martes, 1 de julio de 2014

UN TRISTE REGRESO A CASA


UN TRISTE REGRESO A CASA
La magia se había despedido de mí convertida en un suave viento que me había acariciado la piel, la naturaleza me había dicho adiós con el silencio que mantenía con el tiempo y la creciente oscuridad de la noche se convirtió en unas imágenes que de pronto se tornaron un recuerdo para mí. Sin saber por qué, aparecí en el bosque de Wensuland, donde la negrura de la noche había devenido unas espesas neblinas que intentaron desorientarme, pero conocía aquel bosque como si hubiese nacido de mi alma. Caminé por aquella aquietada naturaleza hasta dejar sus árboles atrás. Entonces torné vuelo mis pasos y me dirigí sin pensar en nada hacia mi hogar, donde mi vida había comenzado a turbarse irrevocablemente.
Me sentía extraña al recuperar mi cuerpo vampírico después de tanto tiempo sin notar la frialdad de mi piel y la rareza de mi dentadura. También estaba nerviosa y atemorizada. No sabía cómo debía afrontar aquel presente, no tenía ni la menor idea de cómo debía actuar frente a ellos y tampoco se me ocurría cómo podría hacerles entender que conocía todo lo que había acaecido sin que aquellas explicaciones sonasen estremecedoras. Me imaginaba que los inquietaría saber que aquella dulce magia me ofrecía la posibilidad de presenciar los momentos que construían su vida cuando ellos ni siquiera podían figurarse que los observaba.
Mas no quise pensar. Solamente volé hasta acabar frente al edificio donde se hallaba mi hogar. Tras abrir la puerta con mi mente, subí corriendo las escaleras intentando que los nervios que se habían arraigado en mi estómago no me detuviesen ni me intimidasen. Cuando llegué al noveno piso, me paré un instante para recuperar la calma. La puerta de mi casa estaba cerrada, pero sabía que podía abrirla en cuanto lo desease; sin embargo, no me atrevía a hacerlo.
Desde el exterior podía oír la voz de Leonard instándole a Eros que contestase cuanto antes. Él parecía haberse quedado sin voz. Solamente percibí que respiraba serenamente, aunque de cada exhalación se desprendían unos nervios que me erizaron la piel. Antes de que pudiese pronunciar la palabra más sutil, me introduje en mi hogar intentando no hacer ruido. La puerta se abrió sigilosamente y el calor de mi morada me recibió como si de unos brazos cariñosos se tratase. Me dirigí directamente hacia el comedor, donde dentro de poco viviría unos momentos que no me atrevía a protagonizar.
Pareció como si mi subrepticia llegada detuviese el tiempo e interrumpiese la rotación de la Tierra. Eros, Scarlya y Leonard se quedaron absolutamente paralizados, observándome sin saber cómo mirarme, reflejándose en sus ojos un inabarcable desconcierto que parecía ensombrecer la palidez de su piel. La mirada que todos me dedicaban me hizo entender que aquel momento no estaba hecho para que yo lo viviese, pero no me moví de donde estaba, aunque con sus ojos todos me pidiesen que me marchase. Pese a que aquello me hiriese profundamente en el alma, no hice ni el menor amago de irme.
-          Buenas noches —los saludé intentando parecer serena; sin embargo, mi voz reflejó la tristeza que se había adueñado de mi alma.
-          Shiny —susurró Eros cubriéndose la boca con su mano diestra; un gesto que duró tan sólo un instante. Enseguida, Eros se acercó a mí con los ojos entornados—. Shiny, Shiny, Shiny.
Eros se lanzó desesperado a mis brazos llorando desconsoladamente y me apretó contra su cuerpo como si hasta entonces le hubiese faltado la vida. Su desesperación y su tristeza me hicieron plantearme la posibilidad de olvidar todo lo que había sucedido hasta esos momentos, pero mi corazón estaba demasiado resentido y necesitaba explicaciones lógicas que justificasen su comportamiento. Además, tampoco podía ignorar todo lo que había acaecido, pues de ello dependía nuestro futuro. Eros y yo teníamos que conversar seria y profundamente.
No obstante, no le negué la oportunidad de abrazarme, de llorar entre mis brazos, de pronunciar mi nombre con una tristeza que me destrozaba el alma. Yo también lo abracé con un infinito amor por si aquél era nuestro último abrazo. Estaba segura de que ya nada volvería a ser como antes, ya no...
-          Al fin, al fin, Shiny, mi Shiny...
Parecía como si Eros se hubiese olvidado de todo lo que había ocurrido hasta entonces, pero mi corazón no dejaba de recordármelo. Continuamente, mi memoria se anegaba en aquellas imágenes que yo había presenciado tan furtiva e ilícitamente, recordándome que aquellos brazos que me abrazaban tan desesperadamente habían rodeado el cuerpo de otra mujer, que esos labios que pronunciaban mi nombre con tanta tristeza le habían entregado sus besos a otros labios que no eran los míos... e intentaba convencerme de que todas las lágrimas que brotaban de esos ojos que habían mirado con pasión y deseo a otra vampiresa no tenían sentido... Todos aquellos pensamientos me hicieron retirarme de los brazos de Eros y finalizar nuestro abrazo con una fría distancia que lo paralizó. Entonces regresé al presente, a aquel instante que Eros, Scarlya y Leonard habían estado a punto de devenir el resquebrajamiento de mi vida, de nuestras vidas.
-          Shiny, te he extrañado tanto, tanto... —seguía llorando Eros a la vez que se secaba las lágrimas—. Shiny, por favor, no vuelvas a irte. No sé vivir sin ti, Shiny, no sé, no sé.
-          Eso no es cierto. Sí sabes vivir sin mí... o al menos has aprendido a hacerlo —lo contradije con mi voz impregnada de una inmensa lástima—. No he venido porque mi función en... en aquella tierra se haya terminado, sino porque... porque...
-          ¿Qué? —me preguntó Eros extrañado.
-          He venido porque lo sé todo. Conozco todo lo que ha ocurrido. Lo vi todo. La naturaleza me permitió cuidaros desde la distancia y... de ese modo descubrí todo lo que habéis hecho...
Eros enmudeció. Dejó de llorar al instante y, como si las palabras que yo acababa de pronunciar hubiesen sido los ojos de Medusa, se quedó totalmente paralizado, sin gesticular, sin apenas respirar. El silencio se palpaba y podía estrujarse como si tuviese materia, pero yo no quise romperlo. Eran ellos los que debían darme explicaciones, eran ellos quienes tenían que disculparse. No estaban en otra realidad donde los sentimientos cambiasen, sino en aquélla que todos compartíamos, que todos habíamos compartido de forma pacífica y amena antes de que el corazón de Scarlya decidiese dejar de querer a Leonard.
-          No te esperábamos —apuntó Leonard intentando parecer tranquilo.
-          Lo sé —contesté fríamente.
-          ¿Qué quiere decir que sabes todo lo que ha ocurrido? —me preguntó Scarlya nerviosa, aunque su voz sonó calmada.
-          ¿Y cómo te has enterado? —siguió interrogándome Leonard.
-          La naturaleza me ha ayudado. Conozco todo lo que ha ocurrido entre Eros y tú, Scarlya —le respondí notando cómo mi alma se llenaba de decepción y tristeza.
-          Eso es imposible —negó Eros asustado.
-          Deseaba venir para que contestases delante de mí la pregunta que te había hecho Leonard; pero ahora no me siento capaz de vivir este momento. No sé qué deciros, no sé cómo actuar. No me esperaba que sucediese esto, Eros. Jamás me imaginé que me hicieses algo así —le recriminé entristecida y decepcionada sin poder evitarlo.
-          Creo que eres la menos indicada para reprocharle nada —lo defendió Scarlya con calma.
-          Es cierto —prosiguió Leonard—. No deberías haberte ido.
-          ¿Cómo? ¿Acaso insinuáis que tengo la culpa de que Eros y mi mejor amiga me hayan traicionado? —pregunté escandalizada.
-          No queremos decir eso, Sinéad; pero sí es cierto que no puedes recriminarme nada —aseveró Eros con nervios y temor.
-          ¿Cómo te atreves a decirme eso? —le cuestioné sorprendida y a punto de enfurecerme.
-          ¡Tú eres la que decidió marcharse para tener un hijo con Arthur en otro mundo! ¡Tú eres la que me engañó primero entregándote a él! ¡Y te recuerdo que fue a ti a quien le gustó Wen!
-          ¿Cómo? —preguntó Leonard desorientado.
-          Sinéad se fijó en Wen, estuvo a punto de caer en sus brazos y no sabía si quería casarse conmigo porque pensaba que se había enamorado de él. Sinéad viajaba a una dimensión mágica cada vez que le apetecía para yacer con Arthur poniendo como excusa que en ese otro mundo los sentimientos cambian. Yo la he creído siempre como un idiota y encima he tenido la bondad de aceptar todo eso pensando que eran pruebas para nuestro amor.
-          ¿Estás resentido, Eros? ¿Por eso te entregaste a mí? —quiso saber Scarlya con mucho miedo. Su mirada se había llenado de desconsuelo y tristeza.
-          Al principio sí estaba resentido. No entendía por qué Sinéad me había hecho todo eso... nos había hecho eso a los dos... pero, conforme iban pasando los días, esa desorientación iba convirtiéndose en rabia y, lentamente, tú te volviste mi mundo, Scarlya. Sí, has venido en el momento más indicado, Sinéad. Si deseas escuchar lo que siento, está bien, lo confesaré sin remilgos ni censura... Scarlya me gusta, me gusta muchísimo, me gusta como jamás pensé que alguien podía gustarme habiéndome enamorado de ti. Al principio pensaba que solamente me atraía sexualmente, pero el paso de los días y nuestra entrega me han demostrado que por ella siento algo mucho más fuerte y especial. Ahora mismo me apetece más vivir junto a ella instantes que tú me niegas marchándote con Arthur y tu maldita hija.
-          No la insultes —la defendí cerrando con fuerza los ojos. No pude evitar que las lágrimas brotasen de mi mirada y resbalasen veloces por mis mejillas. El dolor que sentía me abrumaba tanto que era incapaz de respirar—. Di lo que quieras sobre mí. Insúltame, repróchame todo lo que quieras... pero, por favor, no desprecies a mi hijita...
-          Así que todo lo que decíais sobre la otra vida de Sinéad es cierto —susurró Leonard estremecido.
-          Sí, Leonard. Es cierto. Estoy junto a Arthur en otro mundo.
-          ¿Y por qué has regresado, hija?
-          Lo he dicho antes.
-          Estando con Arthur en un mundo mágico donde has sido madre, todo lo que hay en esta tierra debería dejar de importarte.
-          Pero sigue importándome todo lo que os concierne. Antes de ese mundo mágico, para mí existía éste, en el que vivía con vosotros una vida maravillosa. Sé que todo lo que está ocurriendo es culpa mía por haberme marchado, pero yo creía que podía mantener estables mis dos vidas... Ahora sé que me equivoqué... Y sería capaz de renunciar a todo lo que tengo allí si así consigo recuperar todo lo que tenía —lloraba sin poder controlar mis palabras—; pero ahora mi presencia en este mundo ya no tiene sentido. ¿Es cierto todo lo que has dicho de Scarlya, Eros?
-          Es cierto. Scarlya me gusta cada día más, con cada segundo que pasa me siento más unido a ella.
-          No estarás diciendo todo esto para hacer daño a Sinéad, ¿verdad? —le cuestionó Scarlya con miedo.
-          No soy tan retorcido —contestó él con pena.
-          ¿Y dónde queda lo que sentías por mí, ese amor tan inmenso y eterno? —le pregunté incapaz de evitar que los sollozos se apoderasen de mi voz. Mi equilibrio temblaba, así que opté por sentarme en una silla que tenía al lado—. ¿Dónde queda todo eso que sentías por mí, todas tus promesas, todo tu amor?
-          ¿Dónde queda el respeto que me profesabas? —me espetó él—. ¿Qué sientes cuando estás en ese mundo, tan lejos de mí? ¿Acaso te acuerdas de nuestras cosas, de nuestras noches, de nuestros días? ¡Tú eres quien decidió marcharse! Eres la menos indicada para venir aquí a recriminarme que haya intentado rehacer mi vida.
-          Pero es que nuestra vida no estaba deshecha, Eros —le informé quejumbrosa.
-          Me da igual. Tú la deshiciste marchándote y permaneciendo lejos de mí durante más de un mes.
-          Yo iba a volver, pero hace poco que di a luz —me defendí.
-          No me importa nada de eso. Por mí, como si esa hija tuya se muere ahora mismo. Lo que me importaba eras tú. Tú eras mi mundo y tú misma destruiste todo lo que teníamos. Ahora no me vengas con lágrimas de cocodrilo.
-          Pero ¿qué dices, Eros? ¡Yo en ningún momento quería que tú y yo...! ¡Yo no quería perderte!
-          Haberlo pensado antes. Sabías perfectamente lo que sucedería si permitías que me marchase.
-          ¡No, no lo sabía!
-          ¿Esa naturaleza que es tu nuevo hogar no te chiba todo lo que sucederá?
-          No si yo no lo deseo —le contesté herida.
-          Ya está bien, Eros. Si es cierto lo que Sinéad dice, creo que estás siendo un poco injusto —me defendió Leonard con amor.
-          ¿Cómo? Mi novia me abandona para irse a otro mundo para tener un hijo con otro hombre, ¿y soy yo quien es injusto? ¡Idos todos a la mismísima mierda! —gritó enfadado dirigiéndose hacia la puerta.
-          Espera, Eros, por favor —le pedí temblorosa alzándome de donde estaba sentada y tomándolo de las manos—. Hablemos serenamente, por favor, sin echarnos nada en cara, sin gritarnos. Eros, no es verdad que yo no me acordase de ti cuando estaba en el otro mundo; al contrario, me entristecía cuando te recordaba, te extrañaba con todas mis fuerzas y en más de una ocasión intenté comunicarme contigo, pero aquella magia no permitía que tú oyeses mi llamado. No cesé de pensar en ti nunca, ni siquiera cuando estaba con Rauth. Es cierto que con él era feliz y más cuando había dado a luz, pero tú estabas continuamente en mis pensamientos, en mi alma, en mis sueños, amor mío, y no veía el momento de regresar junto a ti —le confesé deshecha en lágrimas.
-          Eres una egoísta. Solamente piensas en ti. No me creo que me recordases ni que me extrañases como dices. Eres una mentirosa. Lo único que deseas es mantener a tu lado a todos los que hemos sentido algo por ti. No soportas perder nada. Te crees el centro del mundo. Ya es hora de que alguien te recuerde que no eres la única que tiene derecho a ser amada. También te mereces, como cualquier ser, que te destrocen el corazón.
-          Eros, nada de eso es cierto y lo sabes... Me conoces mejor que nadie.
-          Creía conocerte, pero ahora me doy cuenta de que estuve amando a una mujer idealizada. No eres tan bondadosa ni tan mágica como creía. Eres como lo son casi todas las mujeres: egocéntrica, creída y altiva, como esas mujeres que piensan que merecen ser amadas sin pedir nada a cambio, que piensan que pueden jugar con los sentimientos de los demás como si no tuviésemos corazón. Se acabó, Sinéad. Vete a ese maldito mundo con tu hijita y el egoísta de Rauth y fornicad sin parar como si yo no existiese, tal como habéis estado haciendo hasta ahora. Y hazme el favor de llevarte todas tus mierdas a esa porquería de mundo mágico que te hace tan feliz. Olvídate de mí, de nuestro mundo, de todo lo que hemos vivido. ¿qué sucede? ¿Acaso no me entiendes? —me preguntó irascible al ver que no me movía—. Está bien. Haré una última cosa por ti. Te ayudaré a preparar tu basura de equipaje —resolvió dirigiéndose hacia nuestra alcoba.
-          Eros, no... —intenté decirle, pero los sollozos y la tristeza no me permitían hablar.
Sin controlar mi cuerpo, me fui hacia aquella habitación donde habíamos vivido tantos momentos. Entonces vi que Eros había abierto una inmensa maleta que había colocado encima de nuestro lecho y que sacaba mis vestidos del armario con una brutalidad impropia de sus manos. En aquella alcoba estaban todos mis objetos como si nunca los hubiese movido de allí. Incluso estaba mi amada arpa en su rincón. Entonces entendí que la magia la había transportado hacia allí, cumpliendo la promesa de trasladarla dondequiera que yo fuese.
Eros estaba introduciendo todas mis pertenencias en aquella maleta como si nada tuviese el derecho de ser tratado con respeto. Cuando hubo vaciado casi todo el armario, se situó frente al escritorio y cogió rápida y violentamente los últimos libros que yo había estado leyendo, las hojas que yo había rellenado con versos y notas, mis pequeños retratos... y lo lanzó al suelo sabiendo perfectamente que en aquella enorme maleta ya no cabía nada más. Cuando hubo desprovisto al escritorio de todas mis cosas, se dirigió hacia el rincón que le pertenecía a mi amada arpa y la agarró con rabia y desconsideración.
-          ¡No! —chillé asustadísima lanzándome hacia él. Se la arrebaté de las manos antes de que su furia pudiese deshacerla—. ¡Basta ya, Eros! ¡Basta, por favor, por favor!
-          ¡Vete de aquí y no regreses nunca más, ingrata! —me gritó mientras me empujaba. Lamentablemente, caí con el arpa entre mis brazos encima del montón de cosas que Eros había lanzado al suelo—. ¡No quiero volver a verte nunca más!
-          ¡Eros, basta ya! —chilló Leonard inesperadamente desde la puerta de la alcoba—. ¿Se puede saber qué haces?
-          Eros, por favor, cálmate, cariño —le pidió Scarlya con una voz impregnada de dulzura y serenidad—. Entiendo cómo te sientes, pero poniéndote así no conseguirás nada.
-          ¡Quiero que se vaya! —gritó como si las palabras de Scarlya no hubiesen existido.
-          Está bien, se irá; pero antes debes serenarte. Estoy segura de que en verdad no quieres que se marche, pero el rencor, el despecho y la rabia han nublado tu razón —seguía hablándole Scarlya con amor.
-          No es verdad. Ahora veo las cosas con más claridad que nunca. Todo esto me ha hecho abrir los ojos. No quiero seguir junto a una mujer tan egoísta. Quiero que se marche inmediatamente y que no vuelva nunca más. Este hogar es prácticamente todo mío, así que sobras por completo, Sinéad. Largo de aquí.
No podía decir nada. Una asfixiante lástima me oprimía la garganta y me arrebataba la capacidad de pensar y de razonar. Me alcé del suelo abrazada a mi arpa y, tras dejarla en un rincón, empecé a ordenar mi equipaje casi sin ver los objetos que tomaba entre mis manos. Las lágrimas opacaban mi mirada y me impedían fijarme nítidamente en mi entorno. Sabía que Leonard y Scarlya estaban presenciando plenamente mi derrota, pero no me importaba. En esos momentos solamente anhelaba que todo desapareciese, que la tierra se abriese y sus ardientes entrañas me devorasen para siempre. No veía futuro más allá de ese instante, no creía en mi pasado ni tampoco confiaba en que existiese una senda que me llevase hasta la calma. Todo lo que había por dentro de mí me incitaba a pensar que todo se había acabado para mí, absolutamente todo.
En silencio, aunque aún sollozando desconsoladamente, conseguí guardar mis cosas en dos grandes mochilas, deshaciendo de ese modo el poco equipaje que Eros me había “ayudado” a preparar con aquella desgarradora falta de delicadeza. Cuando cerré la última mochila y me disponía a guardar el arpa en su acolchada funda de cuero, Leonard interrumpió aquel punzante silencio; el que nadie se había atrevido a quebrar. Su voz sonó llena de frialdad, rencor y decepción, lo cual me estremeció hondamente e intensificó las ganas de llorar que estaban a punto de abandonarme.
-          Eres un desgraciado, Eros. No te mereces que Sinéad te quiera tanto. Y, tú, ingrata Scarlya, ojalá jamás encuentres la felicidad y que tu vida se convierta en un infierno. No entiendo cómo pude enamorarme tan locamente de una mujer tan impura y despreciable como tú. Eres una egoísta. Eros, acusas a Sinéad de ser una mujer egocéntrica que se cree que se merece el amor por derecho propio, pero te olvidas de que te has fijado en una verdadera harpía. Jamás podréis ser plenamente felices, jamás —sentenció con una acritud estremecedora.
-          Leonard, no es necesario que nos maldigas de ese modo. Ninguno de los dos ha decidido que esto ocurra. Sabes que los sentimientos no se pueden controlar y que es imposible prever las emociones que te anegarán el alma. Si yo hubiese podido escoger, jamás me habría alejado de ti, te lo aseguro —opuso Scarlya avergonzada y entristecida—. Además, tampoco creo que Eros se merezca que le digas todo eso. Entiéndelo, Leonard. Está tan despechado como tú. Él asegura que yo le gusto, pero se dará cuenta de que está equivocado en cuanto el rencor y la rabia que invaden su corazón se desvanezcan.
-          No, Scarlya. Te equivocas. Éste es el mejor momento para cortar definitivamente con Sinéad e iniciar una nueva vida lejos de aquí, en un lugar donde podamos ser libres —la contradijo con ternura; lo cual me destrozó el corazón—. Anhelas formar parte de la sociedad. Yo te ayudaré a cumplir tus sueños.
-          No, Eros —negó ella estremecida—. Yo deseaba formar parte de la sociedad sabiendo que todos los seres que quiero son felices. Yo quería formar parte de la sociedad junto a Leonard, el hombre que creía el amor de mi vida. Ya no deseo vivir en una ciudad majestuosa y hermosa. No le encuentro sentido a vivir junto a ti cuando te sientes tan despechado y herido. No podré ser feliz sabiendo que Sinéad tiene el alma destrozada por culpa mía. No, no voy a permitir que lo abandones todo ahora, que te convenzas de que yo soy tu felicidad. No es cierto, Eros. Es verdad que nos atraemos muchísimo y posiblemente yo te guste, aunque sea, la mitad de lo que tú me gustas a mí; pero lo que tú sientes por mí no es amor verdadero. No tiene sentido que iniciemos juntos una nueva vida en estos momentos tan tristes. Mira a Sinéad. ¿Acaso no sientes nada cuando la ves tan destruida? Sabes perfectamente que ella está loca de amor por ti. No es justo que la tratemos así. Lo siento. Me equivoqué profundamente al entregarme a ti, al confesarte lo que sentía... Debería haber silenciado mis sentimientos... Lo único que causo son desgracias y dolor. No creo que sea adecuado que permanezca aquí. No te vayas, Sinéad. Éste es tu hogar. Soy yo la que sobra, la que jamás debió entrar aquí. Perdóname, por favor. Espero que algún día puedas entenderme y disculparme por todos los errores que he cometido. Perdóname, Leonard. Yo no quería desenamorarme de ti... Yo creía que tú y yo estaríamos juntos para siempre. Lo siento muchísimo, de veras, lo siento con toda mi alma.
-          Ahora ya no tiene sentido que te disculpes después de todo lo que has ocasionado; pero acepto tu perdón —le dijo Leonard con frialdad—. Y es verdad. Éste es el hogar de Sinéad. Tú nunca debiste entrar aquí con la intención de...
-          No, Leonard —lo interrumpí antes de que dijese algo ilógico—. Si Eros está convencido de que no quiere tenerme en su vida, no tiene sentido que siga aquí. No quiero vivir en este lugar... Me marcharé, aunque soy incapaz de aceptar que sea para siempre.
-          Qué bien te va tener un hogar en otro mundo, ¿verdad? —me preguntó Eros desafiante.
-          No iré junto a Rauth si es lo que piensas —le respondí con lástima—. No me creo capaz de acudir a su vera si me siento tan triste y mucho menos después de lo que ha ocurrido. Aquella vida tenía sentido si ésta se mantenía estable, pero...
-          Acostúmbrate a perder cosas que creías eternas. Tienes más de mil seiscientos años y parece como si todavía no supieses que nada es duradero, que todo perece y puede desaparecer —me amonestó Eros ofendido, como si aquella realidad lo hiriese profundamente.
-          No es necesario que le digas todo eso, Eros —le anunció Scarlya con mucha pena. Noté que su voz temblaba—. Sabes perfectamente que esa mujer que estás describiendo no es Sinéad.
-          ¿La defiendes? —le preguntó Leonard extrañado—. ¿La defiendes después de yacer con Eros sin importarte en absoluto sus sentimientos?
-          Jamás creí que esto pudiese llegar tan lejos. Los vampiros somos eternos. Es comprensible que a veces queramos probar cosas nuevas. Es lo que Eros ha querido hacer conmigo; pero siempre me aseguró que nunca dejaría de amar a Sinéad, que Sinéad era la mujer de su vida y que sería capaz de todo por lograr que fuese feliz... Por eso me siento inmensamente culpable cuando veo cómo la desprecia. Es verdad que Sinéad se marchó, pero estoy segura de que ninguna vampiresa habría podido renunciar a la posibilidad de ser madre si se la hubiesen ofrecido. Lo que Sinéad ha vivido en ese otro mundo es algo que nosotros jamás podremos darle... y tiene derecho a vivirlo... y también tiene derecho a que la queramos y la respetemos en esta vida, como siempre fue...
-          No te entiendo, Scarlya —protestó Leonard.
-          Me arrepiento de haber actuado tan inconscientemente. No pensé en las consecuencias de mis actos y de mis palabras. Lo siento mucho. No quiero que todo se estropee por culpa mía. Reconócelo, Eros. Tú no estás enamorado de mí. Posiblemente te atraiga, pero jamás te gustaré como te gusta Sinéad.
-          Yo no pienso reconocer nada... No me arrepiento de nada de lo que he dicho —contestó él con serenidad—. Es cierto que me gustas, Scarlya. Eso no es mentira. Me gustas mucho, muchísimo. Ha sido algo inesperado. Esto que siento por ti ha empezado a crecer imparablemente. No quiero que te vayas. No quiero que te alejes de mí —le pidió asustado.
-          Es imposible que sientas tanto por Scarlya y que a Sinéad no le profeses sino odio y rabia —musitó Leonard sorprendido y disgustado.
-          Ya basta. No tiene sentido que sigamos hablando de esto —resolví alzándome del suelo. Había permanecido sentada tras guardar mi arpa y en esos momentos estaba dispuesta a marcharme cuanto antes. No soportaba aquella situación—. Padre, te agradecería profundamente que me ayudases a transportar todo esto a tu castillo.
-          ¿Cómo? —me preguntó extrañado.
-          Viviremos juntos, solos tú y yo, como en el principio de mi vida, como en los primeros años de mi existencia vampírica; solos rodeados de la naturaleza, quien nunca nos traicionará... lejos de la maldad y la traición, lejos de una magia que ha destrozado mi vida.
-          ¿Y tu hija, Sinéad? ¿Ni siquiera me permitirás conocerla? —me cuestionó Leonard entristecido.
-          Por supuesto que la conocerás, pero no ahora. Ahora no me siento capaz de cuidarla. Tengo que recuperarme de esta puñalada que me ha dado la vida —susurré avergonzada— para poder entregarle a Brisita todo mi amor. Sí, la conocerás dentro de poco; pero tengo que estar segura de que es posible traerla a este mundo.
-          Como me entere de que la has traído, no respondo —me amenazó Eros con rabia—. Ella es la culpable de todo tu dolor, Sinéad.
-          No es verdad; pero no pienso discutir contigo algo tan triste. Antes de marcharme, Eros, quiero agradecerte que me hayas hecho feliz y me gustaría pedirte perdón por todo el dolor que te he causado. Jamás creí que nos separaríamos de esta forma, pero es cierto que ocurre por culpa de mi inconsciencia. Deseo que seas feliz dondequiera que te halles y quisiera pedirte que, si alguna noche te sientes capaz de perdonarme y de mirarme de nuevo a los ojos con cariño, por favor, búscame. Mis brazos siempre estarán esperándote para abrazarte... amor mío.
Susurré aquellas últimas palabras como si temiese que pudiesen rasgar el alma de Eros. Tras coger mi equipaje, ayudada por mi padre, salí de mi alcoba y me dirigí hacia el balcón para alejarme de allí sin que aquel hermoso rellano presenciase aquel momento tan triste; uno de los momentos más tristes que vivía en mis últimos años.
Eros ni siquiera fue capaz de despedirse de mí con una efímera mirada. Antes de alejarme definitivamente de aquel hogar donde tantos bellos momentos había vivido, volteé la mirada una última vez y la colé por la ventana de mi alcoba. Vi a Scarlya consolando a Eros, abrazándolo con cariño, pero sobre todo con miedo. Le acariciaba los cabellos como si éstos quemasen y no se atrevía a presionarlo más de lo debido contra su cuerpo. De repente, Eros se deshizo de su abrazo y la miró fijamente mientras le preguntaba:
-          ¿Es cierto que no quieres estar conmigo?
-          Así, no; no en este momento —le contestó ella con miedo y delicadeza—. Lamento que todo haya llegado tan lejos, Eros. Pensé que para ti solamente sería una aventura efímera que se te olvidaría en cuanto Sinéad regresase.
-          Pues no ha sido así. Esa aventura me ha destrozado la vida, pero también me ofrece una nueva oportunidad para ser feliz.
-          Esa oportunidad no está en mí. No puedo estar contigo ahora, Eros. Me siento muy culpable... Me siento horriblemente mal... Lo mejor será que yo también me marche y dejemos pasar el tiempo. No, se me han quitado las ganas de vivir en la sociedad. Lo siento.
-          Haz lo que te plazca, como hacéis todos. Abandóname tú también, no importa. Nada importa.
-          No quiero dejarte solo, pero tampoco puedo estar a tu lado sabiendo todo lo que ha ocurrido.
-          Quédate, por favor, Scarlya. Me he acostumbrado mucho a ti, cariño —le pidió desconsolado.
-          ¿De veras? —le preguntó extrañada mientras volvía a sentarse a su lado.
-          Sí, Scarlya. Nada de lo que he dicho esta noche es mentira. Tú me gustas como creía que no volvería a gustarme nadie. Eres tan especial... Si quería que Sinéad se fuese, no era únicamente porque me sintiese dolido y despechado, sino porque me creía incapaz de estar con ella sintiéndome tan atado a ti... Me has hechizado.
-          Eros, yo... yo quería que lo nuestro fuese algo bonito, amor...
-          Y lo será, pero tenemos que lograrlo con esfuerzo. Ahora se ha abierto para nosotros una nueva puerta que nos conduce a un presente distinto y mágico... Tenemos que saber recorrer la senda que nos lleve a esos momentos que la vida nos ofrece.
-          ¿Y qué sucede con Sinéad?
-          Prefiero no pensar en ella.
-          La amas, Eros. No lo niegues.
-          Ha sido ella quien ha destrozado todo nuestro mundo. No la extrañaré si estoy junto a ti, junto a una mujer maravillosa y mágica que resplandece mucho más que la luna, con una sensibilidad que estremece el mundo, con una belleza que hechiza a los dioses. Eres fascinante, Scarlya. Estoy totalmente convencido de que podré enamorarme locamente de ti... Ya estoy empezando a hacerlo.
-          Pero... puede que esto nos haga mucho daño.
-          Probémoslo.
-          No creo que sea adecuado que lo hagamos inmediatamente después de que hayas roto con Sinéad.
-          Nada me importa ahora. Sé que tus brazos son el lugar más adecuado donde debo estar. Abrázame, bésame, ámame, Scarlya. Hazme olvidar todo...
Scarlya lo abrazó con temor y ternura... pero yo no quise seguir observando aquel momento tan irreal, tan inverosímil, tan despedazante; aquel momento que, convertido en una interminable y afilada espada, se me clavaba en las entrañas destruyendo todo mi mundo, todo mi interior; aquel momento que, devenido unas manos impiadosas, derribaba toda mi vida, hacía añicos la tierra de mis sueños, desquebrajaba mi corazón y lo volvía polvo, polvo que el viento de la noche arrastró hacia el olvido.
 

2 comentarios:

Uber Regé dijo...

El título resume perfectamente el contenido del capítulo: no podía ser más triste. Qué complicadas son las cosas cuando se viven tantos años y se es joven para siempre... No obstante, me sorprenden mucho las reacciones de todos, y me pregunto qué es verdad y qué fruto del disgusto y de la calentura del momento. Siempre pensé que Arthur era quien más merecía, por usar esa expresión, ocupar el puesto de pareja de Sinéad; pero las cosas fueron de otro modo, y Eros ocupó ese puesto; las cosas parecían bastante estables, incluso cuando apareció el mundo mágico de Rauth, trasunto de Arthur... pero las cosas se han liado de un modo impensable, entrando Scarlya y Leonard en danza, (otra pareja que parecía muy estable, sobre todo pensando en el largo tiempo que Leonard se comportó como alma en pena mientras Scarlya parecía viva y muerta a la vez); y ahora todo eso salta por los aires... quizá es Scarlya, precisamente, quien tiene una actitud más lúcida, reacia a tomar decisiones que hagan más complicada y definitiva la situación... aunque finalmente parece que aceptará seguir con Eros, aunque eso suponga afectar la vida de Sinéad y Leonard... sí, es triste ver cómo saltan por los aires tantos sentimientos hermosos. Pero confío en que, como suele decirse, solo la muerte sea un mal irreversible, y todo esto puede de algún modo volver a un cauce dichoso. ¿Qué será de Brisita si no? Habrá que aguardar nuevas entradas para saberlo...

Wensus dijo...

Pero esto que es...¿¡Pero esto que es!? (Matías Prats) En una sola entrada se han destruido todos los sentimientos, la lucha por estar juntos, el amor de estas dos parejas que parecían intocables. Confirmado queda, el amor caduca. Me sorprende la reacción de Eros, en un momento le ha dicho 100.000 cosas horribles, aunque se comprende que esté despechado, ¡le acaba de ser infiel coño! Aunque le comprendo, la situación de Sinéad era distinta, era otro mundo. Me da mucha pena, haber leído los últimos libros de la Dama, con el alma en vilo, deseando que el amor triunfe y que termine de esta forma tan bruta, me hace sentir mal. Yo que estaba deseando preparar la boda, en el bosque con los invitados, hacer fotos...Es muy fuerte que Eros le hable así...y que se encapriche de esa forma con Scarlya, me quedo muerta en la bañera. Imaginas que la eternidad te otorga esa capacidad de amar en un nivel más alto, dándote una perspectiva distinta de tu pareja, habiendo vivido junto a ella tantos momentos, que al leer esta entrada al final ocurre como con todo, se marchita, da igual que sean vampiros o humanos. En mi opinión, debería marcharse con Rauth, allí lo ama y tiene a Brisa, que la espera. Podría llevarse allí a Leonard y mandar a la mierda este mundo y a al decepcionante Eros, que se cae del pedestal en el que lo tenía puesto para caer a los infiernos. Por otro lado Scarlya me parece más serena, más comprensiva, pero aquí todos son culpables, ni Sinéad es santa ni ella la mala, tampoco creo que Eros sea el malo, pero su comportamiento tan despreciable me hace odiarlo. En fin, a ver que ocurre ahora...supongo que Sinéad caerá en una profunda depresión y le costará muchísimo superarlo...A la espera de una nueva entrada, está esto que ardeee.