domingo, 1 de junio de 2014

LLUVIA DE PLATA SOBRE UN MAR DE MARFIL












LLUVIA DE PLATA SOBRE UN MAR DE MARFIL
De nuevo en casa. Parecía como si nunca me hubiese ido. Las paredes, los muebles, los rincones, los objetos... todo me daba la bienvenida como si jamás hubiese pasado el tiempo. Volví a comprender que un hogar siempre nos acoge tras un largo viaje sin importarle ni la distancia ni el tiempo. Un hogar siempre nos espera con sus brazos abiertos para alojarnos en su corazón, pues sabe que ningún lugar del mundo podrá ofrecernos más protección.
Y yo volvía a sentir la fuerza y el cariño que irradiaba cada recoveco de aquella morada que dentro de poco nos vería partir de nuevo para alejarnos de un tumulto que nos había herido en el alma tras habernos parecido el más inocuo. Aquella ciudad, bajo el fulgurante y a la vez oscuro cielo de la noche, ya no me parecía tan inocente y pura. Había algo en las calles, en los rincones y en los edificios que destilaba amenaza, que me hacía sentir desprotegida y frágil. Aún notaba que las manos me temblaban sutilmente y que mi equilibrio era efímero y trémulo, pero no me importaba.
Cuando me hallé nuevamente junto a Eros en nuestra alcoba, en la que dentro de poco empezaríamos a hacer nuestro equipaje, me pareció que en verdad el mundo no era un lugar amenazante ni peligroso; sin embargo, por dentro de mí todavía latían ese miedo y esa tristeza paralizantes que habían sido mi única realidad durante los últimos días de mi vida. Aún no me había olvidado de todo lo sucedido. Aquellos recuerdos parecían otra voz aparte de mis pensamientos; una voz que gritaba en lugar de susurrar.
  • Está todo tal como lo dejaste cuando... cuando saliste al hotel aquella noche —me avisó Eros con un susurro—. Yo no me he atrevido a tocar nada. Te quedaste componiendo una canción...
  • Lo sé... —recordé con pena—. Creo que nunca podré terminarla —dije mirando mi amada arpa.
  • Te ha echado muchísimo de menos —musitó acariciándome los cabellos—, como yo —indicó más quedamente.
Sin decir nada más, me acerqué a mi amada arpa y, tras arrodillarme frente a ella, con veneración y muchísimo cariño la rodeé con mis brazos y deslicé muy suavemente mis labios por su rojiza y resplandeciente madera. Siempre que permanecía apartada de aquel instrumento que tantos recuerdos resguardaba en su voz, reencontrarme con su beldad me resultaba lo más hermoso y tierno de la vida.
Me alcé lentamente aún con los ojos cerrados y me quedé quieta enfrente del arpa sin saber qué decir. En esos momentos tenía la sensación de que todos los instantes que estaba viviendo con Eros eran los últimos de nuestra tierna vida. No había olvidado que tenía que explicarle todo lo que había acaecido con Rauth y su mágico mundo.
Estaba aterrada. No sabía cómo debía comenzar aquel inverosímil relato que, sin embargo, tan feliz me hacía y no conocer cómo él reaccionaría me hacía estremecer de tristeza, inseguridad y tensión.
Todavía no había separado mis dedos del arco de mi arpa. Notar su madera en mis yemas me hacía sentir más segura. Eros se mantenía tras de mí sin atreverse a decir nada, como si intuyese que aquel momento era muy delicado para mí; pero al fin se situó a mi lado y me rodeó la cintura con su brazo izquierdo. Noté que se acercaba a mi mejilla. Me la besó con muchísima ternura y cuidado, como si no quisiese sobresaltarme.
  • ¿Te sientes bien? —me preguntó abrazándome con amor—. Te noto triste. ¿Aún te encuentras mal? Ven, tumbémonos juntos... Todavía necesitas descansar y está a punto de amanecer ...
  • Eros... —suspiré de ternura cuando noté que me impulsaba con mucha dulzura hacia nuestro lecho.
  • Shiny, mi Shiny... no sabes qué solo me he sentido sin ti... Esta cama se me hacía inmensa y no podía dormir bien. Todo estaba tan frío y vacío sin ti... —suspiró con tristeza mientras me abrazaba con una fuerza muy cariñosa.
  • Yo también me sentía muy fría y vacía sin ti —le contesté protegiéndome entre sus brazos—. Creía que no volvería a abrazarte, ni a besarte ni a estar contigo —declaré con una voz trémula y llena de pena—. Te extrañaba tanto, tanto y tanto... Eros, mi Eros...
  • Shiny... hagamos que el tiempo se detenga en esta alcoba... y que el mundo se reduzca a nuestro cuerpo...
Con sus brazos me impulsó hacia su cuerpo, el que devino mi único hogar, y con sus caricias y sus amorosos besos deshizo la gravedad para que juntos volásemos por un cielo donde las estrellas nunca se apagaban. Suspiré su nombre tantas veces como me lo pidió mi alma, temiendo que aquel amanecer fuese el ocaso de nuestra mágica vida. Quise olvidarme de que no podía imaginarme lo que sucedería después de mantener con él aquella conversación tan delicada, quise apartarme de los recuerdos de todo lo que había ocurrido y deseé que aquella alba tan dorada, la que tornó la oscuridad en lágrimas plateadas que caían sobre el blanquecino mar del día, no se terminase nunca.
Mas nuestra entrega tuvo fin porque nuestros ojos deseaban convertirse en una sola mirada, porque nuestra respiración se había agotado de restar agitada y porque en verdad el amor nos impulsó a abrazarnos silenciosa y calmadamente tras habernos vuelto dos amantes totalmente enloquecidos por la pasión, el deseo y la añoranza.
  • Me cuesta creerme que estés aquí, Shiny —me confesó acariciándome los cabellos—. Soñé tantas veces contigo... Shiny, yo no sé vivir sin ti. No he nacido para estar separado de tus brazos, de tus ojos, de tu cuerpo, de tu voz. Eres una inquebrantable parte de mi ser. Shiny, te necesito para saber que soy alguien, para encontrar el significado a la vida... Yo no estoy hecho para que tú me faltes...
  • Yo tampoco, Eros, amor mío —le contesté cerrando con fuerza los ojos. Las lágrimas que los habían humedecido rodaron lenta y tímidamente por mis mejillas—. Ay, Eros, Eros... Te aseguro que te amo con todo mi corazón, vida mía. Te amo como jamás creí que volvería a amar, cariño...
  • Pero ¿por qué lloras, Shiny? —me preguntó muy tiernamente permitiendo que mis lágrimas se posasen en sus dedos—. ¿Qué te ocurre, cariño?
  • Me siento extraña. Estoy muy feliz de estar contigo de nuevo, tan feliz que no sé experimentar esta felicidad; pero al mismo tiempo tengo miedo  y estoy perdida.
  • ¿Por qué?
  • Porque... porque...
  • ¿Qué ocurre, Shiny? —me preguntó todavía con calma mientras me limpiaba las lágrimas con sus dulces besos—. ¿Por qué lloras así?
  • Eros, yo... Te juro que ahora mismo renunciaría a todo lo que tengo sólo por ti, daría mi alma para lograr que en el mundo, en mi mundo, únicamente existiésemos tú y yo... —le confesé sollozando cada vez más hondamente sin poder evitarlo.
  • Shiny, Shiny... pero ¿por qué dices eso? ¿Ha pasado algo que no me hayas contado? —me cuestionó incorporándose y sentándose en el lecho conmigo entre sus brazos—. Explícame lo que sucede, por favor. No me gusta verte llorar así. Cálmate.
  • He pasado mucho miedo... pero ahora me parece como si todo lo que sufrí fuese una nimiedad comparado con este momento... Eros, debo contarte algo que no tiene explicación en este mundo. Te resultará inverosímil y, posiblemente, posiblemente...
  • No te juzgaré, Shiny. Sé lo mágica que eres, amor mío.
  • No, no, jamás podrías haberte imaginado eso... y lo peor es que yo tampoco lo preví... Eros, yo... yo soy alguien en otro mundo. Mudo de forma y de pensamientos cuando me traslado a esa realidad... Se trata de otra dimensión donde no existe el mal ni la crueldad, pero sí la tristeza, pues es el color de las flores más frágiles. Hay melancolía, pero no respira el olvido. Son bosques iluminados por una luz cuyo matiz no puedo describir. Son bosques repletos de flores, árboles y plantas que no tienen semejantes en este mundo... y yo he estado allí, Eros... Viajo a esa mágica y resplandeciente realidad a través del sueño.
  • Es el mundo de los sueños... —divagó confundido.
  • No, Eros. Ese mundo existe, pero en otra dimensión —le aclaré secándome las últimas lágrimas que brotaban de mis ojos—. En ese mundo se hallan las almas de quienes se marcharon, en principio, para siempre; pero también de los que, aun vivos, no se atreven a habitar en este mundo; el que está lleno de crueldad e injusticias.
  • No lo entiendo —me confesó aturdido.
  • Yo tampoco lo entendía cuando me ocurrió por vez primera. De pronto me hallé en un lugar desconocido junto a una mujer... una mujer muy mágica y preciosa que me reveló que me encontraba en otra realidad a la cual podría acceder si yo lo permitía. Estaba allí porque en ese mundo tenía que reencontrarme con alguien muy especial para mí...
Tras relatarle con nervios y tensión a Eros todo lo que me había ocurrido las dos primeras veces que me había encontrado con Rauth, nos quedamos en silencio. Respeté aquella ausencia de palabras, pues era consciente de que Eros la necesitaba para digerir todo lo que le había explicado; pero llegó un momento en el que comencé a impacientarme, pues creí que el alba nos había robado la voz. Aunque él no me lo hubiese confesado, sabía que conocía la verdadera identidad de Rauth. Cuando le había descrito su bello y otoñal aspecto y todas nuestras conversaciones, en sus ojos resplandeció un sentimiento que yo no supe identificar ni desentrañar, pues me parecía mucho más grande que la misma Tierra.
  • Arthur y tú estáis juntos en ese mundo. ¿Estás aquí a la vez que estás con él? —me preguntó desorientado y confundido.
  • No, Eros. Solamente estamos juntos cuando yo permito que la magia me traslade a su hogar.
  • Y cuando estás con él te olvidas de todo lo que tienes aquí —aseveró intentando que su voz no sonase trémula.
  • No, no se me olvida. Continuamente tengo presente mi vida y mis recuerdos. No puedo olvidarme de nada de eso. No soy otro ser cuando me traslado hacia allí, sino yo misma con otro cuerpo, mas con la misma alma.
  • Ya, ya... ¿Y por qué te ocurre precisamente a ti?
  • No soy la única...
  • Pero ¿por qué a ti? ¿Por qué no puedes estar tranquila en una sola realidad?
  • No lo sé.
  • ¿Y por qué Arthur? —me preguntó de pronto exaltado.
  • No lo sé.
  • Quizá sea tu subconsciente el que te lleva a esa tierra donde puedes estar con él sin que nadie te lo impida.
  • No, no...
  • Tal vez aún lo ames tanto que ni siquiera te atrevas a aceptarlo y por eso sólo en los sueños puedes estar con él.
  • No, nuestros reencuentros no son sueños. Son una realidad dentro de otro mundo.
  • ¿Y ha pasado algo entre vosotros que todavía no me hayas dicho? —me interrogó temeroso.
  • Eros, lo que sucede allí aquí no tiene la misma importancia. Es como si hubiese dos realidades compuestas de intereses distintos —intenté explicarle de forma atropellada.
  • Eso quiere decir que sí —afirmó sonriendo de un modo muy extraño.
  • No pudimos evitarlo.
  • ¿De veras es real, Shiny? Quizá la sangre muerta que te inyectaron te haya enloquecido. Lo que me explicas no puede ser real.
  • No, eso no es cierto, pues empecé a viajar a ese mundo mucho antes de que me sucediese esto —le revelé temerosa.
  • ¿Y por qué no me lo has explicado hasta ahora?
  • No creía que fuese necesario. En esta vida, todo lo que suceda en ese mundo es irrelevante.
  • No lo es. Te has acostado con Arthur, según dices, en otro mundo.
  • Y no sólo eso —le musité con una voz queda y con la cabeza agachada, incapaz de mirarlo a los ojos.
  • ¿Qué quieres decir?
  • Hemos... Al estar juntos... Eros, seré madre —le confesé con una voz temblorosa, intentando hundir mis ojos en los suyos; pero él rehuyó mi mirada—. Eros, te juro que yo...
  • Has perdido la cabeza, Shiny —se rió cínicamente.
  • No es cierto —opuse herida y con mucho miedo—. Debes creerme.
  • Tú jamás podrás ser madre, Sinéad —me avisó con más frialdad de la necesaria.
  • En ese mundo sí —declaré con un hilo de voz.
  • Ah, ya, ¿y cómo piensas cuidarlo?
  • Se supone que lo gestaremos entre los dos y, cuando su alma haya crecido lo suficiente, será necesario que yo viaje a ese mundo para que su parte material pueda encerrarse en un cuerpo...
  • Tienes demasiada imaginación —se burló extrañamente inquieto.
  • ¿No me crees?
  • No, Shiny. Pienso que en verdad haber estado encerrada tanto tiempo sobreviviendo sólo con sangre muerta te ha hecho algo raro en la cabeza y... Debe analizarte tu padre.
  • Eros, te juro por mi amada arpa que es cierto —le indiqué nerviosa—. Te lo juro por todo lo que soy y lo que tengo en mi vida. Sabes que nunca juraría en vano...
  • Tú no crees en los juramentos.
  • Pero sabes que nunca te mentiría.
  • Yo no niego que me digas la verdad, pero esa verdad que me cuentas no puede ser real, Sinéad.
No sabía qué decir. Se me habían agotado las palabras. Ni siquiera deseaba seguir batallando verbalmente contra Eros para convencerlo de algo que él jamás podría creer. Únicamente sentía unas intensísimas ganas de llorar perforándome el entendimiento. ¿Qué esperaba? Era consciente de que Eros no reaccionaría simpáticamente tras conocer una verdad tan inverosímil; pero en ningún momento me imaginé que él no creyese mis palabras.
  • Duerme. Creo que te hará mucho bien —me ordenó impulsándome nuevamente hacia la almohada.
  • No me crees, piensas que me he enloquecido y que... que estoy delirando —susurré con una voz quebrada—. Para mí no existe ningún remedio que me haga sentir bien.
  • Shiny, Shiny —suspiró al ver que volvía a llorar desconsoladamente.
  • Lee mi mente y comprueba tú mismo si todo lo que te he explicado puede formar parte de la locura. La locura no puede crear un mundo tan hermoso ni tampoco puede idear unos momentos tan mágicos —le pedí desesperada, notando cómo el nudo que me presionaba la cabeza y la garganta se convertía en un dolor punzante que se me clavaba en el alma—. Hazlo, por favor. No me importa que atisbes instantes que únicamente mi memoria puede vislumbrar... Sólo deseo que me creas.
Eros se quedó paralizado. Tras el velo de mis lágrimas, pude ver que entornaba los ojos y que agachaba avergonzado la cabeza. Se apartó de mí y permaneció en silencio durante un tiempo que el amanecer volvía turbio y punzante. Al fin, con una voz queda, me confesó:
  • Si no deseo creerte, no es porque me parezca que deliras, sino porque soy incapaz de aceptar una realidad como esa. Soy completamente incapaz de aceptar que Arthur te haya dado un hijo en otra vida y que podáis existir en un mundo mágico donde nada puede herirte. Soy incapaz de aceptar que alguien pueda hacerte muchísimo más feliz que yo y que puedas protegerte muchísimo más que en mis brazos. En realidad, debería alegrarme, y de hecho lo hago; pero tengo muchísimo miedo. Y todavía no comprendo qué haces aquí si en ese mundo puedes vivir tan libre, feliz y protegida, exenta de los asquerosos problemas de la humanidad... Vete a ese mundo si en verdad es tan mágico y puede ampararte tanto.
  • ¿En verdad no puedes entender por qué sigo aquí a pesar de todo eso que has dicho? —le pregunté enternecida. Captar plenamente su miedo y su frustración me hizo sentir pequeña.
  • Supongo que querías despedirte de mí —divagó incapaz de mirarme a los ojos.
  • Jamás, jamás, óyeme bien, Eros, jamás habrá una despedida en nuestra vida. Si sigo aquí, es porque toda mi alma anhela permanecer a tu lado. No te niego que hubo un momento en el que deseé morar en ese mundo para siempre, pero lo hice porque temía encontrarme con tu ausencia cuando regresase de esa realidad. Yo tampoco estoy hecha para vivir sin ti —le confesé llorando delicadamente—. No me importa que en ese mundo no exista la maldad ni las injusticias, no me importa que allí pueda sentir y ver la luz del día, no me importa que pueda comer todo lo que en esta vida se me prohíbe ingerir y beber, no me importa que allí en esa tierra pueda ser madre y experimentar sensaciones que jamás invadirán mi cuerpo vampírico si tú no estás en esa vida para compartir todo eso conmigo. Sé que sonará extraño, pero quisiera que ese mundo y todo lo que he vivido allí desapareciese, ya te lo he dicho antes. Eros, tú eres mi única tierra, donde tampoco hay peligro, pues tu valiente corazón me protegerá siempre.
  • ¡No es verdad! —Exclamó herido y frustrado. Percibir que lloraba me destrozó el alma—. Yo no pude evitar que esos malditos humanos te raptasen, yo no pude evitar que te inyectasen sangre muerta ni tampoco que te llevasen a la televisión... y en cambio Arthur vino para demostrarte que en su mundo nada de eso te habría ocurrido y encima te ofrece la posibilidad de ser madre —sollozaba desconsoladamente—. Yo no puedo ampararte de nada, de nada. Soy un vampiro inútil que es incapaz de salvaguardar tu vida; la vida más importante, maravillosa y mágica de la Historia y de toda la Tierra. Es digno de ti que vivas en ese mundo mágico, Shiny. Tú no puedes estar aquí, no puedes, no puedes —hipaba tan profundamente que por unos largos momentos fui incapaz de actuar o de pensar; pero, al fin, lo rodeé muy tiernamente con mis brazos para atraerlo hacia mí—. Yo no puedo ser tu ángel... y en cambio él no deja de serlo. Y no estoy celoso —opuso nervioso—, sólo decepcionado conmigo mismo. No te merezco.
  • Eros, no digas nada más, por favor —le supliqué infinitamente triste—. Nada de lo que has dicho es cierto. Yo también podría haber evitado que me sucediese todo eso, y no lo hice, amor mío. Jamás te culpes de las desdichas que me ocurran, por favor, pues tú no deseaste nunca que me acaeciesen, al contrario; ansiando que no me pase nada malo ya estás protegiéndome. Además, toda mala experiencia merece la pena si, tras su fin, puedo abrazarte y sentir el amor más grande contrastando con la inmensa crueldad de la humanidad. Todo viaje difícil, penoso e insoportable es gratificante si puedes volver a casa, cariño.
  • Shiny...
  • Y te juro que deseo renunciar a todo eso para no separarme de ti nunca, nunca más. Hasta ahora no he entendido que ese mundo no tiene sentido si no estamos juntos allí. No, yo no quiero nada que provenga de esa tierra si no estás en mi destino cuando me encuentro allí —declaré con una seguridad inquebrantable. Anhelé que Rauth sintiese mis sentimientos dondequiera que se hallase—. Yo estaré siempre contigo, siempre, en el mundo de los sueños, de la vida verosímil, de la magia y de la muerte.
  • Pero en esa realidad lo amas.
  • Es un amor que no siento en este mundo —le confesé quedamente.
  • Pero serás madre. Vivirás una experiencia hermosa que yo jamás podré ofrecerte.
  • No quiero serlo —indiqué con miedo.
  • No digas eso.
  • Quiero que viajes allí conmigo, Eros.
  • No me pertenece estar allí. Yo no soy tan mágico como tú.
  • Eres mucho más mágico que el resplandor de una gran luna llena reflejándose en el lago más profundo. Eres mágico porque tus ojos albergan la fantasía más oceánica y hermosa, porque cuando me rodeas con tus brazos siento que la maldad no existe y porque tu voz es una dulce melodía que siempre apaga mis sentimientos más punzantes. Jamás vuelvas a decir que no eres mágico, amor mío.
  • Shiny... mi Shiny...
  • No volveré a marcharme a ese mundo sin ti, cariño.
Cuando pronuncié aquellas palabras, noté que mi alma se anegaba en un sentimiento que no había nacido de mi espíritu. Supe, sin que nadie tuviese que revelármelo, que aquella emoción había provenido de otra alma que, aunque quisiese negarlo, estaba irrevocablemente conectada a la mía. Se trataba de una emoción potente que encerraba decepción, tristeza y a la vez comprensión y aceptación. Aquel sentimiento parecía estar compuesto de palabras que sonaron quedamente en mi mente como si yo misma las hubiese pensado: «Esa es tu voluntad y yo no puedo oponerme a tus deseos. Que él venga es el precio que tengo que pagar para estar contigo. Lo siento. Tal vez nunca debí introducirme tan deliberadamente en tu vida. Si deseas que todo esto se termine para siempre, solamente tienes que pedírmelo ahora con toda la fuerza de tu alma. Entonces será como si la vida y la muerte jamás se hubiesen unificado en un mismo destino. Pídemelo y todo desaparecerá, Sinéad».
No pude contestar. Por un momento demasiado eterno mi mente se llenó de todos los recuerdos de los instantes que había compartido con Rauth: nuestro primer encuentro, las trovas que juntos tañimos y entonamos, nuestras profundas conversaciones en la naturaleza, aquel día en su hogar... nuestro amor... nuestra entrega...
«No, no quiero que todo se desvanezca; pero... pero ya no puedo permitir que él permanezca alejado de mí... No quiero que él se quede apartado de esta magia tan bonita que también puede acariciarle el alma».
Tras aquellas palabras, sentí cómo ese sentimiento de impotencia, tristeza y a la par aceptación se convertía en una tierna felicidad que me hizo sonreír. Parecía como si el tiempo se hubiese detenido, pero de repente me di cuenta de que Eros me observaba atenta y calladamente, encontrando en mis ojos las palabras que yo no me atrevía a dirigirle.
  • Ahora has hablado con él, ¿verdad? —Yo asentí con la cabeza—. Estáis mucho más conectados de lo que creía.
  • ¿Cómo has sabido que...?
  • Porque tus ojos se han llenado de brumas y, extrañamente, se han vuelto más claros.
  • Jamás me imaginé que eso pudiese ocurrir.
  • En esta realidad tú me amas como no amas a nadie, ¿verdad? —me preguntó temeroso.
  • En esta realidad y en cualquier otra, tú reinas en mi corazón; pero en la magia parece como si todo lo que importase en este mundo perdiese importancia.
  • Y todo lo que ocurre allí se vuelve irrelevante en este mundo, ¿verdad?
  • Antes era irrelevante, pero ahora...
  • Son dos mundos distintos que no tienen que cruzarse nunca. En esta realidad tú y yo existimos en una misma alma y, en la otra...
  • En la otra seguiremos siendo una misma alma.
  • Ahora dices eso porque permaneces lejos de Rauth y de su mágico mundo; pero, cuando estés junto a él, sentirás que es el único ser que amas con toda tu alma y tu corazón.
  • No quiero comprobarlo sin ti. Perdóname, Eros. Te prometo que a partir de ahora no te ocultaré nada, por muy ínfimo y nimio que sea...
  • También tienes derecho a guardarte secretitos —se rió cariñosamente mientras me acariciaba las mejillas—. ¿Sabes por qué siempre creo todo lo que me cuentas?
  • No...
  • Porque tus ojos pronuncian las palabras más sinceras de la Historia y vuelven verdad todas las mentiras.
  • Yo nunca te mentiría...
  • Lo sé.
  • Antes no me creías...
  • No te creía porque estabas explicándome una verdad demasiado enorme para que cupiese en mi pequeño cerebro —se rió cariñosamente.
  • Qué tonto eres —me reí con él mientras lo abrazaba—. Eros, ahora estoy más convencida que nunca de que todo lo que nos ha pasado últimamente es solamente una prueba a nuestro amor. El destino ha querido hacer temblar nuestro amor poniéndome en situaciones inesperadas e inexplicables cuyo único fin era que me apercibiese de que a ti te amo más que a nada en el mundo.
  • ¿Más que a tu arpa? —se rió dulcemente.
  • ¡Eros! Ay... te hablo muy en serio —me reí más libremente.
  • Y yo también —se rió encantado—. Sí, Shiny, todo lo que nos ha ocurrido ha sido una prueba a nuestro amor, una prueba superada.
  • Por supuesto.
  • Mi Shiny... gracias por todo.
  • Gracias a ti por ser tan bueno y comprensivo...
  • La prueba más fiable de que me amas es que estás aquí, junto a mí, cuando podías estar en un mundo mágico bailando y cantando bajo la luz del sol con una vida creciendo por dentro de ti... Estás aquí cuando existe una realidad mucho más inocua que puede protegerte de todos los peligros de la humanidad. Ante este hecho, jamás podré dudar de tu amor.
  • Gracias, amor mío...
  • Y pienso cuidarte dondequiera que te encuentres, tanto como si te hallas aquí, en esta asquerosidad de mundo, como en el más mágico de la vida.
  • Yo también... Ah, por cierto, no creas que me dejarás sola con ese niño —me reí cariñosamente—. En esa realidad, tú también me ayudarás a criarlo y a educarlo. Te necesito.
  • Yo, Shiny... yo no...
  • Calla, no digas nada más —le pedí quedamente acercándome a sus labios—.  Sólo bésame y hazme olvidar que existió un tiempo en el que no podía sentir tus labios.
Y el amanecer siguió cubriendo de plata las lejanas montañas, las que relucían bajo aquella rosada alba como si de un mar de marfil se tratase, mientras nosotros hacíamos de nuestra alcoba un mundo verdaderamente mágico donde refulgían todos nuestros sueños, donde no cabía la malicia ni la impotencia. La felicidad se convirtió en un manto de terciopelo resplandeciente que nos envolvió suavemente y nos arropó para protegernos de la vigilia. El sueño llegó entre nuestros brazos, nos cerró los ojos y tornó nuestra inconsciencia en imágenes brillantes y cálidas que, sin embargo, no nos apartaron de la sensación de sentirnos irrevocablemente amparados. 


3 comentarios:

Wensus dijo...

Esta es otra prueba de amor para los dos. Está claro que se aman y que no hay nada que los pueda separar. Temía que Eros se enfadase, que no comprendiese esa realidad y que para él fuese una traición. Eros no es solo divertido, guapo y sexy, también es inteligente. Aunque al principio no la creía,o no quería creerla, se dio cuenta de que no podía seguir negando lo ocurrido. Es lógico el dolor que siente al descubrir ese mundo. Sinéad estuvo en peligro y la impotencia que siente al no haber podido evitar que la capturasen le hacen menospreciarse. Menos mal que lo comprende y le apoya. Me gustará leer ese capítulo en el que Rauth y Eros se encuentren (si sucede), menudo momentazo. Tengo curiosidad por saber que harán ahora en su tiempo libre, alejados de la sociedad por un tiempo. Otra cosa queda bien clara, Sinéad adora a su arpa...como una que yo me sé jajajaja. Felicidades por esta entrada, que nos demuestra que el amor entre ellos es más fuerte que nunca. Como siempre, tu forma de escribir es maravillosa, un lujo que nos permitas disfrutar con su lectura.

Uber Regé dijo...

Casi sale mal, pero no. Si hay un personaje que se agranda en el relato es Eros, porque el amor a menudo es egoísta, une a dos seres en uno, pero luego esa unidad es excluyente y no sabe compartir; en cambio, Eros es tan inteligente, sensible y bueno que comprende lo que es casi inaprensible. También me ha sorprendido que Sinéad se haya comprometido con Eros hasta el punto de no ir a su nuevo y mágico mundo si no es en su compañía, lo que implicaba poner el resultado de su maternidad en manos de su pareja, algo que sin duda es una enorme prueba de amor. Y siempre el arpa como fondo, algo que a la vez ancla en la realidad y permite navegar por encima de ella... Ah, y geniales las alusiones al relato de Wensus, así todo queda en familia... Como se me terminan las palabras, solo puedo darte, una vez más, la enhorabuena.

Marina Glimtmoon dijo...

Muchísimas gracias por vuestras palabras. Me hacéis creer que merece la pena esforzarse en volver palabras la imaginación y hoy os lo digo con más sentimiento que nunca. Espero que de esta historia salgan momentos inolvidables. Ya estoy imaginándome muchísimas cosas... que os sorprenderán mucho. Me alegra que hayáis captado plenamente todas las intenciones que se esconden tras el relato. Como decís, es un relato que a la vez se enlaza con la realidad. Es un pequeño homenaje que quería hacerle a alguien que vosotros ya conocéis y también quería que Eros creciese como personaje. Es injusto que provocase un enfado irrevocable en él, pues, egoístamente, a él no le interesa enfadarse con su Shiny. Ambos han dejado claro que no pueden vivir uno sin el otro, igual que yo no encontraría sentido a escribir si vosotros no me leyeseis. Un fuerte beso.