Querida Elisa:
Te escribo esta carta en la casa de
mi abuela. Estamos a principios de agosto, pero no sé cuándo te llegará esta
carta. Para enviar cartas, tenemos que ir a la ciudad porque aquí no hay
buzones. El cartero pasa una vez a la semana para recoger el correo que los
vecinos de la aldea quieran enviar, pero en agosto pasa cada quince días y yo
no estoy dispuesta a esperar tanto. Lo mismo pasará cuando quiera recibir una
carta tuya. Tendré que esperar tanto que no sé si merece la pena que me
contestes. Creo que es mejor que me des las cartas que me escribas cuando nos
veamos en la escuela en septiembre. Tengo ganas de volver a la escuela porque
te echo de menos a ti y a todos nuestros amigos. También echo de menos jugar al
tenis con las chicas porque aquí nadie sabe jugar al tenis y hay niños que
nunca oyeron hablar del tenis. ¿Puedes creértelo? Pero es que te voy a contar
muchas cosas que te costará creer.
Es el primer año que venimos de
vacaciones a la aldea de mi abuela. La aldea de mi abuela está perdida entre
montañas, valles y bosques. Sabes muy bien que siempre hemos ido a veranear
fuera de España. Hemos visitado países preciosos. Me lo pasé muy bien el año
pasado en Italia y creía que este año iríamos a Grecia, pero mi padre decidió
que pasaríamos todo el mes de agosto en la aldea de mi abuela, de su madre en
este caso. ¡Todo el mes de agosto! Lo peor es que aquí no hay playa. Para ir a
la playa, tienes que ir muy lejos y mi padre prefiere quedarse en la aldea
disfrutando, según él, de estos bosques, de los animales y del río. Yo probé a
bañarme en el río, pero me da miedo porque me parece que el agua va muy rápido.
Me invitan a que me acerque a los animales, pero todos los animales de la
Tierra me dan miedo. Aquí hay muchas vacas y ovejas. Las vacas me dan miedo.
Creo que me van a atacar y las ovejas huelen raro. No me gustan los animales.
Voy a hablarte de los niños de la
aldea y también de mi abuela. Hacía mucho tiempo que no veía a mi abuela.
Alguna vez, hemos venido aquí a pasar algunos días en Navidades; pero, como a
mí no me gustaba venir porque estaba todo nevado y teníamos que estar
encerrados en casa todo el tiempo, dejamos de venir. Casi no me acordaba de mi
abuela, pero ella, al parecer, me recordaba muy bien. Me ha recibido con mucho
cariño, eso sí, pero a mí me cuesta darle cariño a una mujer de la que apenas
me acuerdo. Además, todavía me cuesta mucho entenderla. Habla muy diferente a
nosotras. Tiene un acento muy marcado y le cuesta hablar en castellano, como
les pasa a todas las personas que viven aquí. Yo no entiendo cómo pueden vivir
todo el año en este lugar en el que no hay nada. No se puede ir a ninguna parte
porque no hay taxis. Tampoco hay cine, ni tiendas, ni piscina ni nada. Mi
abuela me quiere mucho. Mi padre no se cansa de decírmelo, pero yo no puedo
decir lo mismo. Claro que la aprecio porque es mi abuela y porque se está
portando muy bien conmigo, pero yo nunca necesité tener una abuela que viviese
en una aldea que está entre montañas. Creo que este sitio ni sale en los mapas.
No hace falta que lo busques en ninguna parte porque no lo vas a encontrar.
Hay muchos árboles y caminos por
los que me da miedo andar porque me parece que este bosque tan profundo y denso
me va a tragar y que no voy a saber encontrar el camino de regreso a casa. La
mayoría de los niños que hay en la aldea juegan mucho en el bosque, pero yo
prefiero quedarme en casa dibujando o haciendo mis deberes. Echo de menos ver
la televisión. Aquí no hay televisión. Hay radio, pero la radio me aburre.
Tampoco me he traído mis cintas de Mecano ni de Alaska y echo de menos escuchar
esas canciones.
Hay muchos niños en la aldea porque
casualmente los abuelos de todos esos niños viven aquí, pero también hay niños
que son de la aldea. Con esos niños no he conseguido hablar prácticamente nada
porque parece que hablemos en lenguas distintas. Intenté hablarles en francés,
pero no entienden francés. Hablan un idioma que se parece mucho al castellano,
pero que no tiene nada que ver. Mi padre ha intentado enseñarme algunas
palabras en esta lengua, pero realmente nunca le puse interés.
Hay algunos niños que sí hablan
mejor el castellano y con los que me llevo bien. Hay una chica que se llama Lúa
y que es mayor que yo, que me cae muy bien y que parece intentar que todos nos
llevemos bien. Lo intenta y a veces lo consigue. Jugamos a cosas muy
divertidas. Tiene mucha imaginación y trata muy bien a los niños, incluso a los
más pequeños, cuando los demás no quieren jugar con los niños pequeños. Cuando me
vio por primera vez, me preguntó en castellano cuántos años tenía y, cuando le
dije que tenía diez años, enseguida me invitó a jugar con ella. Me dijo que me
quería enseñar rincones de estos bosques, pero yo le dije que me daba miedo el
bosque y entonces me invitó a su casa a merendar; pero Lúa está muy pendiente
de otra niña, que creo que tiene mi edad, aunque no lo parece, que a mí no me
cae nada bien. He intentado hablar con ella en varias ocasiones y parece tonta
o a lo mejor es que no me entiende. No me extrañaría, pues me recuerda mucho a
un animal. Es como una de esas vacas que cuida porque es calmada y callada como
ellas. Lleva a las vacas a comer al monte y pasa todo el día allí sola, entre
los árboles, en el monte. Lúa alguna vez ha ido con ella, pero regresa siempre
sola. No comprendo cómo permiten que una niña tan pequeña pase tantas horas
sola en el monte. A mí nunca me dejarían hacer eso y, si me dejasen hacerlo,
jamás me iría sola por ahí al monte; pero aquí es como si no existiesen los
peligros. Esta niña de la que te hablo parece una persona mayor porque hace
cosas de mayores. No juega nunca con nosotros, no habla con los niños, sólo con
Lúa a veces, y se dedica a trabajar en las tierras que su madre y ella tienen.
Me han contado que su abuela murió hace tres años y que desde entonces están
más solas, pero todos los vecinos de la aldea las quieren mucho.
Además, te confieso que me da
miedo. No habla nunca conmigo ni con nadie, sólo con la gente mayor, y, cuando
la he oído hablar, me parece que tiene una voz muy curiosa, pero lo que más
miedo me da de ella son sus ojos porque tiene unos ojos negrísimos y muy
profundos y a mí me parece que me escruta por dentro cada vez que me mira,
aunque también sé que pasa de mí, que le soy indiferente. No me gusta esa niña
y no quiero volver a verla más, pero parece que es muy importante para todos
porque todos la tienen muy presente siempre y, encima, ahora que la aldea está en
fiestas, toca en todas partes su pandereta y canta muy bien. Yo no sé qué
sentido tiene tocar un instrumento como la pandereta. Yo pensaba que solamente
se tocaba en Navidades, pero ellos la tocan todo el año.
Tienen unas costumbres muy raras y
me cuesta entenderlas, pero también es verdad que es bonito lo que hacen y la
comida está muy buena aquí; pero yo quiero ir contigo a la playa o a la piscina
allí en el chalé que tienes en Platja d’Aro. Yo que soy de Madrid, me gusta
mucho ir a la playa y tus padres son muy afortunados por tener una casa como
ésa en la playa.
A mí me habría gustado irme con mi
madre a Málaga, con sus hermanas, pero, como mis padres están así de mal, no me
ha quedado más remedio que venir con mi padre a la aldea de mi abuela. Ojalá mi
padre me haga caso y nos vayamos ya, en unos días; pero dice que quiere recuperar
todo el tiempo perdido aquí, que necesitaba mucho estar en este lugar. Yo no
entiendo por qué alguien necesita estar en un lugar en el que no hay nada.
Ayer intenté hablar con la niña
ésta y fue un fracaso. A mí no se me resiste nadie. Yo le caigo bien a todo el
mundo, pero esta niña pasa de mí, ya te lo digo yo, y eso me da mucha rabia.
Iba con una vaca marrón que es de su madre y de ella. Yo le pregunté algo sobre
la vaca, y no me contestó. Se me quedó mirando como si yo fuese E.T el
extraterrestre. Le pregunté si es que no me entendía y tampoco me contestó. Me
miraba como si fuese un bicho raro. Luego me dijo que sí con la cabeza. Le
pregunté si es que era muda y me dijo: “non”, y luego se fue. Dijo: “non” y
luego se fue, pero casi no la oí contestarme. Vaya niña más tonta. ¿Cómo
alguien te puede demostrar tan abiertamente que le importas un pimiento? Yo le
he preguntado a Lúa si es que le pasa algo a esa niña y me contó que era muy
tímida y que le costaba mucho relacionarse con los demás, sobre todo si tenía
que hablar en castellano. ¿No entiendo que alguien no sepa hablar castellano en
España. Estamos en España, ante todo, ¿no? Muchas veces me lo dijo mi madre,
que estamos en España, que todo era España. Pues esta aldea también es España,
digo yo, pero, no, esta niña no sabe hablar nuestra lengua. Es tonta, ya te lo
digo yo.
Y dejo de escribir porque mi padre
dice que me va a llevar a la ciudad (que sólo se puede ir en coche) para que
demos una vuelta. A lo mejor me compra un helado o algo. Me ha pedido que le
proponga a alguna de mis amigas que venga conmigo, pero no tengo amigas
todavía.
Me despido con un abrazo muy fuerte
de tu mejor amiga.
Lidia
1 comentario:
Después de las entradas tan fuertes que has publicado, no esperaba en absoluto una como esta. Me he reído, pues las cosas que dice Lidia son muy típicas de personas de ciudad, acostumbradas a un estilo de vida muy urbano y con todas las comodidades. Aunque lo que más me a sorprendido es que sea una de las niñas que va a la aldea de Agnes y que la conozca a ella y Lúa. Es una visión muy divertida de como veían algunas personas a Agnes. Queda patente que no le gusta nada el lugar, pero es que lo critica todo, incluso la lengua. Es un poco petarda y esta, es totalmente contraria a ti, imposible que pudieses llevarte bien con ella jajaja. En esta carta pone verde la aldea, pero también a Agnes, la deja a la altura del betún. Se piensa que es tonta y critica que hable en otro idioma...pues por mal camino va. Yo tampoco me llevaría bien con ella y visto lo visto, no creo que vuelva más. Si esto hubiese ocurrido en nuestros días, quizás sería incluso peor, pues los niños y todos en general, estamos enganchados a la tecnología, al whatsapp, los teléfonos, internet...a esta le habría dado algo sin cobertura en mitad de la naturaleza jajaja. Una entrada muy divertida, Ntoch.
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