo tan sincero y hermoso. Muchas gracias. Vuestras palabras me animan mucho.
No podría haber palabras más profundas y hermosas para el inicio de este blog. Me alegro mucho de que vuelva Sinéad.
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