domingo, 20 de octubre de 2019

LEALTAD SIN PRECEDENTES


LEALTAD SIN PRECEDENTES

Qué mirada tan triste tiene hoy. Sus ojos siempre están llenos de tristeza, pero hoy parecen mucho más profundos y oscuros. Tiene los ojos más negros y bonitos que he visto en mi corta vida. Cuando la miré por primera vez, algo se me recompuso por dentro. Hasta que ella me encontró, nunca me había dado cuenta de lo sola que estaba. Enseguida supe que algo ya nos había unido desde mucho antes de conocernos. Cuando la vi caminando desorientada entre aquellos gruesos y antiguos árboles, supe que tenía que ayudarla y que yo me hallaba en ese lugar para guiarla. Al instante, ella se convirtió en algo de mí y yo me volví algo de ella. Un vínculo inquebrantable nos unió para siempre. Noté que, desde lo más hondo de mi ser, emergía un halo de luz que la envolvía y, a su vez, ese halo de luz que manaba de mí era el reflejo de la luz que ella irradiaba. Sí, ella brillaba. Ella ha brillado siempre, aunque esté inmensamente triste. La noche en la que nos encontramos, ella estaba muy triste, pero también refulgía en sus ojos el comienzo de una esperanza que ella no se atrevía a sentir libremente. Tenía mucho miedo y estaba tan perdida que casi no podía pensar con claridad; pero, en cuanto me descubrió a su lado, mirándola con tanto respeto e incluso fascinación, emergió de su desorientación como si ésta fuese un mar embravecido

Hoy está muy triste. Me gustaría poder preguntarle qué le ocurre. Nunca ha podido abandonar esa tristeza que le llena el alma, pero hace días que está mucho más nerviosa y sensible. Me habla con un tono de voz más bajo, más confidencial. Ella me habla siempre, aunque no pronuncie ninguna palabra, porque sus ojos se expresan en un idioma que sólo yo puedo entender. Sé que nadie comprende sus ojos mejor que yo. Si hubiese alguien que la entendiese, no estaría tan sola. Ella y yo somos muy distintas. No somos de la misma especie. Ella es de la especie de esos seres que nos quitan nuestro hogar a nosotros, a los que desde siempre estuvimos aquí. Sé que ellos son humanos y nosotros, animales. La mayoría de los humanos está convencida de que los animales ni pensamos, ni sentimos ni reflexionamos; pero hay una pequeña parte de esos seres que creen lo contrario y ella es una humana que cree de la forma correcta. No sólo sabe que pienso y siento, sino que, además, está totalmente segura de que la entiendo cuando me habla, cuando me mira o me acaricia. Ella es muy inteligente, mucho más de lo que los demás saben.

Yo no pertenezco a su misma especie porque soy un animal. Más concretamente, soy un animal que inspira temor y asco a la mayoría de seres humanos, pero a ella no le inspiro nada de eso, al contrario. Desde el primer momento que compartimos, ella sólo sintió por mí respeto y cariño. No pertenezco a su misma especie, pero la entiendo y quiero mucho más que todas las personas que la conocen o creen conocerla. Hay bastantes personas que la visitan aspirando a ganarse su confianza, pero hace tiempo que ella perdió la confianza en la vida y en las personas que ella creía que la querían. La engañaron vilmente haciéndole creer que la querían, que la respetaban y la entendían cuando lo cierto fue siempre que lo único que deseaban era quedar bien con ella porque, tratándola bien a ella, se sentían realizados como personas. Son unos hipócritas. Hubo un tiempo en el que sí la ayudaron a ser un poco más feliz, pero hace años que lo único que le causan es sufrimiento. No la entienden, no la ayudan nunca ni se preocupan realmente por ella. Si yo pudiese hablar su lengua, les pediría que la escuchasen, les pediría que la quisiesen de verdad y que la ayudasen a ser feliz; pero ellos no comprenden el lenguaje de mis miradas como sí lo hace ella. Ni siquiera se dignan mirarme. Soy parte del decorado de su vida, nada más.

Una noche, fui en busca de ayuda porque sentí que se iba, que se moría, y yo no pude soportarlo. La vida sin ella me resultaría difícil y muy triste. Desde que estoy con ella, apenas me apetece salir al bosque y vagar sola por ahí. Si salgo, quiero que sea con ella. Quiero que compartamos los caminos que recorremos, el aire que respiramos, los olores del bosque, los sonidos del río, todo. Ella me habla siempre de un lugar que se parece un poco a este bosque que rodea nuestra acogedora cabaña. Me habla de esos lejanos lares con una tristeza preciosa que vuelve mucho más suave su voz. Tiene una voz preciosa, aterciopelada y armoniosa que me acoge siempre. Además, tiene un acento muy gracioso y tierno. No habla igual que las personas que forman parte de su vida, aunque de forma casi inexistente. Habla distinta. Los demás se expresan también con calma, pero con una decisión. Esa decisión con la que hablan me parece que vuelve más frías las palabras que pronuncian y también utilizan otro idioma. Ella me habla en una lengua con la que no se expresa delante de ellos. Sólo a mí me habla empleando ese idioma tan gracioso. Parece que cante al hablar. Sí, también canta. Muchas veces, la oigo cantar canciones preciosas mientras lava su ropa en el río, mientras trabaja la tierra, mientras cocina o limpia la cabaña. Ella sabe que la escucho con atención. Me parece que su voz es el sonido más bonito que pudo crear la naturaleza; pero ella no quiere cantar delante de nadie. Sólo se atreve a hacerlo delante de mí.

Me habla de cosas que no conozco. Me habla de montañas muy altas que se llenan de nieve en invierno. Me habla de un río en el que siempre se bañaba cuando llegaba el verano. Me habla de recoger el trigo, de la vendimia, de muchas maneras de cultivar la tierra. Me habla también de otros amigos suyos, también animales, con los que siempre se llevó estupendamente, mucho mejor que con las personas, y, siempre que me habla de todo ello, se le llenan los ojos de lágrimas. Siempre me habla de su pasado cuando nos hallamos las dos sentadas entre los árboles o delante de la lumbre. Le gusta mucho prender la lumbre cuando cae la noche y ya refresca un poco. Yo la rodeo con mi cuerpo y apoyo la cabeza en su pecho para escucharla mirándola a los ojos. Ella me acaricia suavemente, como si le diese miedo rasgarme la piel con sus suaves dedos, mientras me habla o me canta alguna canción de ésas tan bonitas con las que me duerme inevitablemente. Sus manos son muy cariñosas. Trabajar la tierra las ha fortalecido, pero sigue manando de ellas mucha ternura y cuidado. Me siento tan protegida en esos momentos que me parece que nunca estuve sola. Perdí a mi madre cuando era muy pequeña y, desde entonces, nunca había vuelto a sentir tanto calor, aunque las madres de nuestra especie son frías y nos abandonan pronto para que crezcamos rápido; pero a mí me separaron de ella mucho antes de que pudiese entender que era su hija. No me acuerdo de ella. Sin embargo, yo no la quiero como una hija quiere a su madre ni como si fuese mi hermana. Realmente, no sé diferenciar los tipos de amor que pueden existir. Ella sí me habla de las diferentes maneras de amar. Me habla de su madre y me explica que su madre la abandonó, enviándola lejos de su hogar injustamente porque ella amaba de una manera que, supuestamente, no estaba permitida; pero ¿cómo va a estar prohibida una manera de amar? El amor es un sentimiento muy bonito y no se debería prohibir.

Yo no sé cómo la quiero. La quiero de una manera fuerte y protectora. No quiero que le pase nada, pero siento que no la puedo cuidar de todo. Puedo protegerla de peligros físicos como una piedra en el camino que ella no ha advertido, una repentina tormenta a la que ella no le ha dado importancia, otro animal que quiera hacerle daño (aunque los animales saben que a ella no tiene sentido hacerle daño porque nos quiere a todos), pero no puedo protegerla de sus sentimientos. Sus sentimientos son muy peligrosos. A mí me parece que la tristeza o la frustración la destruirán sin que ella pueda evitarlo y me siento muy impotente porque no la puedo ayudar. Por más que trate de calmarla con mi cercanía y mi cariño, ella apenas reacciona. Dicen que está enferma, pero yo creo que lo que le pasa es que echa mucho de menos el lugar en el que vivía antes de venir aquí. Me contó que la mantuvieron encerrada en un sitio horrible durante años y que allí nadie la quería. Entonces es comprensible que tenga el corazón tan herido y lleno de tristeza. Es muy importante sentirnos queridos. Incluso para los animales, al contrario de lo que muchos humanos piensan, el cariño y el respeto son fundamentales para sentirnos felices. También necesitamos estar en nuestro hábitat. A ella le pasa lo mismo que nos ocurre a nosotros cuando nos separan del ambiente en el que mejor estamos. Estuvo encerrada durante mucho tiempo lejos de todo aquello que le hacía sentir viva. Dudo mucho de que se le cure definitivamente esa herida que tiene en el corazón.

Yo soy extraña. Quiero decir que, por lo general, los miembros de mi especie no tienen estos pensamientos tan profundos ni pueden reconocer con tanta claridad sus propios sentimientos y mucho menos los de los humanos; pero yo siento que no soy igual que mis hermanas. También me muevo por instintos, es evidente. Cuando tengo hambre, no puedo pensar en nada más que en comer, que en cazar, que comerme un suculento ratón o cualquier otra alimaña que me encuentre; pero también pienso demasiado y sé que ella entiende lo que pienso. Puede leerme la mente, lo sé.

Y está muy triste y nerviosa. Nunca la he visto así. No sé qué hacer para calmarla. Llora mucho, pasa horas sin comer, luego sale de la cabaña sin decirme a dónde va ni pedirme que la acompañe. Sé que es por esa otra humana que conoció hace poco. Desde que ésa apareció, está mucho más descontrolada por el miedo y la tristeza. Tiene mucho miedo. Me habla de ella con una voz que nunca le oí antes. Está aterrada porque dice que ella es alguien que ya conoció en otra vida. Creo en las otras vidas, pero no entiendo por qué le provoca tanto pánico que ella haya aparecido otra vez. Tendría que sentirse feliz por reencontrarse con alguien tan importante; pero teme a esa mujer como si ella fuese la portadora de todas sus desgracias. Dice que ha venido para vengarse de ella porque, según me cuenta, sabe que en otra vida hizo algo horrible sin poder evitarlo, pero ¿cómo va a hacer algo horrible ella, que es tan buena, tan cariñosa, tan dulce? Me dijo que no se acuerda de lo que ocurrió, pero sabe que acabaron muy mal por culpa suya, porque, por ser cobarde, la desveló ante las personas más crueles del mundo; pero estoy segura de que esa mujer ni siquiera se acordará de eso. Ella sí se acuerda porque es muy especial y poderosa. Es muy poderosa. Tiene tanto poder que ni ella misma lo puede soportar.

Ahora me llama con su peculiar acento. Siempre se dirige a mí con el nombre de Némesis. Me pregunta dónde estoy y me pide que la acompañe a algo muy importante para ella. Su voz suena llena de energía. Eso me gusta.

 

Qué impotencia siento, qué rabia, qué ganas de morder a todas esas personas que supuestamente la querían. ¡Los mataría a todos si tuviese el valor para hacerlo! Pero ella, con su cariño, ha atenuado mis instintos animales, qué curioso.

¡Mas ahora sólo siento que la quiero defender de todos ésos que se creen con el derecho de tratarla como si fuese escoria! Siento algo que me recorre el cuerpo y que me hace tener ganas de atrapar lo que sea y apretarlo hasta deshacerlo. La han tratado tan mal que pensaba que se desharía allí mismo, pero se ha mantenido fuerte, con ganas de llorar, pero fuerte, con poder en la mirada. Yo notaba que intentaba controlar lo que sentía porque no se quería rendir. Quería ser fuerte, pero no ha podido resistir el envite de la honda decepción que sentía y se ha derrumbado en medio del bosque, entre la noche. Yo no sabía qué hacer para calmarla. La miraba intentando transmitirle con los ojos esa fuerza que necesitaba para mantenerse poderosa porque a mí me gusta verla poderosa. Me siento fuerte junto a ella cuando se muestra tan capaz de enfrentarse a cualquier peligro. Habla diferente, con más seguridad, tiene otro brillo en la mirada y parece invencible. Cuando tiene ese ánimo, creo que las dos podemos afrontar cualquier adversidad; pero también me conmueve verla triste, deshecha en llanto, porque siento que puedo protegerla, que en mí está la responsabilidad de ampararla de su dolor.

Ella apenas notaba la fortaleza que yo quería transmitirle con la mirada. Estaba oscuro a nuestro alrededor y ella cada vez estaba más deshecha en llanto, pero de repente apareció esa mujer, otra vez, desfigurándolo todo, haciendo temblar el suelo de nuestro mundo. Apareció cuando creía que ya no volveríamos a ver a nadie más esa noche.

Se había perdido. Ella podría haberla ayudado, pero, en lugar de mostrarse tranquila, se comportó de una forma muy extraña. Quiso esconderle lo mal que se sentía tras una máscara de frialdad y distancia que en absoluto se correspondía con lo que ella deseaba mostrar realmente. La conozco tan bien que sé cuándo intenta fingir y cuándo es totalmente ella.

La mujer ésa, que tanto miedo le inspira a ella, también estaba muy asustada. Qué absurdo todo. La mujer ésa me tiene un miedo atroz. Me tiene miedo. Qué estúpida. Yo nunca le habría herido, en un principio, pero ahora sí siento ganas de atacarla o de darle algún susto porque le está haciendo daño. No se da cuenta, pero ella sufre mucho por culpa suya. No me gusta esa mujer. Va por el mundo haciéndose la inocente. Intenta engañar a la gente haciéndoles creer a todos que es buena, pero es tonta. No sabe actuar. No tiene ni idea de lo que debe hacer. No la sabe tratar, a ella que es tan especial. Me gustaría pedirle que desapareciese, que la dejase en paz, que no la espiase continuamente. La espía sin que ella se dé cuenta, evidentemente. La observa entre los árboles cuando lava su ropa en el río, cuando trabaja, incluso cuando se baña. ¿Quién se cree que es? ¿Por qué no se acerca a ella y le habla en lugar de ir espiándola? No me gusta eso. Sé que ella nota que alguien la acecha, pero tampoco le da mucha importancia a eso porque cree que forma parte de su supuesta enfermedad.

 

Hoy es un día extraño. Algo hay en el ambiente que pesa. No hay aire. Hay tristeza a nuestro alrededor. Le cuesta respirar. Está enferma. Ahora sí está enferma. No piensa con claridad. Ni siquiera sabe en qué momento del día se encuentra. No come casi. Se pasa las horas delante de ese altar que no deja de ordenar. Pone incienso continuamente y da larguísimos paseos por el bosque cuando es totalmente de noche. Está perdiendo la vida. Tengo mucho miedo. No quiero que le pase nada. Es parte de mí y, si ella muere, me apagaría. Seguiría viviendo porque la vida tiene que durar el tiempo que está establecido que dure, pero me movería sin aliento porque la quiero mucho. Sí, la quiero. Mi amor no sé si está prohibido o no. Es posible que nadie lo entendiese ni pudiese imaginarlo, pero la quiero con todo mi ser y ella me quiere también. Anoche me abrazó durante mucho tiempo. Perdí la noción de las horas. Creí que estaba a punto de amanecer cuando ni tan sólo se había escondido la luna. Me sentía tan bien, tan cómoda, tan protegida... Me habría gustado decírselo empleando el precioso idioma con el que ella se dirige a mí, pero no puedo hablar. La naturaleza no nos dio esa capacidad a los animales; mas sí la miré a los ojos, buscando su consciencia, y encontré algo que me puso muy triste. Encontré una honda desolación abarcando toda su alma. Vi tanto desconsuelo en su mirada que sentí que algo se me quebraba por dentro. Supe que estaba perdiéndose, que la estaba perdiendo, que estaba desapareciendo, que estaba muriendo la mujer que tan valiente y poderosa podía ser. Entonces, la miré con más fuerza a los ojos. Quise ordenarle a gritos que recuperase su poder, que fuese fuerte, que no se dejase vencer por nada.

Me pareció que oía mi voz silenciosa, mis gritos que no sonaban, porque me sonrió de súbito mientras deslizaba los dedos por mi cuerpo, suave y lentamente, a la vez que entornaba los ojos y me decía que me quería, que yo era lo único que tenía. Noté que se le aceleraba el corazón y entonces me prometió que me llevaría allí a su tierra y que allí podríamos ser libres. Me dijo que allí nadie nos haría daño y que me gustarían mucho esos bosques que ella tanto ama, que me enseñaría las montañas que protegían la aldea en la que ella había nacido... pero sé que eso no podrá ser. Nunca estaremos juntas allí porque ella está enferma y quieren encerrarla de nuevo, lo sé muy bien. Hace unas tardes, oí cómo la mujer esa mayor se lo decía al hombre, que debía pensar en llevarla allí, pero a él lo horroriza imaginarse llevándola otra vez a ese sitio en el que seguramente acabará muriendo.

Yo los mataré antes a todos. No la llevarán a ninguna parte porque yo lo impediré. No me importa que después me maten a mí. No quiero que le quiten la libertad. Ella se merece todo lo bueno y ellos sólo le dan cosas malas. No la quieren.

 

Hoy siento que la vida se está apagando ya. Nos queda poco tiempo. Hay algo que me avisa de que debo ir con mucho cuidado. No estamos en nuestra cabaña, sino en la casa del hombre ése que parecía tan bueno y que nos quiere separar. Ella me ha pedido que me esconda porque también sabe que estoy en peligro. Hace días, hice algo horrible. La defendí de la dañina energía que esa mujer tenía. La defendí porque ella estaba perdiéndose por culpa suya. Esa mujer la estaba matando sin saberlo y yo no podía permitir que le hiciese más daño.

Sé que me equivoqué, pero ya no hay vuelta atrás. Lo que más me duele no es que esa mujer estuviese a punto de morir ni que ella la quiera, porque sé que la quiere de esa forma prohibida de la que me habló una vez. Lo que más me duele es que nuestro tiempo se acaba. La dejaré sola. Me separarán de ella y la dejaré sola sin quererlo. No quiero dejarla sola. No puedo imaginármela sin mí. Quiero protegerla de todo y, si me separan de ella, no podré hacerlo. ¿Qué va a ser de ella?

Me duele pensar que me separarán de ella sin que ella pueda saber cuánto la quiero. No sé cómo la quiero, pero la quiero mucho. No me importa no saber qué tipo de amor es éste. Lo que me importa es que es de verdad, es sincero, es real y sé que, salvo esas personas de las que tanto me habla, nadie la ha querido ni la querrá como yo.

Ojalá no me vea morir. Sé que voy a morir. Me van a matar. No me permitirán estar con ella; pero no saben que no me rendiré tan rápido. Antes de que intenten separarme de ella, me lanzaré a ellos y los morderé con todas mis fuerzas. No sé si quiero matarlos. Lo único que quiero es que por unos momentos pierdan la conciencia para que ella y yo podamos huir juntas a ese lugar del que con tanto amor y nostalgia se acuerda; pero sé que mi veneno es mortal. De eso yo no tengo la culpa.

 

1 comentario:

Wensus dijo...

Una profunda y preciosa visión de las cosas por Némesis. Esa serpiente que tanto quiso a Agnes, y viceversa. En esta pequeña entrada, nos revela lo que sentía por Agnes, el enrome cariño que procesaba por ella. Había conexión, a pesar de que pertenecían a dos especies bien diferentes. Agnes supo mirar a través de los ojos de la serpiente, al igual que Némesis. Era una amistad de verdad, una cariño profundo y eterno. Se comprendían y Némesis era capaz de detectar la tristeza de Agnes, sufriendo por ella y comprendiendo lo que le ocurría. Es muy bonito y solamente los que amamos a los animales lo comprendemos. Te ocurre a ti con Rosie, a mi con mis niños y a Agnes con Némesis. Ella la siguió hasta el final, consciente de que las cosas no irían bien, sabiendo que cometieron errores, pero jamás se separó de ella ni la dejó de querer. Un animal se entrega al 100%, sin condiciones, con todo el amor, y eso no se encuentra en las personas, al menos fácilmente. Una entrada muy bonita, aunque triste por el desenlace, pero sabiendo que han sido afortunadas por haberse encontrado y haber vivido una amistad tan profunda y verdadera.