martes, 10 de junio de 2014

EL PRESENTE ES UNA ILUSIÓN


El presente es una ilusión
La vida es un sendero que a veces se interrumpe, una carretera cortada cuyo fin se pierde entre las montañas, a veces un atardecer que a ninguna noche precede. Nacemos sin saber interpretar los pensamientos de la vida ni sus intenciones y es la misma vida la que nos enseña a entender sus deseos y a vislumbrar los caminos que la construyen. En ocasiones nos perdemos y no sabemos por dónde debemos proseguir la senda de nuestra vida y es nuestro mismo destino quien nos indica el camino, quien nos toma de la mano para guiarnos a través de las tinieblas de nuestro presente.
Fue lo que nos ocurrió. De pronto nos pareció que nuestra vida había quedado atrás. Aquel pedacito de paz que tanto deseábamos resguardar en nuestras manos tembló hasta desaparecer bajo el cielo de una noche profunda e inesperada. Era difícil aceptar que antes había existido un tiempo en el que llegamos a creer que la vida volvía a ser ingenua e inocente; pero de nuevo el destino de nuestra historia nos confesaba que estaba prohibido confiar en la estabilidad de nuestra existencia. El futuro siempre nos esperaba lleno de imprevisibles momentos que no sabemos entender.
Realmente el presente no existe. Eso que intentamos llamar presente no es más que un tiempo que se compone de pasado y de futuro. NO vivimos un momento que exista a la vez que nosotros. Todos los segundos en los que vivimos están formados de pequeñísimas porciones de tiempo que jamás podremos atisbar ni tañer con nuestros dedos.
Y es justo lo que ahora siento. Siento que mi vida se escapa de mis manos sin que yo pueda darme cuenta de que mis momentos se vuelven pasado. El futuro no existe en mi mente. Solamente me retiene en mi vida un tiempo que yo intento llamar presente, pero que, sin embargo, no es más que algo que pasa llevándose unos instantes que deben estar llenos de bondad e inocencia.
Algo ha cambiado por dentro de mí, algo que no sé nombrar; pero se trata de algo fuerte que me hace entender que, tal vez, nada pueda volver a ser como antes. Desde que aquellos humanos me atraparon, mi alma teme más que nunca a la posibilidad de que mis sueños jamás se cumplan. Ya me he preguntado muchísimas veces para qué defendí tan desesperadamente mi vida en la sociedad si realmente a mí no me apetece mezclar mi existencia con la de los humanos. De nuevo me han decepcionado. A lo largo de toda mi vida, siempre han roto todos mis sueños, han destruido mi hogar, mi mundo. La vida ha vuelto a enseñarme que no es posible confiar en una especie que ni siquiera se respeta a sí misma.
Mas todavía no hemos sido capaces de marcharnos de este hogar al que llegamos con tanta ilusión. Aún recuerdo aquella noche en la que conseguimos trasladar todas nuestras pertenencias y ordenar nuestros muebles. Nuestra casita aparecía acogedora, hermosa... y ahora parece como si todos los rincones se hubiesen impregnado de soledad y frialdad.
Ya hace dos noches de la discusión que tuvimos con Leonard; la lamentable discusión que nos separó tan dolorosamente. Al contrario de lo que esperábamos, él no ha vuelto. Pasan las horas, y él ni siquiera se digna estrechar el lazo que nos une para llamarme. Lo comprendo. Me imagino que se sentirá excesivamente avergonzado por todo lo que ocurrió. Verdaderamente, no me apetece verlo y a Eros mucho menos, pues se propasó con él. Cuando recuerdo todas las palabras que le dirigió (aquellas injustas palabras), experimento una tristeza muy profunda que me parte el alma en mil pedazos. No puedo evitar plañir desconsoladamente cuando me acuerdo de que Eros luchó con fuerza contra unas intensísimas ganas de llorar; pero él siempre está a mi lado para asegurarme que apenas rememora lo que acaeció y que jamás permitirá que nadie vuelva a intentar separarnos.
  • Tenemos que irnos cuanto antes de aquí, Shiny. Sé que no te apetece, pero tenemos que protegernos en algún lugar. Scarlya quiere quedarse aquí, pero... yo creo que debería venir con nosotros.
  • No podrás convencerla de que venga —me reí cariñosamente—. Es mucho más terca que yo.
  • Eso es imposible —se rió también.
Era extraño vivir con Scarlya en un lugar que solamente había sido nuestro. Ella dormía en el sofá y nosotros seguíamos haciéndolo en la alcoba donde tantos bellos momentos habíamos vivido. Siempre que me la encontraba, me acordaba del porqué de su presencia y entonces me entristecía. No me gustaba que Leonard y ella estuviesen separados; pero Scarlya era incapaz de acudir a la vera de Leonard para hablar con él. Su rencor era más punzante que el de Eros.
  • ¿Quieres que nos refugiemos en el mundo de Rauth? —me propuso encantado—. Sé que ahí no nos ocurrirá nada malo.
  • ¿Estás preparado para cambiar de cuerpo? —le pregunté temerosa.
  • Sí, Shiny; pero creo que no seré capaz de permanecer más de dos días sin mi perfecto cuerpo vampírico —se rió mientras me abrazaba.
  • Te entiendo.
  • ¿Qué debemos hacer para marcharnos hacia allí?
  • Tienes que confiar en mí...
  • ¿Y ya está? —se rió extrañado.
  • Sí, ya está... Tienes que desear viajar a ese mágico lugar... Fundiremos nuestros pensamientos para que tu mente se impregne de ese anhelo para que no puedas desear nada más.
  • De acuerdo. Hazlo ya, entonces.
  • Antes de irnos me gustaría hacer una última cosa.
  • ¿De qué se trata?
  • Quisiera despedirme de Wen. Sé que ya lo hice, pero... necesito saber cómo está.
  • No te preocupes. Ve y despídete de él. Yo te espero aquí ansioso —me dijo antes de besarme dulcemente en los labios.
Me sentía nerviosa. Había transcurrido casi una semana de la última vez que nos vimos. Aunque habíamos asegurado que solamente seríamos amigos, no podía evitar preguntarme cómo reaccionaría nuestra alma cuando nuestros ojos se fundiesen en una única mirada. No podía negar que estaba infinitamente triste por saber que no lo vería en muchísimo tiempo. Me dolía marcharme; pero intenté que aquellos sentimientos no ensombreciesen mis anhelos de despedirme de él.
Cuando llegué a su hogar, su madre me recibió con cariño y hospitalidad. Me ofreció algo de beber y de comer, pero yo rehusé con educación. Me anunció que Wen estaba encerrado en su habitación. Me apercibí de que sus ojos estaban llenos de tristeza; lo cual me preocupó profundamente.
  • ¿Está bien? —le pregunté a Wenda con educación.
  • Habla con él. No, no está bien.
Mi corazón tiritó de miedo y de lástima cuando escuché aquellas palabras. Tras despedirme cortésmente de Wenda, me dirigí hacia la alcoba de Wen y llamé cuidadosamente a la puerta. A los pocos segundos, Wen la abrió con desinterés y pereza; pero, cuando me vio ante él, los ojos se le llenaron de lágrimas. Me di cuenta de que sus párpados aparecían cansados y su rostro había perdido vida.
  • Sinéad —susurró incrédulo cubriéndose los labios—. Creí que te habías marchado.
  • Debería haberlo hecho; pero han surgido algunos inconvenientes —le contesté con cautela y dulzura—; pero venía a despedirme de ti. Mañana sí me marcharé y... no sé cuándo volveré.
  • Vaya —protestó casi sin poder hablar—. Pasa, por favor.
  • ¿Por qué estás tan triste? —le pregunté preocupada y afligida cuando ya nos hallamos encerrados en su alcoba—. Creí que podrías hablar con Estrella...
  • Estrella se ha ido, Sinéad, se ha ido —me informó llorando desconsoladamente. Era la primera vez que lo veía llorar así. Su llanto hizo nacer en mi garganta un potente nudo que me presionó la cabeza.
  • ¿Se ha ido? ¿No pudiste hablar con ella?
  • No, no pude... No confía en mí.
  • Eso no puede ser. Tú no has hecho nada malo...
  • Pero le rompí el corazón. Le destrozó el alma saber que me había enamorado de ti. Yo no me enamoré de ti en ningún momento. Lo único que me ocurrió fue que tu belleza tanto interior como exterior me deslumbró, nada más; pero ella es el amor de mi vida. No existe otra mujer para mí... ¡Dios mío, no sé cómo podría recuperarla! Ella se sintió tan pequeña cuando se enteró de que me había fijado en ti... Siempre se ha creído tan poca cosa, tan... y en cambio es lo más grande que existe, lo más grande, la persona más buena y noble que jamás respiró y respirará en la Historia —declaraba con una voz entrecortada—. Jamás debí escribir lo que me sucedía contigo, jamás... Esa época de confusión me ha destruido la vida.
  • Lo siento, Wen —me disculpé agachando los ojos, incapaz de retener las lágrimas que empezaron a brotar de mis ojos—. Jamás debí introducirme así en tu vida, jamás.
  • No digas eso, Sinéad.
  • Yo soy la única culpable de todo lo que está ocurriéndote. Nunca tuve que venir aquí a vivir. Sí, te he destrozado la vida —protesté con una voz casi quebrada—. Es cierto que jamás debiste dudar de que amabas a Estrella. Es una de las mujeres más dulces, buenas y nobles que pude conocer. Y nunca debió creerse inferior a mí. Nadie lo es, nadie. Ella es mucho más pura que yo... infinitamente más. ¿Cómo pudo pensar que yo era algo más que ella, si yo soy alguien que no tendría que existir?
  • ¿Por qué dices eso? —me preguntó desconcertado.
  • En realidad le destrozo la vida a todos aquéllos que se hunden en mi destino —exclamé casi sin poder hablar. Rápidamente extraje de mi bolso mi fiel pañuelo; el cual protegió mis lágrimas—. Lo siento. Me iré y no volveré nunca más. No es justo que me haya metido en la vida de unas personas tan buenas. Por culpa mía, Estrella tendrá el alma dolorosamente quebrada. No es justo...
  • Lo que sucedió no fue culpa de nadie, Sinéad.
  • Por supuesto que sí. Sabiendo que no debo mezclar mi vida con la de los humanos, me introduje en vuestro destino. Gracias a los dioses que no hice temblar la vida de Sus, Diamante, Vicrogo... Sois demasiado buenos para formar parte de mi prohibido hado. Lo siento mucho, lo siento con toda mi alma —me disculpé de nuevo mientras me alzaba.
  • Un momento, Sinéad, por favor. No te marches, por favor —me pidió levantándose también y tomándome de los hombros—. Mírame, Sinéad, mírame.
  • No, no, no... Tú no debes ver esto. Abre la ventana, por favor. No puedo permitir que tu madre vuelva a verme...
  • No te marcharás así —aseveró mientras me rodeaba con sus brazos—. No quiero que desaparezcas definitivamente de mi vida, no quiero.
  • Lo haré... pero antes quisiera ayudarte...
  • No, Sinéad, no te vayas —me suplicó presionándome los hombros.
  • Cometí un inmenso error al creer que la vida podía ser hermosa si la compartíamos y ha ocurrido todo lo contrario. He hecho de tu vida un infierno. No, no lo niegues. Estrella se ha marchado por culpa mía...
  • Estrella se ha marchado porque no confió en mí, porque no me creyó.
  • No importa... No puedo permitir que una mujer tan buena como ella esté sufriendo de ese modo. ¿Sabes hacia dónde se marchó?
  • Se fue lejos... Según Vicrogo, se ha ido a Clisandia, pero se iría a otro lugar... No sé cuál…
  • No te preocupes —le pedí limpiándome definitivamente las lágrimas. Rogué que Wen no se incomodase al apercibirse de que no eran sino espesas gotas de sangre que habían enrojecido mis ojos.
  • ¿Qué haremos?
  • Iremos a buscarla.
  • ¿Cómo?
  • Es lo último que haré por ti antes de marcharme.
  • No, no digas que es lo último.
  • Pero debes prometerme que nunca más permitirás que nada le haga daño... y que lucharás por ella...
  • Te lo prometo —me aseguró tomándome de las manos y presionándomelas con cariño.
  • No perdamos más tiempo. Vayamos antes de que se haga más tarde.
Wen no podía contestarme. Los nervios y la emoción se lo impedían. Lo abracé dulcemente y saltamos por la ventana, dejando las lágrimas y la tristeza atrás para revestirnos con la esperanza y la ilusión. Volamos bajo el ocaso, entre las nubes, sin temer, sin temblar de miedo. Wen se acomodó entre mis brazos y cerró los ojos, tal vez incapaz de aceptar que la tierra quedaba tan lejos de sus manos; pero de vez en cuando los abría para mirarme a los ojos e indicarme con una tierna sonrisa que mi presencia le posibilitaba soñar.
  • Ya estamos a punto de llegar. Ahora necesitaré concentrarme profundamente para captar algo que me lleve hasta ella: sus pensamientos, su olor, algún pensamiento dedicado a ella...
  • No creo que esté en casa de Duclack. No quería que nadie se enterase de que se marchaba.
  • Entonces estará en algún hotel.
Clisandia era un país inmenso, precioso, lleno de colores, luces resplandecientes y amenos suspiros de vida. Los bosques rodeaban las ciudades, el cielo de la noche cubría rincones verdaderamente entrañables que me recordaban a antiguos parajes. Reparé en que aquellos lares destilaban una calma de la que carecía mi corazón.
Parecía imposible encontrarla. Era como si el mundo jamás hubiese pensado en ella o como si ella nunca hubiese hablado en la Historia. Recorrimos casi todos los hoteles preguntando por ella, y nadie sabía darnos información sobre aquella humana tan entrañable y dulce. Todas las ciudades y pueblos donde la buscamos estaban compuestos de susurros que sin embargo no emanaban de su mente.
  • No está aquí —le avisé a Wen con decepción—. Lo siento muchísimo.
  • No es culpa tuya. Al menos lo has intentado.
  • Tal vez esté en una ciudad cercana a este país.
  • No lo creo. Se habrá ido muy lejos ya —expresó desalentado.
  • Lo siento muchísimo, Wen.
  • No te preocupes. Regresemos ya antes de que amanezca —me pidió intentando no mostrarse desalentado.
Volamos en silencio por el cielo hasta llegar nuevamente a su hogar. Nos introdujimos silenciosamente en su alcoba y después me senté en su lecho, incapaz de hacer existir el instante de marcharme de allí. Estaba segura de que mi alma no me permitiría soñar con un regreso.
  • Sinéad, por favor, no te vayas para siempre. Prométeme que volverás. No puedo perderte también a ti, a ti no... Te necesito —me confesó intentando no llorar tras sentarse a mi lado—. Por favor, no te vayas para siempre... No soportaré la certeza de que nunca más volveré a verte.
  • Lo siento, pero será lo mejor.
  • ¿Y qué harás con la cadena de hoteles?
  • Es cierto...
  • Eso te ata a nosotros, pues Sus y yo te ayudamos... y mi abuelo...
  • Lo sé... Eros se ocupará de todo, no te preocupes. Tiene que pasar el tiempo, Wen —le indiqué alzándome de su lecho y dirigiéndome hacia la ventana.
  • ¿Cuándo volveré a verte?
  • No pienses tanto en mí, no te preocupes tanto por mí, no me tengas tan en cuenta y busca a Estrella por toda la Tierra si es necesario para encontrarla y asegurarle que la amas. Creo que es el tesoro más importante que debes encontrar —le susurré incapaz de hablar con claridad. Las ganas de llorar me perforaban el alma.
  • Creo que es lo más bonito que le han dicho nunca.
  • Se merece ser feliz para siempre. Es pura, inocente y buena. Es un ángel; el ángel de tu cielo. Por personas como vosotros merece la pena creer en el amor de la especie humana.
  • Sí, es cierto.
  • Adiós, Wen. Sé feliz, por favor... Tal vez los dioses quieran unir nuevamente nuestros destinos;  pero vive como si eso no fuese a suceder nunca más; sin embargo, me gustaría que jamás te olvidases de que te quiero con toda mi alma... Gracias por ser tan gentil y bueno conmigo. Jamás lo olvidaré.
  • Gracias, Sinéad. Te prometo que nunca me olvidaré de ti... nunca —musitó acercándose más a mí.
  • Tú también eres un ángel y te mereces ser plenamente feliz. Te quiero mucho...
  • Y yo a ti, dulce Sinéad.
  • Sé que no debería, pero... pero me gustaría pedirte algo; un último favor, algo inocente que no tiene por qué hacer temblar nada... Lo necesito, necesito vivir ese instante —le solicité atropellándome con mis propias palabras.
  • Pídeme lo que quieras.
  • No me entristeceré ni me molestaré si me lo niegas...
  • Ahora no puedo negarte nada.
  • Creo que es la mejor forma de cerrar este ciclo...
  • Dime, Sinéad —me pidió tomando mi cabeza entre sus manos para mirarme profundamente a los ojos. La luz de la lámpara que había encendida en su mesita resplandecía en sus hondos ojos.
  • Bésame, Wen. Hazlo efímeramente si lo deseas, pero permíteme saber qué tacto tienen tus labios... por si no vuelvo a verte nunca más... Necesito que tu recuerdo tenga una parte tangible —le pedí con un susurro impregnado de amor.
  • ¿Cómo crees que te negaría algo así? —se rió avergonzado—. Yo también creo que será la mejor forma de acabar con esto...
  • Hazlo antes de que me arrepienta de habértelo pedido.
Entonces, cerrando los ojos, se acercó muy lentamente a mis labios. Retuve mi respiración para inspirar únicamente su aliento. Yo también cerré los ojos para que mis sentidos se concentrasen solamente en el calor que emanaba de su cuerpo, de sus labios... Rozó mis labios como si temiese que la tibieza de su vida se esfumase; pero, cuando notó que yo respondía tímidamente a su exquisita cercanía, me tomó de la cabeza con sus cálidas manos y presionó sus labios contra los míos con muchísima ternura...
Mas se apartó antes de que el tiempo transcurriese llevándose nuestra serenidad. Fue uno de los besos más tiernos, inocentes y puros de mi existencia, pues se había compuesto de un cariño que nada podría corromper, ni siquiera las injusticias más infernales.
  • Adiós, Sinéad —me dijo cuando me dispuse a saltar por la ventana—. Te recordaré siempre.
  • Adiós, Wen. Gracias por existir... por ser como eres.
Y me alejé de él antes de que la melancolía me impidiese apartarme de sus nocturnos ojos. Volé casi interrumpidamente por el cielo, sintiendo miedo de la presencia de las estrellas, escondiéndome entre las nubes, rogando que a partir de aquel instante la vida pudiese ser sencilla y mágica para todos. Ya habíamos sufrido suficiente. Le supliqué a las estrellas y a la naturaleza que permitiesen que todos los seres buenos de la Tierra atrapasen un pedacito de paz con el que pudiesen construir su cielo.
 

2 comentarios:

Wensus dijo...

Que triste y dulce despedida. Sinéad se culpa de todo lo ocurrido, pero no es culpa de ella, son las circunstancias. Ella también es buena, por eso Wen y todos la adoran. Me ha parecido un gesto muy bonito por parte de ella, ir a buscar a Estrella por Clisandia. No la han encontrado, pero a demostrado ser una gran amiga. Dice cosas preciosas de Estrella. Ella no se siente especial, se cree inferior y poca cosa, por sus miedos interiores y sus malas experiencias en la vida. Sinéad otra vez más es capaz de ver en lo más profundo del corazón. Wen no quiere que se marche, la considera alguien muy importante en su vida. Ha perdido a Estrella y no la quiere perder a ella, pero es comprensible que necesite marcharse. No sabe si por un tiempo o para siempre, pero Wen y los demás la recordarán siempre, esperando que algún día decida volver. La despedida con el beso ha sido muy dulce y bonita. Se merecían un final así para cerrar heridas y comenzar de nuevo. Espero que algún día vuelvan, pues ya forman parte del clan ;) A ver que cosas les deparan a Sinéad y Eros. ¿Que pasará entre Scarlya y Leonard? ¿Cómo vivirá Eros la experiencia en el mundo de Rauth? Está muy interesanteee. Como siempre, está todo escrito con gran maestría, escribes maravillosamente bien.

Uber Regé dijo...

Nadie queda indiferente ante Sinéad, para bien o para mal. En cierto modo, hay más parecidos de los que podría pensarse entre ella y Estrella, ambas son buenas por naturaleza, tienden al pesimismo, y se valoran en menos de lo debido. También saben amar, y muchas veces anteponen la felicidad de los otros por encima de la suya propia. A Wen Sinéad se le antoja irresistible, es natural, pues tiene muchas cosas únicas y deslumbrantes... pero una reflexión más serena le ha revelado que es Estrella, y no Sinéad, la elección auténtica de su corazón. La busca que él y Sinéad hacen es un acto de generosidad que los redime a ambos de cualquier error pasado. Confío en que más adelante la situación entre los dos clicks se arregle, su amor no puede romperse por lo que ahora ya se ve como un malentendido, y tiene razón Wen cuando le explica a Sinéad que ella no puede desaparecer para siempre de sus vidas; ya no. ¿Qué será de Leonard? Seguramente quedará perplejo cuando note la ausencia de los vampiros que antes frecuentaba, si es que todos ellos van al mundo de Rauth... y una vez allí ¿qué sucederá? Quedan muchas aventuras por vivir, da gusto sumergirse en este torbellino tan mágico.