viernes, 15 de mayo de 2015

REGRESANDO A LAINAYA - 01. LA VOZ DE UNA ESTRELLA


REGRESANDO A LAINAYA
01
LA VOZ DE UNA ESTRELLA
Había olvidado lo bella que era la primavera. Había olvidado el resplandor de todos los matices que tiñen la naturaleza cuando el invierno va convirtiéndose en templanza. Había olvidado cuánto relucía la voz de la noche cuando la nieve se había derretido tornándose ríos impetuosos. Al volver a ese presente que habíamos dejado suspendido en el pasado, recordé cuánto amaba presenciar el renacimiento de la misma naturaleza. En Muirgéin, apenas fulguraba la primavera, pues las noches de aquella virgen naturaleza estaban anegadas en lluvia, en truenos poderosos que silenciaban su mágica voz y en rayos que incendiaban un cielo eternamente cubierto de nubes espesísimas que parecían albergar toda el agua de la Historia. En Muirgéin me había olvidado de cuánto puede brillar la noche, de cuánto pueden destellar las estrellas desde el lejano firmamento.
La primavera parecía chillar en los bosques que rodeaban la ciudad donde Eros y yo llevábamos viviendo desde hacía al menos dos años. Me sobrevino una inmensa sensación de felicidad cuando permití que el hechizo de aquella frondosa naturaleza me asiese del alma y me hiciese ensoñar maravillosos lugares que solamente existían en mi imaginación. Cuando regresamos a nuestro hogar, me pasé casi toda la noche paseando entre esos árboles milenarios, acercándome a las montañas que rodeaban aquella naturaleza que parecía embrujada. Todavía no me apetecía llamar a mi padre para que me guiase a través de la distancia hacia su nuevo hogar. No obstante, también sentía mucha curiosidad por cómo estaría desempeñándose su nueva vida junto a Scarlya. Cuando pensé en ellos dos, tristemente me acordé de que la última vez que había hablado con Scarlya ella me había confesado que deseaba abandonar a Leonard y la vida en la que habitaba y de que anhelaba dejar atrás nuestro mundo para convertir a Lainaya en su nueva y eterna morada. Al recordar aquellos desalentadores detalles, la sutil alegría que se había adueñado de mi corazón tembló hasta desvanecerse. La pena más nostálgica invadió todo mi ser al plantearme la posibilidad de que ni siquiera en esos momentos Scarlya se hallase junto a Leonard. «A lo mejor Scarlya y Leonard se han separado durante mi ausencia. No creo que puedan ser felices si Scarlya está tan deprimida», pensé con lástima mientras caminaba serenamente entre los árboles.
Mi alma se llenó de dudas, de preguntas cuya respuesta solamente podía ofrecérmela el presente. Así pues, resolví acudir a la nueva morada de mi padre a la noche siguiente, cuando ya hubiese tenido tiempo para reencontrarme con todos los rincones de mi hogar. Necesitaba respirar calmadamente junto a Eros y disfrutar de la soledad de nuestro entrañable pisito.
Durante aquella noche, rememoré todo lo que había sucedido en mi vida antes de que nos marchásemos a Muirgéin. A parte de recordar lo que había acaecido con Scarlya, me acordé de que mi padre se disponía a abandonar el castillo donde habíamos habitado durante tanto tiempo por miedo a que los humanos descubriesen donde vivía. Aquel recuerdo me hizo plantearme la posibilidad de que aquella antiquísima morada se hallase envuelta y anegada en el vacío y en el olvido más absolutos. Me estremecí cuando me imaginé aquel inmenso castillo invadido por la soledad y el silencio más inquebrantables. No podía aceptar que aquel hogar se hubiese llenado de polvo, de sombras y de oscuridad. No podía aceptar que la mano imperturbable e impiadosa del tiempo hubiese destruido todos sus rincones, sus pasillos y sus estancias.
Pensar en todo aquello llenó mi corazón de nostalgia. Intenté serenarme recordando que dentro de poco tendríamos que partir a Lainaya para presenciar la mágica unión de Zelm y Aliad. Fue rememorando aquellas haditas tan entrañables como conseguí calmarme. Así pues, cuando me hallé más sosegada, volví a mi hogar. Justo entonces me apercibí de que la noche estaba convirtiéndose en día. Los primeros suspiros del amanecer llovían suavemente sobre las lejanas montañas y apagaban las estrellas más remotas y frágiles. Cuando llegué a mi hogar, Eros ya me esperaba asomado a la ventana de nuestra alcoba. La tenue luz del alba lo envolvía, haciendo de su presencia la aparición de un ángel. Me quedé paralizada cuando toda su belleza cayó sobre mí y se adentró en lo más profundo de mi alma. Eros me sonreía complacido e ilusionado. Entonces caí en la cuenta de que aquélla era la primera vez que íbamos a dormir en nuestro lecho después de muchos días sin hacerlo. Aquella certeza me reconfortó. Entonces sí sentí que había vuelto a casa...
     Shiny, mira —me pidió tiernamente—. He visto una cosa muy curiosa.
     ¿De qué se trata? —le pregunté situándome a su lado, asomándome también a la ventana.
     Justo cuando has llegado se ha prendido esa estrella de allí, esa estrellita de color azul... ¿La ves? —me cuestionó señalándome con el dedo índice un remoto puntito azul que resplandecía en el grisáceo firmamento del alba—. No estaba antes, Sinéad. Ha empezado a centellear precisamente cuando has entrado en nuestra alcoba.
     Es muy curioso —susurré estremecida.
     Es azul... y muy redondita. Además, si te fijas, tiene destellos amarillentos y otros levemente rojizos.
     Tengo la sensación de que está haciéndose cada vez más grande...
No me dio tiempo a decir nada más. Justo entonces a Eros y a mí nos envolvió una luz muy cálida que nos rozó levemente la piel sin hacernos daño. No pude evitar proferir un tímido chillido de espanto cuando me apercibí de que toda nuestra alcoba se había anegado en un fulgor que destruía cualquier ápice de oscuridad que desease posarse en los rincones. No obstante, aquella impetuosa lluvia de luz duró apenas un instante. Antes de que pudiese preguntarme qué sucedía, aquel resplandor tan hermoso se tornó, de súbito, en unas neblinas que, lentamente, fueron tomando forma hasta devenir en la figura de un ser que yo conocía demasiado bien, un ser que yo amaba con todo mi corazón, un ser por quien podría entregar mi vida sin pensarlo ni una sola vez.
No pude evitar que los ojos se me llenasen de lágrimas cuando la vi allí, enfrente de nosotros, sonriéndonos traviesa y dulcemente. Brisita nos observaba con los ojos anegados en ternura y disculpas. Se había percatado de que su repentina aparición nos había robado el aliento. Sin embargo, al detectar la súbita felicidad que se había apoderado de todo mi ser, su mirada se llenó de vida, de luz, de amor; mas, aunque anhelase abrazarla con todas mis fuerzas, no podía moverme. No podía reaccionar y tampoco podía controlar los sentimientos que se escapaban de mis ojos.
     Hola, mamá —me saludó despreocupadamente acercándose a mí. Entonces me fijé en que llevaba un hermosísimo vestido azul cuya vaporosa falda se mecía ligeramente cuando ella caminaba, como si estuviese hecha de aire—. Vaya, parece que hayas visto a un fantasma —se rió tiernamente mientras me tomaba con mucha delicadeza de las manos—. Comprendo que no me esperases. Esa estrellita que habéis visto es Lainaya... Solamente podréis verla cuando alguien de nosotros intenta llegar a vuestro mundo. Después, desaparece. No la habéis visto antes porque nunca habéis observado el cielo antes de nuestra llegada...
Sabía que Brisita hablaba para suplir ese silencio que me había robado la voz. No podía reaccionar no sólo porque no me esperaba en absoluto que ella apareciese justo ese amanecer, sino porque su belleza me había arrobado inmensamente. Brisita estaba mucho más hermosa que nunca. Aquel vestido azul celeste les daba a sus rojizos y rizados cabellos un brillo deslumbrante que también parecía emanar de sus violáceos ojos. Además me sonreía como si nada la preocupase, como si nunca hubiese sufrido, como si la vida no fuese sino harmonía y amor. Yo también le sonreí cuando deduje que Brisita únicamente había llegado hasta nosotros para comunicarnos algo inocente y bueno. Su sonrisa no podría existir si en sus intenciones reposase la necesidad de transmitirnos alguna noticia lamentable.
     Hola, cariño mío. Perdóname, cielo; pero es que... efectivamente, no te esperábamos, y has llegado tan luminosamente... Has llegado deslumbrando el mundo —me reí tiernamente mientras la abrazaba. Al tenerla entre mis brazos, noté que Brisita había crecido mucho más—. ¿Cómo es que estás aquí? —le pregunté con mucho amor mientras le acariciaba los cabellos.
     Ahora os lo explico. Antes me gustaría saludar a Eros y a Arthur... —me comunicó separándose de mí y dirigiéndose hacia Eros, quien no podía dejar de mirarla—. Eros... me alegro mucho de verte —le sonrió con tanto amor que me sobrecogí. Me costaba imaginarme cuánto quería Brisita a Eros—. Dame un abrazo, anda —se rió aproximándose más a él. Eros la abrazó con mucha delicadeza y dulzura—. Vaya, hacía mucho tiempo que nadie me abrazaba con tanto primor —se rió con vergüenza.
     Tú eres toda primor, Brisa —le contestó Eros estremecido.
Permanecieron abrazados durante un tiempo que no pude contar. Brisa tenía las mejillas sonrojadas y los ojitos entornados, como si temiese que de su mirada pudiese emanar una cantidad inmensa de lágrimas. Por su parte, Eros la abrazaba como si Brisa fuese de cristal. Incluso se atrevió a acariciarla por la espalda mientras dejaba caer entre sus cabellos unos tímidos e inocentes besitos que les hicieron reír con pureza a los dos.
     Pues he venido para llevaros a Lainaya —nos comunicó cuando al fin ella y Eros se separaron. La apariencia de su abrazo me inquietó leve y estúpidamente—. No podéis retrasaros más. Por cierto, ¿dónde está Arthur? ¿Está durmiendo ya? Él no puede venir con nosotros a Lainaya, pero tengo muchas ganas de verlo...
     Arthur no está, cariño —le anuncié con sublimidad y pena—, y no creo que vuelvas a verlo nunca más.
     ¿Cómo? —me preguntó sorprendida.
     Arthur está viviendo en una isla mágica junto a su amada.
     ¿Su amada?
     Te prometo que te lo explicaremos todo con calma. No te preocupes por él, pues es muy feliz allí en Muirgéin y... —intenté serenarla. Los ojitos de Brisita se habían llenado de desconsuelo.
     Es mi papá... Aceptar que no volveré a verlo nunca más es imposible, aunque ya tuve que hacerme una vez a esa triste idea. No os preocupéis. Los habitantes de Lainaya tenemos que convivir con la ausencia de nuestros seres más queridos...
     Pero tienes a... a... ay... —titubeó Eros—. No me acuerdo de cómo se llamaba...
     Lianid —sonrió ella con cariño—. Sí... Lianid... bueno...
     ¿Ocurre algo, cariño? —le pregunté inquieta.
     Lianid... Esto os resultará imposible de creer, pero Lianid está enfermo y no creo que viva mucho tiempo más —nos confesó con una voz muy frágil.
     ¿Las haditas de Lainaya pueden enfermar? —le cuestionó Eros incrédulo.
     Sí, si no saben cuidarse... Lianid no supo... Fue muy imprudente.
     ¿Qué sucedió? Ven, siéntate y cuéntanoslo todo —la invité tomándola de la mano y dirigiéndome hacia mi lecho. Brisita se sentó y durante unos largos segundos permaneció con los ojos fijos en nuestras manos unidas—. Dinos qué acaeció, cariño.
     Hay tres cosas que pueden enfermarnos: salir de nuestro mundo sin el consentimiento de Ugvia, un consentimiento que sin embargo no está compuesto por palabras, sino por sensaciones; tomar hierbas que no son adecuadas para nosotros, hierbas que crecen básicamente en lugares no bendecidos por Ugvia, y, por último... puede deshacernos lentamente un sentimiento inmenso... verbigracia, la más desgarradora tristeza o la ira más destructiva.
     ¿Y qué le ocurrió a Lianid? —quiso saber Eros. Yo no podía articular ni la palabra más ligera.
     Las tres cosas: quiso salir de Lainaya porque discutió muy fuertemente conmigo, permitiendo que la ira lo dominase. Cuando vio que no podía huir de Lainaya, se perdió a propósito por unos bosques que quedan muy lejos de nuestras regiones y permaneció vagando por esos lares durante más de tres días. Como no tenía nada para comer, se aventuró a ingerir unas hierbas prohibidas. No entiendo qué le ocurrió. Pareció como si se hubiese enloquecido. Lo buscamos desesperadamente por todas partes y al fin, gracias al lazo que lo une a Cerinia, su madre, logramos hallarlo casi sin vida en ese bosque oscuro. Sí, Lainaya es mágica y preciosa, pero también tiene recovecos peligrosos llenos de misterios que nadie ha conseguido resolver. Lo curamos, hicimos todo lo posible para devolverle la vida que estaba perdiendo; pero haber intentado marcharse de Lainaya sin esperar el consentimiento de Ugvia... eso no tiene cura...
     ¿Y qué podemos hacer nosotros por él? Porque supongo que también habrás venido para pedirnos ayuda, ¿no? —la interrogó Eros con inocencia.
     No, no podéis hacer nada. Además... hay algo que no os he confesado.
     ¿De qué se trata? —le preguntamos los dos al mismo tiempo.
     Lianid me ha traicionado con otra hadita —nos desveló con lágrimas en los ojos.
     No puede ser, no puede ser —negué intentando digerir aquella realidad.
     Sí, Sinéad. Fue con una heidelf... Los descubrí juntos. Ella... era muy inocente...
     Una heidelf...
     Una heidelf que conoces muy bien. Me cuesta entender lo que ocurrió realmente, pero...
     Espera un momento... ¿a quién estás refiriéndote, Brisa? —le cuestioné sintiéndome inmensamente nerviosa.
     Será mejor que lo compruebes por ti misma. Hay alguien que se ha adentrado en Lainaya dispuesto a quedarse allí para siempre. No podemos luchar contra su voluntad porque no podemos ir contra una decisión tan potente. Quien regresa a Lainaya para convertir ese mundo en su hogar solamente es dueño de su vida y de su destino. Ugvia la ha aceptado entre nosotros... por lo que no podemos pugnar contra ella... Además, aunque te parezca incomprensible, ella no tiene la culpa de nada. Es puramente inocente.
     ¿Estás refiriéndote a Scarlya? —susurré incapaz de hablar serenamente.
     Sí, se trata de Scarlya. Hace unas semanas, oí que alguien me llamaba desesperadamente a través de la distancia. Enseguida supe que aquel llamado no provenía de Lainaya, sino de otro mundo. Entonces capté que se trataba de Scarlya. Vine a buscarla... Al ser reina de Lainaya, tengo cada vez más libertad para salir de allí y adentrarme en este mundo. Cuando me reencontré con ella, la descubrí llorando desconsoladamente. No quiso explicarme qué le había sucedido. Solamente me pedía con ahínco y mucha ansiedad que me la llevase a Lainaya y que la arrancase de este mundo para siempre. Al principio intenté convencerla de que era imposible que viviese en Lainaya para siempre, pero me insistió tanto que al fin me convenció. Entonces viajé con ella a Lainaya. La ayudé en su conversión a heidelf y durante un tiempo estuvo viviendo con Lianid, conmigo y con nuestros hijitos. Hace una semana, descubrí a Scarlya y a Lianid conversando serenamente al lado del río... Oí que Lianid le confesaba que la había extrañado siempre mucho. A Scarlya le costaba interpretar el verdadero significado de las palabras de Lianid. En fin, no quiero alargar mucho esto... Lianid le desveló que a veces pensaba en ella con más amor del necesario, algo que, según él, siempre lo había desorientado mucho; pero Scarlya se apresuró a decir que ella nunca se fijaría en él, primeramente porque estaba casado conmigo, que soy tu hijita... y Scarlya te considera el único ser que verdaderamente ha querido en su vida y que la ha querido con plena sinceridad. No puedo culparla de nada. Lianid es quien lo ha enrevesado todo y... y ha actuado como un niño infantil e inmaduro.
     Lo lamento... —le aseguré acariciándole las manos. Brisa estaba inmensamente nerviosa y le costaba hablar claramente.
     Cuando hablé con Lianid, me confesó que Scarlya no le resultaba indiferente. Yo le pregunté por qué nunca me lo había dicho y él se enfureció inmediatamente, como si mis palabras fuesen una ofensa. Me aseguró que me quería y que nunca sería capaz de abandonarme, pero eso no significaba que no pudiese mirar con ojos tiernos a otra mujer. Yo no comprendía nada, nada, pues cuando nos casamos me prometió que solamente me amaría a mí.
     Tranquilízate, Brisita —le pedí tiernamente. Brisita había empezado a llorar desesperadamente y le costaba respirar.
     Cuando me enteré de lo que sentía, le dije que se fuese de mi casa y que no quería estar con él si me había traicionado de esa manera. Él se enfadó mucho más y me dijo gritándome que no tenía ningún derecho a reprocharle nada porque siempre se había comportado conmigo de una forma impecable. Claro que en esos momentos yo no tenía argumentos para rebatir todo lo que salía de sus labios... pero a él, al parecer, le ofendió mucho que dudase de su amor. Él me aseguró que nunca había dejado de amarme y que en verdad no estaba enamorado de Scarlya. Solamente se sentía levemente atraído por ella y esa atracción se había intensificado en los últimos días al vivir juntos... ¡Incluso pareció que me culpaba de lo que estaba acaeciéndole por haber permitido que ella habitase en nuestro hogar!
     No puedo creer que todo lo que dices sea verdad, Brisita —aduje con mucha tristeza—. ¡Pero si Lianid estaba inmensamente enamorado de ti!
     Ya no sé qué creer, Sinéad. Tal vez se acercó a mí porque iba a ser reina de Lainaya —me propuso hipando desconsoladamente—. Me cuesta creer en su amor después de todo lo que ha pasado. ¡Y es el padre de mis hijitos...! ¡Yo pensaba que nuestro amor era eterno y verdadero! ¡No puedo creer que en Lainaya existan sentimientos tan dolorosos!
     Pero él te aseguró que estaba enamorado de ti, Brisa, y que lo que sentía por Scarlya solamente era una atracción casi irrelevante —intentó serenarla Eros.
     No es verdad. Cuando discutimos de ese modo, Lianid me aseguró que, si no confiaba en él, no tenía sentido que siguiésemos juntos y entonces se marchó. Yo intenté seguirlo, pero empezó a llover mucho y... sé que esa tormenta la provocó él con sus poderes audélficos. No pude saber adónde se dirigió porque la oscuridad de aquella impetuosa tormenta me lo ocultó todo... Los audelfs no podemos ver bien en la oscuridad como pueden hacerlo los niedelfs, pero él sí podía orientarse porque era el causante de esa lluvia tan...
     Brisa, estoy segura de que conseguiréis arreglar las cosas. En cuanto a Scarlya, no entiendo... Maldita sea, me marcho unos días y pasa de todo —me quejé desorientada y disgustada—. Se supone que teníamos que partir todos juntos a Lainaya... y se ha ido sola... ¿Y qué ocurre con Leonard?
     Yo no sé nada, Sinéad. Sólo sé que Lianid está muriéndose y que no podré perdonarle lo que pasó. No me duele que se haya fijado en Scarlya o, mejor dicho, que se sienta atraído por ella. Me duele que se pusiese así, que se enfadase tanto y que se marchase sin decirme nada, sin importarle siquiera su propia vida. Quiso irse de Lainaya. No entiendo adónde deseaba llegar... A veces me parece como si ni tan sólo Lainaya fuese mi hogar. Estoy enlazada a ese mundo a la vez que algo me ata a éste donde tú vives...
     Brisa, lo mejor será que te serenes, vida mía. No creo que sea bueno que llores así, cariño —la consolé abrazándola muy tiernamente. Brisa lloraba como nunca lo había hecho delante de mí.
     Tengo el corazón destrozado, mamá. Yo no quiero regresar a Lainaya y ver cómo el amor de mi vida se desvanece. No podemos hacer nada para curarlo. Ha ingerido las hierbas prohibidas, las hierbas de la muerte. Esas hierbas solamente sirven para matarnos. Están hechas para las haditas que nos cansamos de vivir... que se cansan de vivir —rectificó alterada.
     ¿Tú estás cansada de vivir, mi cielito? —le pregunté con mucho amor y miedo.
     No lo sé. Estoy cansada de echarte de menos. Cerinia es como mi madre, pero no es mi madre, no me llevó en sus entrañas, ¡no puede sustituirte! ¡Y yo muchas veces necesito sentirme protegida por tus brazos! Yo no puedo vivir así. Encima Lianid se ha enloquecido... A veces las haditas de Lainaya sufren la locura también. Hay mucha magia en nuestro interior... y que haya tanta magia es peligroso porque ésta puede descontrolarse y volvernos irracionales.
     Yo no sabía nada de eso —musité sobrecogida.
     No es muy común que eso ocurra... pero a Lianid estoy segura de que lo ha dominado la insania. No podemos salvarlo; pero sé que, si se curase, no podría seguir con él. Lo que sucedió me duele mucho, mucho... y mis hijitos...
     Tus hijitos... —le sonreí intentando que ella también sonriese—. Tengo muchas ganas de conocerlos. ¿Cómo se llaman? No me acuerdo de si me lo dijiste, qué extraño...
     Es sencillo olvidar los nombres de los habitantes de Lainaya. Se llaman Sauce y Lluvia.
     Sauce y Lluvia: qué nombres tan bonitos —me reí tratando de deshacer las terribles emociones que gritaban por dentro de mí—. Seguro que son hermosos.
     Sí, lo son; pero se parecen demasiado a Arthur y a Lianid. No puedo evitar verlos a ellos cada vez que los miro.
     También se parecerán a ti, ¿no?
     Sí... Lluvia es casi idéntica a mí... Tiene nuestros ojitos y ha heredado la redondez de nuestro rostro —me sonrió con mucho amor.
     Anímate, cariño. Estoy segura de que podremos solucionar todo esto y no dudo de que Lianid te quiere con todo su corazón, aunque ahora te cueste creerlo.
     No me ama ya... Los errores que ha cometido han destruido todos sus sentimientos y sus pensamientos. Ya no habla. Se pasa el día durmiendo y apenas mira a su alrededor... pero gracias por tener más esperanzas que yo.
No pude decirle nada más. Permanecí abrazándola y dándole caricias tiernísimas con las que intentaba serenarla durante un tiempo que ni siquiera el amanecer se atrevió a convertir en día. Eros, por su parte, se había sentado a nuestro lado y de vez en cuando deslizaba los dedos por los ensortijados y rojizos cabellos de Brisita. Noté que acariciarla le hacía sentir una vergüenza inmensa que le entornaba los ojos.
Al fin, cuando creí que toda la luz del día se adentraría en nuestra alcoba destruyendo definitivamente la calma de aquel instante, Brisita se separó de mis brazos y, con una voz llena de una fingida calma, nos comunicó:
     Soy consciente de que tenéis que dormir. Cuando caiga la noche, vendré a buscaros y partiremos juntos a Lainaya. Si lo deseas, puedes ir a buscar a tu padre para...
     No creo que Leonard quiera ir a Lainaya. No obstante, tengo que hablar con él para que me cuente todo lo que ha ocurrido.
     ¿Dónde estarás tú, Brisita? Tengo entendido que los habitantes de Lainaya no podéis permanecer más de una hora fuera de vuestro mundo —adujo Eros inquieto.
     Eso sólo ocurre con los habitantes de Lainaya que no han nacido allí. Yo soy lainayesa, por lo que puedo restar en este mundo todo el tiempo que desee. Recuerda, Eros, que viví con vosotros durante unos cuantos días cuando apenas había crecido —le sonrió tiernamente.
     ¡Es cierto! Es que a veces me cuesta acordarme de todos los detalles de ese mundo mágico —se disculpó con vergüenza.
     Es comprensible. Si no os importa, prefiero quedarme aquí. No creo que sea muy conveniente que vague por la calle con... con estas orejitas y con esta estatura tan... atípica... Me tomarían por una niña disfrazada si me viesen —se rió con mucha timidez.
     Es cierto. Sí, quédate aquí. Puedes leer, tocar el arpa, ver la televisión... —le ofrecí con divertimento.
     La televisión... Nunca he visto nada de eso.
     Si quieres, puedo enseñarte a utilizarla —se ofreció Eros sonriéndole amablemente.
     No, Eros, la verdad es que no me llama mucho la atención —se disculpó tímidamente—. Dormid serenamente. Nos vemos mañana. Buenos días.
Cuando Brisita se fue, cerrando la puerta tras de sí, Eros y yo permanecimos en silencio durante unos espesos y tensos momentos. Fue él quien lo quebró alzándose de nuestro lecho y dirigiéndose hacia la ventana para impedir que la luz siguiese adentrándose vivamente en nuestra alcoba. Cuando bajó la persiana, me sentí inmensamente aliviada. El fulgor del día me había rozado dolorosamente la piel, pero no me había atrevido a quejarme para no parecer débil ante Brisita, quien en aquellos instantes necesitaba ser consolada más que cuidarnos a nosotros. Cuando Eros volvió a mi lado, me miró honda y serenamente. En sus ojos detecté impaciencia y preocupación. Fue su mirada la que me instó a hablar.
     Me cuesta creer que lo que nos ha explicado sea cierto. Yo pensaba que Lianid estaba profundamente enamorado de Brisita y que estarían juntos para siempre. Hay cosas que no entiendo. No comprendo la actitud de Lianid. Si Brisita se sentía insegura, debería haberla calmado en lugar de haberse enfadado irasciblemente con ella. Tampoco entiendo por qué huyó y quiso marcharse de Lainaya. No sé si Lianid era consciente de lo que hacía o si, en cambio, era la locura quien lo guiaba. Además, no quiero que muera. Me gustaría hablar serenamente con él tras curarlo, pero no sé si podremos lograr que se recupere...
     Si Brisita está tan dolida con él, es innecesario que hablemos con Lianid e intentemos solucionar las cosas. No deberíamos meternos en ese asunto, Sinéad; aunque yo también tengo que confesarte que no entiendo cómo Lianid fue capaz de revelarle a Scarlya algo así. No me imaginaba, en ningún momento, que Lianid se hubiese fijado en Scarlya.
Con paciencia y nostalgia, le revelé a Eros lo que había ocurrido en Lainaya tras haber encontrado a Scarlya tan enferma en aquella húmeda cueva. Le conté que Lianid había curado a Scarlya y que después ellos habían entablado una amistad muy bella que estuvo a punto de romperle el corazón a Brisita. Eros me escuchó con atención e interés. Cuando acabé de desvelarle todo lo que había acontecido entre Scarlya y Lianid, detalles que, al parecer, en su momento carecían de importancia, adujo con sinceridad:
     Si parecía que Scarlya se había enamorado de Lianid, nunca tuviste que creerla cuando te dijo que solamente era una prueba para valorar el amor que Lianid decía sentir por Brisita. Las mujeres sois muy listas y os inventáis cualquier cosa para esconder vuestros sentimientos.
     Pero si Scarlya todavía estaba enamorada de Leonard en aquel entonces...
     O eso deseaba haceros creer. No sé, Sinéad. Hay muchas cosas que no entiendo... Lo mejor será que durmamos y mañana partamos hacia Lainaya. Creo que allí podremos encontrar las respuestas a todas las preguntas que nos hacemos. Ven, mi Shiny...
     Hay una pregunta que quisiera hacerte, Eros —le expresé cuando ya me hube acomodado entre sus brazos.
     Sí...
     ¿Brisita te parece hermosa?
     Brisita es mágica tanto por fuera como por dentro. Por supuesto que me parece hermosa. Además, me infunde mucho respeto saber que es hijita tuya. La quiero muchísimo y a veces me lamento de no ser yo su padre. TE aseguro que la cuidaría mucho mejor que Arthur —me confesó con timidez.
     La situación de Arthur siempre ha sido complicada. Nunca ha podido disfrutar plenamente de su hijita.
     Estoy seguro de que la quiere con locura, pero...
     Tú la quieres mucho también, ¿verdad?
     Sí, muchísimo. Además, me siento fascinado por ella. Es reina de Lainaya, de la tierra más mágica que existe en el mundo y existirá jamás, y te aseguro que eso impone muchísimo. Brisita es mágica también... —reflexionó con amor—. ¿Por qué me preguntas eso ahora?
     Por nada en especial, cariño. Solamente me ha llamado la atención la forma en que os habéis abrazado. Me conmueve que os queráis tanto. Ambos sois muy importantes para mí...
     A Brisita la querré siempre, Sinéad. Nunca lo dudes, por favor.
     Hubo un tiempo en el que su existencia te torturaba...
     Un tiempo en el que estaba dominado por los celos, Sinéad. Comprende que no era muy agradable para mí saber que ibas a tener una hijita con Arthur. A mí también me gustaría vivir algo así contigo.
     Quizá alguna vez Ugvia nos permita vivir esa hermosísima experiencia, Eros.
     ¿A ti te gustaría tener un hijo conmigo? —me preguntó conmovido.
     Por supuesto que sí, amor mío —me reí al verlo tan sobrecogido—. Contigo quiero vivir toda mi vida.
     Mi Shiny... A veces he tenido tanto miedo de perderte... A veces he temido no ser lo que te mereces... He estado a punto de perderte en miles de ocasiones y te aseguro que es lo más doloroso que he vivido nunca. Por favor, nunca te alejes de mí, por favor —me rogó con los ojos llenos de lágrimas; lo cual me conmovió inmensamente.
     Eros... no vas a perderme. Es cierto que hemos estado a punto de separarnos en muchas ocasiones, pero esas ocasiones me han servido para darme cuenta de que te amo con demasiada locura. No temas por nada. Todo va a ir bien. Iremos a Lainaya y disfrutaremos juntos de su magia... Tal vez podamos hacer alguna locura para poder quedarnos allí algún tiempo —me reí traviesamente.
     ¡Mi Shiny! ¿Qué se te ha ocurrido ahora? —se rió al ver mi revoltosa mirada.
     Tú, cuando estemos en Lainaya, déjate llevar por mí —le pedí acomodándome más íntimamente entre sus brazos—. Ahora durmamos... Estoy agotadísima... Viajar cansa mucho —me quejé tiernamente.
     Sí, es cierto. Buenos días, mi Shiny.
     Buenos días, amor...
Nuestro sueño fue calmado, profundo, casi espeso e inacabable. Nos dormimos al fin serenamente uno en los brazos del otro, lejos del frío, de las controversias y de la tristeza. No obstante, ambos teníamos demasiado presente todo lo que había acaecido con Brisita y Lianid y, aunque el mundo de los sueños nos esperase anegado en bondad y magia, no nos olvidamos de que aquel presente podía llenarse de inseguridad en cualquier momento. Sin embargo, a mí me pareció que aquel amanecer era el más hermoso, brillante y ameno que había vivido en muchísimo tiempo. Su templada luz resplandecía allí afuera, trayéndonos los ecos de un nuevo día, de un nuevo futuro, de un nuevo camino.
 

2 comentarios:

Wensus dijo...

¡Que sorpresa! No esperaba que apareciese Brisita de esa forma tan especial, pero me sorprende todavía más lo que ha ocurrido en Lainaya. No me puedo creer que Lianid se sienta atraído por Scarlya, ¡que fuerte! Aunque esta vez Scarlya ha dejado clara su postura, Lianid se confiesa ante ella...muy mal. Es lógico que Brisita se sintiese traicionada por él. Tampoco veo justificada su forma de actuar. Encima de todo, se vuelve loco y se marcha. Ahora se está muriendo...eso me ha impactado mucho. No quiero que muera, es un personaje bueno aunque cometa estos errores. Deseo que se resuelvan las cosas entre ellos, se lo merecen. Que bonitos nombres, Sauce y Lluvia. Tengo curiosidad por conocerlos y saber más de ellos. Oye, que idea tan interesante, ¡un hijo entre Sinéad y Eros! ¿Te imaginas? En Lainaya es posible y sería algo maravilloso. Me pregunto que habrá pasado con Leonard...seguro que lo estará pasando muy mal sin Scarlya. A estas alturas, creo que debería olvidarse de ella, su amor verdadero tiene que estar en otra parte. Una entrada muy intensa y un inicio de historia trepidante y emocionante. ¡Me encanta!

Uber Regé dijo...

Qué bonita la relación de las estrellas luciendo y los habitantes de Lainaya, no dejan de sorprenderme esas ideas que plasmas en los relatos. Lo que ocurre con Lianid es también una gran sorpresa, no hubiera esperado jamás que flaquease su compromiso con Brisa, ahora que lo pienso entre Lianid y Eros veo una conexión, y por medio se ha interpuesto siempre Scarlya, ¡qué destino tan perturbador el suyo! Y no hay que olvidar sus relaciones con Leonard y la misma Sinéad... ¿qué tendrá esa vampiresa?
Pero ahora es necesario que se pongan en marcha a ese mundo que tanto echan de menos, aunque no se trate de una visita turística, ni mucho menos... ¡tienen que salvar Lianid! Y una vez en Lainaya, ¿qué acontecimientos se producirán? ¿qué paisajes verán? La verdad es que tengo muchas ganas de que vayan, aunque sea por un motivo tan triste... Ojalá las cosas les salgan bien, ¡no seas mala!