lunes, 19 de enero de 2015

UN MÁGICO CUMPLEAÑOS - 01. LAS SORPRESAS MÁS ENTRAÑABLES


UN MÁGICO CUMPLEAÑOS
01. LAS SORPRESAS MÁS ENTRAÑABLES
Hay ocasiones en las que la vida te sorprende luminosamente, en las que crees que estás viviendo momentos que jamás pudiste imaginarte, momentos propios de un sueño mágico en el que todo es posible, en el que la faz más brillante y bondadosa de la vida se presenta inquebrantable y eterna ante tus ojos. Ni siquiera en la tierra onírica del soñar existen esos instantes en los que toda la felicidad y la dulzura de la vida se concentran hasta hacerte olvidar las tristes sombras de tu pasado.
Y yo viví uno de esos momentos justo ayer, cuando Eros me despertó suavemente, llamándome con una voz impregnada de cariño y respeto. Eros nunca solía despertarme, a menos que fuese totalmente necesario y urgente, por lo  que abrí los ojos sintiéndome muy desorientada y algo asustada; pero enseguida me calmé, pues los ojos de Eros exhalaban una felicidad y una serenidad que me arroparon tiernamente, convenciéndome de que junto a él jamás podría sucederme nada lamentable. No obstante, aunque su oceánica mirada me hubiese sosegado, mi alma se llenó de intriga y desconcierto. Con una voz somnolienta, le pregunté con amor:
     ¿Qué ocurre, vida mía? ¿Sucede algo raro? —Al oír aquellas palabras, Eros agachó los ojos y se rió con mucha ternura—. ¿De qué te ríes? Tienes una mirada muy revoltosa —le dije sonriéndole con muchísima felicidad y dulzura mientras lo abrazaba.
     ¿Acaso no sabes qué día es hoy, mi Shiny? —me cuestionó travieso dejándose caer entre mis brazos y besándome después en el cuello, haciéndome estremecer.
     Hoy es... es... Ay, todavía no me he ubicado en el tiempo —me quejé acomodándome entre sus brazos—. Tengo sueño, amor mío...
     Intenta ubicarte en el tiempo, anda...
     Pues... hoy es domingo, creo...
     Pero ¿qué día del año? —me preguntó acariciándome los cabellos.
     Huy... No sé... Sabes que soy muy mala para las fechas —me reí con mucha vergüenza.
     Está bien... te lo diré: hoy es dieciocho de enero.
     Huy... sí, es cierto...
     ¿Y qué es hoy, entonces? —me sonrió alzando la cabeza y mirándome a los ojos.
     Es mi cumpleaños... —contesté ruborizada.
     Mi Shiny —se rió acariciándome las mejillas.
     Siempre te acuerdas de mi cumpleaños... y le das demasiada importancia —protesté con timidez y emoción.
     ¿Acaso no la tiene? Hace...
     No, no lo digas —seguí quejándome escondiendo mi rostro en su pecho.
     ...mil seiscientos veintiún años que nació la mujer de mi vida...
     Mil seiscientos veintiún años no... menos...
     Sí, sé que tienes mil seiscientos tres años si contamos solamente tu vida vampírica; pero a mí me gusta incluir los años que viviste siendo humana... ¿O acaso no son importantes, mi Shiny?
     Sí, pero entre nosotros no es costumbre contar también los años que vivimos siendo humanos —me reí con cariño revolviendo sus nocturnos cabellos.
     No importa cuántos años tengas, mi Shiny. Lo que importa es que hoy es una noche muy especial.
     ¿Ya es de noche? Percibo que todavía no ha oscurecido...
     Queda una horita para el anochecer —me confirmó sonriéndome con mucha complacencia—. Te he despertado antes de que se haga de noche porque tienes que ponerte muy guapa, aunque para mí ahora mismo estás infinitamente preciosa recién despertadita, con esos ojitos enrojecidos y con este camisón tan... tan sensual y delicado...
     ¡Eros! Me parece que me has despertado antes por otra cosa —me reí con placer y ternura al notar que me abrazaba con más pasión.
     Sí, también; pero no podemos permitir que se nos haga tan tarde como cuando teníamos que ir a la fiesta de Scarlya y de Leonard. Por cierto, nos fuimos de allí al día siguiente sin despedirnos de nadie, ¿y tú no tenías que mantener una conversación importante con Arthur? —me preguntó de pronto, exaltado y sorprendido—. Han pasado por lo menos cuatro días...
     Es cierto; pero entre una cosa y otra...
     Bueno, no importa...
     Contigo también tenía que mantener una conversación muy importante.
     Lo recuerdo; pero te prometo que la mantendremos en otro momento más especial, en otro lugar mucho más entrañable...
     ¿Más entrañable que nuestro pisito?
     Sí, mi Shiny. Venga, ve a escoger el vestidito que más te guste... Ve a bañarte... Tengo que llevarte al castillo de Leonard...
     ¿Por qué? Yo pensaba que lo celebraríamos solamente tú y yo...
     Sí... bueno... NO puedo decirte nada, Shiny. Date prisa. Nos esperan a las siete de la tarde.
     Son las cinco y media...
     ¿Cuánto crees que tardas en el baño, Shiny? —me preguntó con mucho amor mientras ya se separaba de mí.
     Me apetecía... estar contigo... Podrías darme ese regalito —le pedí con vergüenza.
     ¡Shiny! —se rió complacido.
No importaba que yo dispusiese de todo el tiempo del mundo; siempre se me hacía tarde, aunque me diese una prisa inquebrantable y agobiante. Salimos de nuestro hogar más tarde de las siete y nos dirigimos tan rápidamente hacia el castillo de Leonard que apenas percibí el color de la noche. Antes, por supuesto, nos detuvimos unos instantes en una ciudad cercana para poder alimentarnos; pero ni siquiera en esos momentos logré captar el aroma del anochecer. Cuando al fin nos situamos enfrente de la puerta del hogar de Scarlya y de Leonard, Eros llamó con impaciencia y felicidad al mismo tiempo. No podíamos evitar reírnos tiernamente cada vez que nuestras miradas se cruzaban. No entendía por qué el tiempo se ponía siempre en nuestra contra.
     No hay manera, Shiny. Siempre llegamos tarde, aunque te despierte a las dos del mediodía —me susurró Eros en el oído—. Por cierto, no te he dicho que estás inmensamente preciosa con ese vestidito azul. El azul marino les da a tus ojos un color muy especial.
     Gracias... —le sonreí complacida y vergonzosa.
Scarlya nos abrió a los pocos segundos. Sus pasos resonaron llenos de nervios e intuí que estaría igual de estresada que la noche en la que habían celebrado aquella fiesta tan especial. En cuanto nos tuvo enfrente, nos dedicó una mirada llena de incomprensión y a la vez de divertimento. Inesperadamente, sonrió amplia y luminosamente y, abrazándome con mucha ternura, me deseó:
     ¡Felicidades, Sinéad! Aunque hayas llegado tarde otra vez, esta noche será muy especial. Felicidades, mi querida amiga. Espero que pueda felicitarte hasta la eternidad, cariño.
     Gracias, Scarlya; pero no creo que haya que montar tanto revuelo cada vez que cumpla años... pues llegará la noche en que os cansaréis de celebrarlo —me reí con vergüenza y emoción.
     Mientras todos estemos vivos y unidos, no habrá año que no celebremos tu cumpleaños. Para muchos eres la mujer más importante de nuestra vida...y queremos demostrártelo; pero no seguiré diciéndote estas cosas, pues acabarás emocionándote —se rió con cariño—. Pasa, por favor...
     Sois... sois mágicos —me reí con amor.
Eros y yo nos adentramos en la morada de Scarlya y de Leonard con paciencia y ánimo. Yo estaba muy nerviosa, pero intentaba que nadie lo advirtiese. Me aferraba casi con desesperación a la mano de Eros para que su presencia me serenase, pero, conforme íbamos acercándonos al salón, hacia donde Scarlya nos conducía, aquellos nervios que se habían arremolinado en mi estómago se fortalecían imparablemente. Mi alma deseaba revelarme que aquella noche sería mucho más mágica y especial de lo que yo me imaginaba. Era como si mi alma intuyese algo en lo que yo era incapaz de pensar.
     Tranquilízate, mi Shiny. Todo irá bien, amor mío. No estés tan nerviosa —me pidió Eros acariciándome la mano con sus varoniles dedos.
     Ay, ¿cómo has notado que estoy nerviosa?
     Por cómo me aprietas la mano —me contestó deteniendo nuestro paso—. Te prometo que nada irá mal y que todo saldrá bien.
     No estoy nerviosa por eso. Además, no puedo ni imaginarme lo que me habéis preparado. Estoy nerviosa por otro motivo... pero no sé explicarlo. Es como si mi alma intuyese algo que yo no puedo ni figurarme...
     Hazle caso a tu alma, pues ella nunca se equivoca —me recomendó volviendo a caminar.
Scarlya nos sonrió con complacencia y complicidad mientras abría la puerta del salón, de donde empezó a emanar una música que yo conocía demasiado bien. Sonaba un arpa tranquila, una gaita profunda y una flauta muy dulce acompañadas de unos poderosos tambores. Aquella música me hizo evocar un sinfín de recuerdos que me presionaron el alma en cuanto anegaron mi mente. Enseguida me vi bailando y cantando en medio de los bosques de Hispania, buscando la luz de la luna entre las nubes, permitiendo que las estrellas centelleasen en mis ojos. Traté de que aquellos recuerdos no me hiciesen sentir melancólica, pero la nostalgia que desprendían me oprimió el corazón y estuvo a punto de llenarme los ojos de lágrimas. La trova que sonaba era aquélla que yo le había dedicado a Dagda y a su eterna arpa, una canción que había formado parte de mi vida desde que descubrí la belleza de la música.
     Esa canción... —susurré emocionada intentando no llorar—. Hace tanto tiempo que no la escucho...
     Todos esos instrumentos necesitan que tú cantes, así que... cierra los ojos y... confía en mí —me pidió Eros tomándome con más fuerza de la mano—. No los abras hasta que yo te suelte de la mano. Entonces tendrás que cantar cuando creas que la trova más lo necesita. ¿Me has entendido?
     Sí, pero... no era necesario que hicieseis todo esto... —musité incapaz de impedir que los ojos se me llenasen de lágrimas.
     Trata de permanecer serena, mi Shiny —se rió cariñosamente retirándome con sus dulces dedos una lágrima que estaba dispuesta a resbalar por mis mejillas.
     Lo intentaré, amor mío.
     Cierra los ojitos. Confía en mí.
Entonces Eros se introdujo tomándome de la mano con amor en el salón. Enseguida sentí en mi piel el calor de todas las velas que ardían en aquellos hermosos y enormes candelabros que tantos años tenían, aspiré el olor de muchas almas, percibí silenciosamente el colorido brillo de esos pábilos temblorosos y noté cómo la música me envolvía. El repicar de aquellos potentes tambores parecía querer retornarme los latidos de mi inerte corazón, las notas que la gaita arrastraba se adentraron en mi alma portando todos los recuerdos que aquella canción albergaba y el lluvioso sonido del arpa pareció mezclarse con todos mis sentimientos, como si mi alma también fuese un arpa tañida suavemente por la melancolía y la emoción.
De repente, Eros soltó mi mano a la vez que la melodía de la canción y todos los instrumentos que la formaban me pedían que empezase a cantar cuanto antes, entonando aquellos versos tan hermosos que yo le dedicaba a la mágica arpa de aquel antiguo dios. Creía que sería incapaz de cantar con serenidad, pero me esforcé por lograr que mi voz sonase dulce, clara y nítida.
Y entonces abrí los ojos cuando por mis labios se escapaban los primeros versos de aquella canción tan hermosa y ancestral. Estuve a punto de dejar de cantar cuando mis ojos se encontraron con la mirada de todos aquéllos que me observaban y me escuchaban con tanta atención y amor. Una emoción inmensamente fuerte, desgarradora y poderosa me anegó el alma y sentí que me asfixiaba, que era incapaz de soportar tanta y tanta felicidad. No pude evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas. Los cerré antes de que todos aquellos seres que me sonreían con complicidad y cariño advirtiesen que el crepúsculo de mi mirada se había convertido en un mar oscurecido por el llanto.
Seguí cantando, aunque en realidad no sabía de dónde provenía mi voz, si de mi cuerpo o de mi alma, o tal vez emanase de un espíritu que no me pertenecía, pues todos mis sentidos y todos mis sentimientos se habían despegado de ese instante. Me preguntaba qué hacían ellos allí, en qué momento de la vida se habían distanciado de su hogar para acudir a mi lado. Anhelé que aquella trova tan mágica se terminase cuanto antes para que pudiese dirigirme hacia ellos y abrazarlos con un amor inmensurable.
Al fin, logré entonar nítidamente todos los versos de aquella canción tan hermosa. Cuando todos los instrumentos se hubieron silenciado, todos me aplaudieron con amor y complicidad. Todos sabían que las ganas de llorar de alegría más potentes de la Historia se habían congregado en mi corazón y que me sentía incapaz de retener mis sentimientos.
Necesitaba correr hacia ellos, pero parecía como si mi cuerpo se hubiese desprendido de la capacidad de moverse. Permanecí con los ojos cerrados, tratando de controlar mis emociones, rogando que alguien se acercase a mí para abrazarme, pues lo requería con desesperación.
     Brisita...
Fue lo único que pude decir. Susurré su nombre con tanto amor que noté que todos se estremecían. No podía creerme que ella estuviese allí. Hacía muchos meses que no nos veíamos, que yo no me hundía en el ocaso de sus mágicos ojos, y necesitaba tanto verla que a veces me creía incapaz de respirar, de vivir, de soñar. Y Brisita estaba allí, enfrente de mí, y había percibido que me miraba con un amor que no podía caber en el mundo, en nuestro mundo, en este mundo tan lleno de injusticias y maldad... pero ella estaba allí, allí, en un lugar que carecía de magia... un lugar que se había vuelto mágico gracias a su presencia.
     Brisita —musité incapaz de retener las ganas de llorar por más tiempo. Me cubrí los labios con mis manos para que no percibiesen mi emoción.
     Hola, Sinéad, cariño —me susurró Brisita acercándose a mí, al fin—. Tranquilízate, ya estoy aquí, mamá —me dijo mientras me abrazaba.
     Estás tan hermosa, cariño... y necesitaba tanto verte, tanto... —me quejé dejándome caer entre sus brazos.
En Lainaya, Brisita y yo habíamos sido igual de altas cuando ella había crecido; pero, en nuestro mundo, Brisita no era tan alta como yo. Su pequeña estatura la hacía parecer frágil, pero en esos momentos ella parecía ser la madre y yo la niña que, asustada, se despierta de una pesadilla temiendo la oscuridad. Brisita me abrazó con tanto cariño y respeto que enseguida encontré las fuerzas y los ánimos para serenarme. Me esforcé por dejar de llorar cuanto antes para poder conversar serenamente con todos los que habían venido a festejar mi cumpleaños. De repente, creí que yo no me merecía recibir y sentir tanta felicidad.
     ¿Qué hacéis aquí? —le pregunté a Brisita retirándome las lágrimas con mi fiel pañuelo.
     Tenemos muchas cosas que contarte —me contestó ella tomándome de la mano y dirigiéndose hacia un sofá donde todos estaban sentados. Yo me acomodé entre Brisita y Eros, intentando calmarme definitivamente—. Hemos venido porque Arthur y Eros intentaron comunicarse con nosotros... Además, en Lainaya sabíamos que hoy era tu cumpleaños.
     ¿Cómo consiguieron comunicarse con vosotros? Yo he intentado hacerlo muchas veces, y nunca lo he logrado —me quejé tierna y vergonzosamente.
     Verás, entre Arthur y Lainaya existe un vínculo muy fuerte... y entre tú y Lainaya también, pero a veces ese vínculo se llena de nostalgia y es imposible utilizarlo. Tú nos extrañabas tanto que eras incapaz de comunicarte con la magia... —me explicó Brisita con paciencia.
     Pero ahora no te preocupes por eso, Sinéad. Estamos aquí para celebrar tu cumpleaños. Te prometo que te explicaremos todo lo que desees saber cuando esta noche se termine —me aseguró una voz maternal llena de ternura y amor.
     Parece un sueño, un sueño tan hermoso... Zelm, Zelm —la apelé mirándola con desesperación. Anhelaba que me abrazase cuanto antes—. Creía que nunca más volvería a verte —lloré de nuevo sin poder evitarlo.
     No, jamás debes pensar en la palabra nunca, adorable Sinéad —me consoló Zelm situándose enfrente de mí para abrazarme. Entonces me percaté de que todos los habitantes de Lainaya eran más pequeños que todos nosotros. Zelm parecía una niña indefensa que puede esconderse tras los troncos de los árboles—. No nos gusta mucho este mundo, realmente, pero no nos importa estar aquí si así conseguimos hacerte feliz. Yo nunca he viajado a la Tierra. Es la primera vez que estoy aquí; pero no me arrepiento de haber hecho este viaje. No obstante, no podemos quedarnos más de un día. Recuerdas que en Lainaya el tiempo pasa mucho más rápido, ¿verdad?
     Sí, lo recuerdo —le aseguré acariciando sus níveos y suaves cabellos.
     Disponemos solamente de dos horas... —me comunicó una voz varonil cuyo sonar me hizo evocar un sinfín de recuerdos.
     Lianid... —le sonreí con felicidad.
     Me habría gustado traer a nuestros hijitos —me reveló Lianid con nostalgia—; pero todavía son demasiado pequeñitos para que puedan viajar a este mundo.
     Oh, cuánto me gustaría conocerlos —anhelé con mucha ternura.
     Eres abuela, Sinéad —se rió Zelm con timidez.
     No, no digas eso, por favor —supliqué completamente sonrojada.
     Es la verdad —se rió Brisita divertida.
     No importa lo que seas. Lo que importa es que disponemos de unos momentos que tenemos que convertir en los más mágicos de tu vida —habló la potente y suave voz de Galeia.
Estaban junto a nosotros todas las reinas de Lainaya: Galeia, Brisita, Zelm y Cerinia. Estaban también Lianid y Aliad, aquel mágico estidelf que tanto nos había ayudado. Todos me abrazaron con mucho amor y tibieza, haciéndome sentir acogida, haciéndome recordar esos momentos tan hermosos que habíamos vivido en Lainaya, haciéndome creer que de nuevo me hallaba en sus esplendorosos bosques, entre sus ancestrales y poderosos árboles, junto a sus caudalosos y limpios ríos...
     Me habéis hecho tan feliz... Gracias por venir —les agradecí cuando percibí que se acercaba el momento de su marcha—. Deseo que no vuelva a pasar tanto tiempo hasta que podamos volver a vernos.
     Salir de Lainaya para adentrarnos en este mundo no es sencillo, Sinéad —me advirtió Zelm con pena—. La Diosa prefiere que permanezcamos en nuestra tierra. Desea protegernos; pero te prometemos que volveremos a vernos mucho antes de lo que piensas.
     Me alegra saber que eres tan feliz aquí —me confesó Cerinia con dulzura.
     Sería mucho más feliz si pudiese veros más a menudo —le contesté entornando los ojos.
     Verás, Sinéad, me gustaría confesarte algo —me indicó Zelm con timidez. Me sobrecogí cuando percibí que sus pálidas mejillas se habían ruborizado tiernamente.
     ¿De qué se trata?
     Podemos pedirle a la Diosa que te permita adentrarte en Lainaya, aunque solamente sea una vez, para que puedas compartir con nosotros un momento muy importante; pero tenemos que rogárselo poniendo toda nuestra alma en nuestras súplicas. La Diosa piensa que has cumplido todas las funciones que se te otorgaron en Lainaya... por eso no estoy segura de que puedas viajar a Lainaya, pero lo intentaremos, pues me gustaría que pudieses vivir con nosotros ese día tan especial... —titubeó nerviosa. Me percaté de que le costaba encontrar las palabras adecuadas para construir su discurso.
     ¿De qué día se trata? —le pregunté con cariño tomándola respetuosamente de las manos para intentar serenarla.
     Pues verás... Aliad y yo... —susurró con vergüenza.
     ¿Qué ocurre? He percibido que entre vosotros dos hay algo muy hermoso.
     Vaya, qué observadora —se rió Zelm aún con timidez—. Sí, entre Aliad y yo hay algo muy bonito, nació un sentimiento precioso y muy fuerte que...
     Os amáis —le dije con complacencia y ternura.
     Sí, muchísimo —se rió Zelm cerrando los ojos. Noté que estaba emocionada—. Jamás creí que un estidelf pudiese enamorarse de mí. Soy tan feliz...
     Y yo tampoco me imaginé nunca que me enamoraría de una niedelf. Nuestro amor ha acabado deshaciendo definitivamente todas las enemistades que existían en Lainaya —aportó Aliad rodeando con su fuerte brazo la delicada cintura de Zelm. Ella se estremeció al sentirlo tan cerca.
     Sí, es cierto... deseamos estar juntos para siempre, para toda la eternidad —adujo Zelm sonriendo con mucho amor—, y por eso queremos casarnos.
     ¿Os casaréis? —les pregunté ilusionada.
     Sí... Anhelamos unirnos frente al poder y la magia de la naturaleza y queremos que tú estés con nosotros ese día, Sinéad —anheló Zelm presionándome la mano.
     ¿Creéis que será posible? —le pregunté emocionada.
     Todos lo intentaremos, ¿verdad, brisita? —le cuestionó Zelm a mi hijita.
     ¡Por supuesto!
     Estoy segura de que la Diosa escuchará nuestros ruegos y te permitirá adentrarte en Lainaya una vez más —intervino Galeia con mucha felicidad y ternura—. Brisita vendrá a buscarte aquí para que podáis partir juntas hacia Lainaya.
     Regresar a Lainaya... —susurré incapaz de creerme aquella realidad tan hermosa y mágica—. Es demasiado bonito para que sea cierto.
     Lo será, Sinéad, te lo prometemos —me aseguró mi hijita con mucho amor.
     Pero ¿nadie más podrá venir conmigo? —quise saber con vergüenza.
     No creo que la Diosa tenga ningún problema en permitir que partan con nosotras Eros, Scarlya o Leonard... pero me parece que solamente podrá acompañarte uno de ellos —respondió Brisita.
     ¿Arthur no puede volver a Lainaya? —pregunté mirando a Arthur con pena.
     No, no puede... Lainaya solamente fue el refugio de su muerte. Está unido a Lainaya porque es el padre de Brisita, pero no puede regresar... —me explicó Cerinia con paciencia y lástima al mismo tiempo.
     Lo siento mucho, Arthur —musité con pena.
     No importa. Tampoco creo que me hiciese sentir bien volver a Lainaya —adujo Arthur con timidez y nostalgia.
     Nosotros tenemos que irnos ya, Sinéad. Lamento que nuestra estancia aquí haya sido tan breve; pero te prometo que volveremos a vernos muy pronto, cariño —me dijo Brisita con amor.
Se fueron mucho antes de que yo pudiese aceptar que se iban, después de compartir todos unos momentos completamente mágicos e inolvidables. Desaparecieron entre las sombras de la noche, perdiéndose tras el brillo de las estrellas y de la decreciente luna que se escondía entre aquellos lejanos astros. Volaron rauda y tiernamente por aquel estrellado e invernal firmamento hasta que el poder de la magia los arrancó de nuestro lado. Cuando se desvanecieron, noté que algo se quebraba por dentro de mí, como si mi alma se hubiese convertido en un frágil cristal que el viento podía resquebrajar con impiedad. Intenté no llorar, pero aquella noche me sentía demasiado emocionada. No podía controlar mis sentimientos.
     Shiny, tienes que ser fuerte y animarte. Brisita te ha dicho que os veréis dentro de muy poco...
     Lo que me extraña es que no te hayan traído ningún regalo —aportó Scarlya divertida.
     No importa. El mejor regalo que podían hacerme esta noche era su presencia y asegurarme que podré volver a Lainaya —dije con una voz quebrada.
     Podrás hacerlo, mi Shiny —me susurró Eros abrazándome con mucho amor.
     Pero la noche no se ha terminado todavía. Aún te quedan por soportar algunas sorpresitas más —me anunció Scarlya mientras me acariciaba los cabellos—. ¿No te has dado cuenta de que Leonard se ha ido?
     Pues, no... —contesté con vergüenza—. ¿Adónde se ha marchado?
     Lo sabrás en breve.
     Quizá todo esto te resultará muy extraño, Shiny; pero yo debo irme un momento también. Tengo que... tengo que ir a buscar algo —me comunicó Eros con una voz llena de nervios.
     ¿Tienes que irte? —le pregunté desorientada.
     Sí, mi Shiny; pero te prometo que no tardaré mucho.
El desconcierto más insoportable se apoderó de mi corazón, pero intenté disimular mis sentimientos. Me quedé a solas con Scarlya y Arthur; pero Scarlya alegó que tenía que condicionar el salón para lo que ocurriría próximamente y nos pidió que nos retirásemos a algún lugar donde no molestásemos. Arthur, sonriendo con melancolía, me pidió que saliésemos del castillo y diésemos un paseo por el bosque.
El invierno había vaciado casi todas las ramas de los árboles que formaban aquel bosque tan entrañable donde tantos momentos había vivido; pero todavía quedaban muchas copas que no se habían desprendido de su fronda, cuyas hojas parecían ser el hogar de la luz de las estrellas. Arthur caminaba taciturno y silencioso a mi lado; pero, cuando ya nos hubimos retirado bastante de la morada de Leonard y de Scarlya, se detuvo y se sentó en el tronco de un árbol caído y me pidió con los ojos que me situase a su lado. Yo lo hice sin oponerme mientras lo miraba con mucha ternura y complicidad, intentando deshacer la infinita nostalgia que emanaba de sus otoñales ojos.
     Parece como si todo se hubiese confabulado con nosotros para que podamos estar solos —me reí sin saber muy bien qué decir. Arthur parecía tan distante... pero a la vez tan cercano, tan... tan melancólico y entrañable como siempre—. Arthur, esta noche está siendo muy especial para mí. Me gustaría que para ti también lo fuese.
     Está siéndolo, Sinéad, de veras. Antes de que Eros y tú llegaseis, he compartido unos instantes muy hermosos con Brisita. Volver a verla me ha hecho tan feliz... —me confesó con una voz queda. Los ojos se le habían llenado de lágrimas—. Incluso en la muerte sentía que la extrañaba tanto...
     Arthur... no vuelvas a irte nunca más, por favor —le pedí emocionada mientras lo tomaba de las manos—. Te necesitamos vivo, Arthur. Eres una gran parte de nosotros...
     Sinéad, yo...
     No vuelvas a pensar que tu destino es estar lejos de nosotros, de la vida.
     No me importa lo que sientan los demás por mí, pues el amor que más me interesa es el que tú puedas profesarme, y, si en la vida no me quieres, posiblemente en la muerte pueda encontrar el consuelo para tan hondo dolor —susurró apenado y avergonzado.
     Arthur, que no pueda estar contigo no significa que no te quiera, que ya no sienta nada por ti. Arthur, eres uno de los hombres más importantes de mi vida. Te aseguro que nunca podré olvidarte...
     Lo sé, Sinéad... Lo siento muchísimo. No quiero hacerte sentir incómoda...
     No me incomodas, Arthur. Tu presencia es como un sueño. Por favor, no vuelvas a pensar en irte... Puedes ser muy feliz aquí, Arthur, te lo aseguro; aunque ahora creas que la tristeza que sientes destruye toda la felicidad que pueda caber en tu destino. Yo te ayudaré a lograr que desaparezca. Todos te ayudaremos.
     Gracias, aunque no creo que deje de sentirla. Estoy tan... tan triste, Sinéad... y no sé por qué...
     Háblame de tu regreso. Aún tienes que explicarme lo que ocurrió —le sonreí mientras le acariciaba las manos.
     No sé si me dará tiempo a contártelo todo —opuso avergonzado y tenso.
     No importa. Explícame lo que te dé tiempo a contarme.
     Ahora ya me siento mucho mejor, pero, cuando regresé, apenas podía acordarme de mi vida. Leonard tuvo que ayudarme a recuperar todos mis recuerdos, pues él es mi creador, por lo tanto, posee una gran parte de mi memoria... pero necesité dormir muchas horas para lograr evocar todo mi pasado.
     Me alegra que no hayas perdido tus recuerdos —dije aliviada—. Habría sido horrible que olvidases todo lo que has vivido.
     O no, Sinéad —me contradijo temeroso—. Tal vez, si empezase de nuevo, podría encontrar la calma que ahora me falta, que me ha faltado desde que morí por segunda vez y te perdí para siempre.
     No, no, no, Arthur, nunca pienses en destruir tus recuerdos, por favor —le supliqué horrorizada—. Tú no puedes abandonar para siempre tu pasado, tú no, Arthur.
     Perdóname, Sinéad. No hago más que decir sandeces.
     No, no es cierto. Yo también me planteé la posibilidad de olvidar todo mi pasado cuando... cuando creía que sería incapaz de vivir sin ti, de curarme de esa depresión tan horrible...
     Ambos hemos sufrido tanto por nuestra ausencia... Sinéad... morir y revivir lo único que ha provocado es que con cada oportunidad que la vida me otorga el amor que siento por ti se intensifique... pero... no es justo que te diga estas cosas... Perdóname —se disculpó retirando sus ojos de los míos.
     No te disculpes por nada, Arthur. Prefiero que hables con toda la sinceridad que siempre ha cabido en tu alma.
     No recuerdo lo que ocurrió cuando reviví esta última vez, Sinéad. Sólo me acuerdo de que me desperté tendido en medio del bosque, solo... No había nadie a mi lado y no recordaba nada, ni siquiera sabía en qué mundo me encontraba. Empecé a caminar hacia el castillo porque era lo único que podía ver: aquel castillo tan grande... Sabía que tenía que estar allí, y no me equivoqué. Por el camino me encontré a Stella. Se alegraba mucho de verme, pero se sobrecogió cuando le confesé que no me acordaba de nada, ni siquiera de ella, y que estaba desorientado. Me llevó junto a Leonard y él me hizo evocar una pequeña parte de mi pasado. Me hizo saber quién era... Stella creyó que había bebido una sangre en mal estado y que por eso me había desmayado en medio del bosque. No sabe que morí ni que estoy vivo porque Leonard y Brisita me han rescatado de la muerte.
     No entiendo cómo es posible que Leonard se haya comunicado con Brisita...
     En realidad, fue Brisita quien se comunicó con Leonard a través de los sueños. Leonard soñó que de nuevo estaba en Lainaya, junto a Brisita. Ella quiso dirigirse a Leonard porque estaba enterada de que todos, tú en especial, me extrañabais y deseabais que estuviese vivo. Brisita también anhelaba que yo reviviese y... por eso le rogó a la Diosa con todas sus fuerzas que me diese otra oportunidad más para vivir... y entonces... cuando Leonard se despertó, supo que tenía que hablarle a Brisita a través de la distancia. No sé muy bien cómo consiguieron que renaciese, Sinéad, no han querido explicármelo...
     Tal vez sea demasiado complicado de entender —aduje desorientada.
     La verdad es que no me importa mucho cómo hayan conseguido revivirme. Lo que me duele es estar aquí, Sinéad. Os agradezco mucho que me queráis tanto, pero tenéis que aceptar que no todos podemos ser felices en este mundo ni en esta vida. Hay quienes estamos mejor muertos.
     Jamás vuelvas a decir eso, por favor —le supliqué sobrecogida.
     Yo ya vivo en una leyenda y en vuestros recuerdos...
     Pero no es suficiente, Arthur —lloré sin poder evitarlo. Percibirlo tan triste me destrozaba el alma.
     No quiero que llores por culpa mía. Lamento que de mis labios no puedan emanar palabras hermosas. Siento estar tan... tan triste. Te aseguro que, si pudiese, trocaría mis emociones... y las volvería luminosas; pero no puedo.
     Nunca has estado tan triste...
     Por supuesto que sí, Sinéad; pero tú no pudiste verlo.
     No quiero que estés así...
     Te prometo que me esforzaré por animarme... —intentó sonreírme.
No pude responderle. Oí que Scarlya me llamaba desde la distancia con una voz llena de nervios y entusiasmo. La vi correr hacia nosotros con una ligereza que mecía sensualmente su blanco vestido y sus castaños cabellos. Arthur y yo deshicimos el lazo que unía nuestras manos y nos alzamos al mismo tiempo para correr hacia ella. Sonriéndonos con alegría y serenidad, nos pidió que la siguiésemos hacia el castillo. Los nervios de Scarlya se me contagiaron estridentemente. Me pregunté qué sorpresa me habrían preparado. No sabía si me sentía capaz de soportar más emociones fuertes.
     Mira, Sinéad, sé que todo esto te resultará excesivamente extraño; pero esta noche no podemos buscarle explicación a nada. No hagas preguntas ni tampoco te asustes —me advirtió Scarlya mientras de nuevo nos adentrábamos en su morada.
     Qué intriga —me reí incómoda.
La situación que mis amigos deseaban hacerme vivir era tenuemente inverosímil y mágicamente divertida. Cuando me introduje en el salón donde todos nos esperaban, no pude evitar reírme con ilusión y ternura. Me sorprendió comprobar que en aquella estancia no se hallaban solamente Leonard, Scarlya, Eros y todos esos vampiros que había conocido hacía poco, sino también mis amigos humanos, cuya presencia me sobresaltó y me sorprendió tanto que estuve a punto de perder el conocimiento. ¿Qué hacían allí, a esas horas de la noche? Y lo más importante: ¿cómo podrían compartir esas horas con tantos vampiros? ¿Acaso nadie se apercibiría de que todos éramos extrañamente pálidos? Rogué que nada se torciese y que aquella noche fuese una de las más inocentes que vivíamos en mucho tiempo.
     ¡Sorpresa! —exclamaron Wen, Sus, Diamante, Duclack, Vicrogo, Erick, Amadeus, Urien y Etain—. ¡Felicidades, Sinéad!
     ¡Sinéad! —me apeló Arthur con temor—. ¿Quiénes son ellos? —me preguntó casi inaudiblemente.
     Muchas gracias por todo —dije emocionada—; pero lo mejor será que primero os presente a todos —aduje con tensión—. Os presento a Arthur, un buen amigo mío. Arthur, ellos son Wen, Sus, Diamante, Duclack y Vicrogo. Creo que los demás os conocéis todos... Leonard y Eros ya os habrán presentado.
     Sí, sí —se rió Sus al notarme tan nerviosa—. Encantados de conocerte, Arthur.
     El placer es mío, Sus —respondió él cortésmente mientras la tomaba de la mano.
     Sinéad, tienes unos amigos que parecen dioses —me comunicó Duclack con vergüenza y divertimento—. Parecen salidos del Olimpo.
     Vaya, Duclack —se rió Diamante con complicidad.
Noté que Duclack observaba fijamente a Erick, pero él estaba más pendiente de Arthur y de mí que de las miradas que aquella dulce e intrigante humana le dedicaba. Etain también se había hundido en los ojos de Arthur y escrutaba su mirada intentando encontrar el reflejo de sus sentimientos. Parecía como si temiese que Arthur no fuese capaz de soportar la presencia de todos aquellos humanos; pero lo que Etain buscaba en realidad era asegurarse de que Arthur estaba bien. Me sobrecogí cuando me percaté de que estaba tan pendiente de él, de que le prestaba a Arthur una atención inquebrantable, toda esa atención que no nos dedicaba a los demás.
     Creo que lo más bonito será celebrar esta fiesta con los pasteles que os hemos traído; aunque Eros ya nos ha dicho que habéis comido mucho y que ahora no tenéis hambre; pero nosotros sí estamos hambrientos. No hemos cenado porque estábamos reservándonos para tu fiesta —me contó Vicrogo con ilusión.
     ¿Habéis traído pasteles? —se interesó Scarlya—. Vaya, yo también os he hecho unos...
     ¿Has hecho pasteles? —me reí curiosa.
     Por supuesto. ¿Cómo crees que no iba a prepararles nada?
La inocencia de aquellos momentos me hacía tan feliz que creía que nada podría turbar la serenidad de aquella noche. Parecía como si todos perteneciésemos a la misma especie, como si nada nos separase, como si en verdad todos hubiésemos nacido en un mundo mágico donde la tristeza no existía. Duclack continuamente entablaba conversaciones muy interesantes con Erick; Amadeus y Urien cada vez se llevaban mejor con Eros y Vicrogo; Etain siempre trataba de hacer sonreír a Arthur y yo intentaba compartir aquellos instantes tan bonitos con Wen, Diamante, Sus, Leonard y Scarlya. El ambiente que nos rodeaba estaba lleno de harmonía, de sencillez, de vida, de luz, de amor, sobre todo de amor. Entre todos se había forjado un lazo muy hermoso que parecía nacido del sueño más precioso y mágico que jamás pudo existir.
     Tengo un regalo muy especial para ti, Sinéad; pero tengo que dártelo cuando no haya nadie a nuestro lado —me comunicó Erick en el oído, estremeciéndome.
     ¿Cómo? ¿Por qué?
     Me refiero a estos humanos, tonta —se rió al verme tan desconcertada—. No pienses cosas raras.
     De acuerdo...
     En realidad todos te hemos traído regalos. Oíd —los apeló a todos—, ¿acaso no vamos a darle los regalitos a Sinéad?
     ¡Por supuesto! —exclamaron casi todos a la vez.
     No era necesario que...
     Anda, Shiny, calla, calla —me interrumpió Eros con cariño mientras se acercaba a mí con un gran paquete en sus manos—. Este regalo es de todos. Esperemos que te guste. Es un regalo muy especial... y útil. Tendrás que usarlo dentro de poco.
Lancé un suspiro de sorpresa, conmoción y ternura cuando abrí aquella hermosa caja de madera y me encontré con un precioso vestido blanco que parecía nacido de la nieve más inocente.
     ¡Me habéis regalado un vestido de novia! —exclamé a punto de llorar de emoción.
     Por supuesto, mi Shiny. Vamos a casarnos dentro de poco y todavía no tienes elegido el vestido. Eres un desastrito —se rió cariñosamente.
     Es precioso, es absolutamente perfecto —lo halagué cuando lo hube sacado de aquella elegante caja de madera oscura.
Era pomposo, no tenía mangas y en la cintura había bordados de flores que lo hacían parecer mucho más mágico. Intenté reprimirme las ganas de llorar de emoción, pero no pude evitar que se me escapase una lágrima revoltosa que resbaló rápidamente por mis mejillas. Me la retiré antes de que mis amigos humanos la percibiesen.
     Muchísimas gracias. Es perfectísimo... Es inmensurablemente hermoso. Gracias, de veras, gracias.
Todos rieron al verme tan emocionada. Yo también reí para intentar disipar las leves ganas de llorar que sentía. Aquella noche estaba muy sensible, pero sabía que aquellas sensaciones no eran hirientes, al contrario, emanaban de percibirme totalmente feliz, conforme con la vida y agradecida con el destino por permitirme vivir momentos tan inmensamente hermosos.
     Todavía tienes que abrir más regalos, muchos más —me comunicó Arthur sonriéndome con dulzura; pero, de nuevo, aunque su sonrisa fuese luminosa, pude detectar que sus ojos irradiaban un desconsuelo inmensurable—. Éste es mío —me dijo tendiéndome una pequeña cajita envuelta en un papel rojo—. No sabía qué regalarte, así que lo hice yo... Espero que te guste.
     Ya me gusta el detalle, Arthur —le aseguré sonriéndole con viveza y gratitud.
La pequeña cajita de cartón forrada de terciopelo que Arthur me había entregado contenía un precioso collar de perlas rojizas, delicadas y resplandecientes. Era la joya más bonita que había visto en mucho tiempo. Le sonreí sintiendo una gratitud completamente sincera y entonces, a partir de ese momento, todos comenzaron a darme regalos hermosos que me cautivaron profundamente: vestiditos preciosos; joyitas relucientes; discos de música que siempre quise tener y otros que desconocía, pero que aseguraban que serían totalmente de mi agrado; libros apasionantes... Nunca había recibido tantos regalos y no sabía cómo podía transmitir tanta felicidad y gratitud. Me sentía tan inmensamente feliz que no podía dejar de sonreír. Incluso hubo un momento en el que se me olvidó que tenía que cuidar mi sonrisa porque no estaba rodeada únicamente de vampiros, sino de humanos que me querían como si yo siempre hubiese formado parte de sus vidas. Todos ellos también me hicieron regalos muy bonitos. Vicrogo me regaló un reloj de madera que él mismo había hecho, Sus y Diamante me regalaron ropa y complementos para vestir... y Wen posó sobre mis manos un paquete alargado y fino. Cuando lo abrí, me reí con cariño y curiosidad. Su regalo era también muy especial, pues se trataba de un cuadro que él mismo había pintado en el que se veía el mar refulgiendo bajo los primeros suspiros del día. La rojiza alba que se extendía sobre las aquietadas olas brillaba tanto que el agua parecía estremecerse bajo aquellos indestructibles rayos. En el horizonte, se avistaba la fulgurante silueta de una isla llena de espesura y vida. Era una imagen muy bella por la que adoraba perder los ojos.
     No sabía qué regalarte, así que decidí pintarte un cuadro porque sé que te gusta mucho el arte. Esta imagen la vi hace mucho tiempo en una de mis travesías y siempre la he tenido grabada en la mente. Me ha costado mucho pintarlo —me confesó con timidez.
     Es un regalo precioso, Wen. Siempre lo miraré para recordarte. Muchísimas gracias.
Tras darnos los regalos, todos festejamos y bailamos animadamente al ritmo de canciones entrañables y preciosas. Inesperadamente, Eros y yo nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado tanto del paso del tiempo que no habíamos reparado en que la noche había comenzado a convertirse en alba hacía unos imperceptibles momentos. Cuando vi, tras los cristales de los ventanales, que las nevadas cumbres de las montañas ya refulgían bajo los primeros suspiros del amanecer, me estremecí tanto de temor como de emoción. Nuestros amiguitos humanos también habían dejado atrás la noción del tiempo y se habían quedado junto a nosotros sin importarles el transcurrir de las horas.
     Bueno, esta noche ha sido estupenda y creo que nadie desea que se termine; pero creo que ha llegado el momento de marcharnos —dijo Eros con mucho cariño y gratitud—. Os agradezco a todos que hayáis venido y que hayáis hecho tan feliz a mi Shiny. De veras, sé que nunca olvidará esta noche.
     Hacer feliz a Sinéad es algo muy reconfortante y agradable, así que no será la última vez que lo hagamos —aportó Vicrogo mirándome con ternura. Me sentí tan protegida en sus ojos que me pareció que desde siempre él y yo habíamos sido como hermanos, unos hermanos que se adoraban y se respetaban por encima de todas las cosas.
     Gracias a todos, de verdad... Me siento tan feliz de teneros en mi vida... —les dije emocionada, sonriéndoles con mucha dulzura.
     Espero que podamos celebrar pronto otra fiesta —anheló Duclack—. Me lo he pasado muy bien. Gracias por invitarnos —le sonrió a Eros.
     No, gracias a vosotros por venir.
Cuando todos nuestros amigos humanos se marcharon, nos quedamos Erick, Amadeus, Urien, Etain, Scarlya, Arthur, Leonard, Eros y yo mirando cómo el amanecer volvía dorados todos los rincones del bosque. Del cielo emanaba una luz cálida que, en vez de hacernos estremecer o herir nuestra piel, parecía templarnos y arroparnos como si de un manto de terciopelo se tratase; pero yo sabía que aquello se debía a la felicidad que todos sentíamos.
     Sinéad, tengo que darte mi regalo —me comunicó Erick de pronto, sobresaltándome—. No podía dártelo delante de todos esos humanos porque no lo entenderían y creo que se extrañarían al ver tu reacción.
     ¿Cómo? ¿De qué se trata? Estoy muy intrigada —le contesté un poco asustada.
     Verás, Sinéad, si tu corazón latiese, te daría un infarto; pero, como sé que eso no sucederá, te lo doy con toda tranquilidad... —bromeó Erick tendiéndome una caja de madera que pesaba bastante—. A ver, tienes que abrirla con mucho cuidado y con los ojos cerrados.
     ¿Por qué? —me reí extrañada.
     Tú hazme caso, y siéntate —me ordenó acercándome una silla.
     Shiny, es un regalo apasionante. Yo Todavía no me creo que exista algo así —me dijo Eros con felicidad.
     Estoy nerviosa.
     No es para menos —intervino Scarlya—. No te imaginas lo que nos ha costado callárnoslo.
     Yo todavía dudo de que sea verdad —susurró Leonard escéptico.
Abrí aquella caja con los ojos cerrados, tal como me lo había ordenado Erick, sintiendo que las manos me temblaban y que mi aliento se había vuelto mucho más gélido. Cuando la abrí, tañí un papel muy extraño, con un tacto muy suave, que enseguida me recordó al papel en el que se imprimían las fotografías. Lo tomé con mucha delicadeza, notando que apenas pesaba.
     ¿Ya puedo abrir los ojos? —les pregunté temerosa.
     No... ¿Qué crees que es eso, Shiny? —me cuestionó Eros con amor e ilusión.
     Pues... es una fotografía... Será una fotografía de Lacnisha o de algún lugar que adoro...
     No... Ábrelos, Sinéad —me pidió Erick—; pero intenta no desmayarte —se rió cariñosamente.
No pude decir nada. Se me detuvo la respiración, mi innecesaria respiración, me quedé totalmente paralizada, con los ojos fijos en la imagen que tenía enfrente de mí, intentando comprender lo que estaba ocurriendo, tratando de encontrar una explicación que me convenciese de que aquel momento no era un sueño. Todo mi interior se había helado, pero de repente empecé a experimentar todas esas emociones que mi alma se  había negado a acoger. Sentí extrañeza, desorientación, miedo, alivio... Era incapaz de entender los sentimientos que me habían anegado todo el cuerpo.
     ¡No puede ser! —exclamé con un susurro trémulo. Las manos también me temblaban, tanto que creí que no podría soportar el ligero peso de aquella fotografía.
     Estás preciosa, Sinéad —me halagó Scarlya con emoción—. Sales tal como te vemos todos.
     No puede ser. Esto debe de ser un retrato... —titubeé intentando no ponerme a llorar.
     Sí, es un retrato, pero no lo ha pintado ninguno de nosotros —me aseguró Erick sonriéndome feliz, halagado al verme tan emocionada.
Desde aquella fotografía, me observaba una Sinéad que tañía el arpa con mucha paciencia y amor, cuyos ojos aparecían llenos de toda la serenidad y la melancolía de la Historia. Era yo, en aquella fotografía yo salía nítida y claramente. Podía atisbar todos los detalles de mi rostro, de mi cuerpo. Podía percibir claramente el brillo de mis ojos, el tacto de mi tímida sonrisa, los pliegues de mi vestido rojo, las cuerdas de mi amada arpa y los grabados de su madera... Era como si me hubiese asomado a una ventana que mostraba un instante pasado. Enseguida reconocí el momento que se había quedado congelado en aquel suave papel, en aquella fotografía; una fotografía de mí, de mí...
     Te la hicimos cuando estabas tocando el arpa en la fiesta que celebraron Scarlya y Leonard. En realidad, que tocases el arpa era una excusa. Era la única forma que teníamos de hacerte la fotografía. Eros nos aseguró que cuando tañes el arpa te marchas anímicamente de este mundo, permaneces fuera de nuestra realidad, pensando y soñando demasiado como para apercibirte de lo que sucede a tu alrededor. Y no se equivocó. Te hice muchas fotografías mientras tocabas, y tú no te diste ni cuenta —me explicó Erick riéndose tiernamente.
     No entiendo nada... ¿Cómo es posible? Nosotros no podemos salir en las fotografías... —balbuceé a punto de ponerme a llorar.
     Verás, no podemos salir en las fotografías si éstas no están hechas con una cámara especial; pero existe un tipo de lentes que... Bueno, no creo que entiendas los tecnicismos —seguía riéndose Erick—. Confórmate con saber que existe una cámara diferente a todas las que se han creado, que funcionan de una forma distinta. Esa lente permite captar la figura y la imagen de un vampiro gracias a unos trucos muy especiales. ¿Ves la luz que tiene la fotografía? En verdad no es una luz real. Sí, estás iluminada por todas las velas que te rodeaban, pero estás envuelta en otro tipo de luminiscencia, irreal, por supuesto, ya que ésta emana de la cámara; pero no quiero desorientarte...
     ¿Y esa cámara puede fotografiarnos en cualquier parte? —le pregunté intentando digerir lo que estaba viviendo y aceptar la veracidad de ese instante.
     Sí, por supuesto; pero las fotografías salen mucho mejor si nos ilumina la luz de la luna o la de muchas velas. Cuando haya luna llena, te lo mostraré. Qué lástima que la luna esté menguando; pero no te preocupes...
     ¿Y cómo es posible que exista esa cámara? No entiendo nada...
     Confórmate con saber que ahora sí podemos ser fotografiados —se rió Erick acariciándome la cabeza—. Algún día conocerás la historia de esa cámara; pero no te detengas tanto... pues te queda por conocer mi otro regalo. Creo que a partir de ahora todo será distinto para ti, Sinéad, y para todos los vampiros. Vuelve a cerrar los ojos.
Sabía que tenía que obedecer a Erick; pero era incapaz de separarme de la imagen que se había quedado congelada en esa fotografía. Me veía tan mágica tañendo el arpa, sentada en esa banqueta adornada con flores, envuelta en esa luz dorada tan irreal, acariciada por la gran cantidad de velas que ardían en los hermosos y antiguos candelabros que se hallaban tras de mí... Era una imagen que parecía sacada de una historia maravillosa donde todo es posible, donde el tiempo no existe, donde la magia es la reina de todos los mundos. Sin embargo, aunque anhelase permanecer observando aquella fotografía durante todo el día, la dejé sobre una mesa y, volviendo a cerrar los ojos, introduje de nuevo las manos en aquella caja de madera para descubrir cuál era el otro regalo de Erick.
Mis manos se toparon con una superficie fría y lisa que me recordó a un cristal. Tomé entre mis temblorosas manos aquel extraño objeto y entonces, al extraerlo de la caja, noté cómo Erick me ayudaba a colocarlo verticalmente. Cuando me avisó de que ya podía abrir los ojos, me sentí absorbida por un temor muy extraño, como si estuviese a punto de revivir un momento muy antiguo que me había herido en el alma. Al descubrir la existencia de esa cámara que podía fotografiarnos, un sinfín de pensamientos incomprensibles y asfixiantes invadió mi mente y estuvo a punto de impedirme abrir los ojos; pero al fin lo hice... y entonces perdí mi mirada por el extraño objeto que tenía ante mí.
     ¡Por la Diosa! —exclamé asustada e inmensamente conmovida—. ¡No es posible!
Ni siquiera sabía por qué había pronunciado aquellas palabras, apelando a la divinidad de Lainaya, al sentirme tan inmensurablemente extrañada y asustada. Al abrir los ojos, me había encontrado con una mirada que irradiaba exactamente las mismas emociones que yo experimentaba, una mirada crepuscular que las emociones y el amanecer había vuelto levemente escarlata. Estuve a punto de estallar de histeria cuando me vi perfectamente reflejada en aquel espejo. ¡Era yo! ¡Y era yo en ese preciso instante, no en el pasado! ¡No se trataba de un momento congelado, sino del presente!
     No puede ser —negué hiperventilando—. No puede ser, no puede ser.
     Sinéad, sí es posible. Verás, este espejo funciona casi idénticamente que la lente de la cámara que puede... —intentó explicarme Erick, pero yo no podía escucharlo y mucho menos comprender sus palabras—. Sinéad, Sinéad... —me susurró con cariño cuando advirtió que había empezado a llorar profundamente. Era incapaz de retener por más tiempo las emociones que experimentaba—. Esto es para hacerte feliz...
     Si estoy feliz —repliqué con vergüenza—. Estoy demasiado feliz, de verdad... Este momento parece un sueño.
     No es un sueño. Por fin existen espejos que puedan reflejarnos, Shiny. Se acabó eso de ir buscando nuestro reflejo en los ríos, cuyas aguas cada vez están más sucias.
     Y el reflejo que nos ofrece el agua tampoco es totalmente verídico ni exacto, por muy nítidas que sean esas aguas —aportó Scarlya.
     Ahora sí podrás arreglarte sabiendo perfectamente cuál es tu aspecto —me animó Etain alegre—. Yo también tengo uno en mi casa. Ahora todos los vampiros lo tendrán.
     Pero, si te fijas, no es un espejo convencional ni común. Míralo bien —me ordenó Erick—. Tiene una oscura capa que lo hace distinto, pero para el ojo humano es imperceptible.
Cuando me limpié los ojos, me fijé en lo que Erick me indicaba. Sí, era cierto, aquel espejo difería de aquéllos que usaban los humanos; pero era mucho más mágico que cualquier espejo que existiese en el mundo y hubiese existido en la Historia. Mi imagen salía reflejada con nitidez y brillantez, como si me envolviese una luz dorada. Enseguida supe que era el alba la que me ofrecía aquella luminiscencia tan especial.
     Acuérdate de que este espejo te reflejará si estás iluminada —me comunicó Erick con amabilidad.
     Sí... Muchísimas gracias, de veras. No sé quién ha ideado estos inventos tan maravillosos, pero le debemos la vida...
     Algún día lo sabrás, Sinéad, y te aseguro que es una historia muy entusiasmante y emocionante.
     Gracias, de veras. Esta noche ha sido infinitamente mágica. Jamás creí que pudiese cumplir años rodeada de tanta felicidad.
Siempre recordaría aquella noche, siempre la recordaré, incluso aunque mi vida expire tras las sombras del olvido, pues fue una de las noches más mágicas y especiales de mi larga y eterna existencia y estaba segura de que sería la más maravillosa que pudiese vivir en mucho tiempo. Me fui a dormir sintiendo tanta felicidad que me creí incapaz de ser acogida por los brazos del sueño. Eros reía continuamente a mi lado al verme tan ilusionada. No dejaba de observar aquella tierna fotografía (la que estaba protegida en un marco con adornos celtas) y de mirarme en aquel espejo que me regalaba mi reflejo con una absoluta perfección. Parecía como si aquel espejo también supiese que aquella noche había sido mi cumpleaños, pues me hacía uno de los regalos más especiales de mi vida. Aquel espejo también estaba rodeado por un marco de madera oscura que lo hacía parecer el más bello de la Tierra y de cualquier mundo.
Me dormí recordando todo lo que había vivido aquella noche, agradeciéndole al destino y a quienquiera que lo crease que me permitiese ser tan feliz. Rogué que para todos durase aquella tierna y luminosa felicidad que tanto nos hacía sonreír. Me olvidé de que en algún momento de mi vida yo había llorado de pena. Me parecía imposible creer que la tristeza existiese. No obstante, no me olvidaba de Arthur, de la lástima que le invadía el alma, y supliqué que aquel sentimiento lo liberase cuanto antes para que él también pudiese adentrarse en nuestro brillante y mágico mundo.
 
 

2 comentarios:

Wensus dijo...

Mil seiscientos veintiún años, ahí es nada jajajaja, ¡felicidades Sinéad! Yo la felicité por facebook jijiji. ¿Que decir? Ha sido una fiesta de cumpleaños preciosa y mágica. En primer lugar cuando canta la trova dedicada a la eterna Dagda, cuantos recuerdos bonitos del pasado. Luego que aparezcan Brisita (no me lo podía creer), Lianid, Cerinia...eso si que ha sido una sorpresa, pensaba que ya no se podrían volver a ver nunca más. Que buena noticia que pueda volver a Lainaya para el casamiento de Zelm y Aliad, ¡seguro que será un momento inolvidable! Al menos podrá volver a Lainaya, disfrutar de ese mágico y fascinante mundo. Han asistido todos, sus nuevos amigos vampiros y los humanos. Que bonito el regalo de Wen, se nota que la quiere mucho. Me ha hecho gracia que Scarlya haya hecho pasteles jajajaja, me recuerda a algo jajaja. Vicrogo también traía, es que es muy buen cocinero, me da envidia...¡me habría gustado estar en esa fiesta! Preciosos todos los regalos, el vestido de novia es una pasada pero lo que me ha sorprendido mucho ha sido el espejo y la fotografía. ¡Ahora ya podrán salir en fotos y verse en espejos! Lo estaba pensando, deben haber vampiros científicos, que estudien su cuerpo, su comportamiento e investiguen. No sé quién y cómo ha inventado esas cosas, pero no me parece descabellado. A ver si un día nos enteramos quienes han sido y cómo. La única nota negativa de la fiesta ha sido Arthur. Sigue perdido en su dolor por el amor a Sinéad. Es normal, tiene que aceptar que ya no podrán ser lo que fueron pero debe reponerse, que eso de desear la muerte no está bien. Con lo que ha sufrido, necesita recomponer su vida, empezar de nuevo desde cero y este es un buen momento. Erick me parece un vampiro muy interesante, me da a mi que dará mucho de lo que hablar. Un capítulo genial y muy entrañable. Has conseguido reunir a tantos personajes y mundos en una sola entrada que es para quitarse el sombrero, ¡bravo! Una vez más, felicidades Sineád y felicidades Ntoch, siempre consigues sorprenderme. ;-)

Por cierto, me falta un personaje. ¿Cómo es posible que no hayan invitado a la señora Hermenegilda? Jajajajajajajajajajaja ;)

Uber Regé dijo...

Me parece bien que Sinéad cuente también con los años en que fue humana para contabilizar su edad, ¿acaso no era ella también entonces? Es un modo de aceptar que todo el pasado forma parte de nosotros, bueno, de ella más bien en este caso jajajajjajaja.
Encontrar las presencias de todos esos mágicos seres de Lainaya en su fiesta de cumpleaños, sobre todo a Brisita, es el mejor regalo que se pueda imaginar para Sinéad, me gusta cuando Zelm le dice que jamás piense en la palabra nunca, y es verdad, la vida da muchas vueltas y lo que hoy nos parece imposible mañana mismo puede ocurrir... esta visita bien lo demuestra. Y qué nivel: las reinas de Lainaya, me hace gracia que en nuestro mundo todos los que de allí vienen sean pequeñitos, es un detalle muy simpático y conveniente, casa con que el tiempo de se mágico lugar corra más rápido... y allí regresará, nada menos que para una boda, ¿quién será al final su acompañante? Debería ser Eros, pienso yo, pero veremos si es así o no.
Me encanta la mezcolanza de invitados humanos y vampiros en la fiesta, es natural que estos embelesen a aquellos... Duclack se emboba con Erick ¡pues claro! Y lo mismo los demás...Qué fiesta tan bonita, con los bollitos (previsora Scarlya), y luego ¡el vestido de novia! Lo describes tan bien que me lo imagino perfectamente, seguro que le queda de miedo. ¡Y Arthur le regala un collar de perlas rojizas! Me he quedado perplejo, porque no sabía que existían perlas que no fueran blancas o negras, ¡pero sí que hay! Qué detallista el buenazo de Arthur... pero no más que Wen, con ese cuadro que seguro ella pondrá en un lugar destacado en casa.
Y viene luego la traca final, ¡una foto y un espejo! Han hecho falta siglos para que los vampiros puedan disfrutar de esto, ¿quien es ese Erick que tiene tales maravillas? Ni el mismo Leonard las conocía... definitivamente ha sido un cumpleaños fuera de lo común, seguro que Sinéad lo recordará siempre; y falta ahora saber cómo continúa la historia, tuve que leerla varias veces porque la primera lo hice tan rápido que se me atropellaban las palabras, pero es que el corazón me latía con tantas emociones... ¡sublime!